Dani Rovira: «Cumplir los 40 es lo mejor que me ha pasado»
Presenta ‘Odio’ en una actuación grabada en el Teatro Soho de Málaga que se verá en Netflix En esta función el intérprete realiza una crítica sobre el malestar que inunda a la sociedad
Asus 40 años, Dani Rovira no necesita presentación después de haber participado en una de las películas más taquilleras de la historia del cine español, aunque el teatro es su medio natural, el espacio al que regresa, donde se curtió como actor de comedia. «Cumplir los 40 es lo mejor que me ha pasado en la vida», dice en una entrevista con -tras haber superado el linfoma de Hodgkin que le diagnosticaron hace casi un año-, en la que presenta Odio, un espectáculo en formato híbrido: una actuación grabada en el Teatro Soho Caixabank de Málaga, que se podrá ver en Netflix, el próximo 12 de febrero.
Dani Rovira (Málaga, 1980) asegura que hacer frente a la enfermedad ha cambiado bastantes cosas en su vida. «A todas las experiencias duras intentas sacarle un aprendizaje. La enfermedad me ha resituado, ha venido a curarme la vida que llevaba antes». El actor de Ocho apellidos vascos y Superlópez asegura que lo «más difícil» ha sido estar nueve meses sin subirse a un escenario. «Es el lugar, junto con el comedor de mi casa, donde más seguro me siento. Donde más cómodo estoy, donde soy más feliz», y lo demuestra con hora y media de espectáculo sin aderezos, con la palabra y con su gesto, haciendo reír al público.
«En el escenario estoy más vivo que nunca. Desde que tengo 22 años me he subido una media de 2 o 3 veces por semana», un espacio donde, en soledad, recibe la réplica del público al que interpela en su actuación, que le alienta y le motiva. En Odio refleja su visión sobre el ser humano, un espectáculo escrito hace dos años, que ha actualizado, y con el que realiza una crítica sobre el malestar que inunda a la sociedad. «Con lo que ha pasado cobra más sentido. Entiendo que la gente esté crispada más allá de la pandemia».
NO SE SALVA NI MESSI ⁄ Eso sí, un retrato de la realidad con humor, con el que no pretende «herir a nadie», y de la que no se salvan políticos, padres, madres ni personajes populares, tampoco Messi.
«Como él no hay nadie», apunta. Es un futbolista «histórico, extraordinario, mágico», razones para parodiarle, que justifica al decir que cuando alguien es susceptible de ser imitado es que está en un lugar superior. Un espectáculo que hay que ver hasta el final porque es en ese momento cuando «se le da la vuelta a la tortilla a muchas cosas».
El malestar social en que estamos inmersos no cree que sea consecuencia de que se nos haya olvidado disfrutar de la vida. Rovira aduce que nos encontramos en una sociedad donde los políticos «no son el mejor ejemplo, parecen decididos a echar más gasolina al fuego»; también pone el foco en algún sector del periodismo que con tal de «vender son bastantes incendiarios» y a las redes sociales, a las que califica de espejo distorsionado de la realidad.
«He vivido la pandemia con mochilas extras e intento disfrutarla cada vez que surge una grieta de luz. Si la vida me da la oportunidad de quedar con una amigo y tomar una cerveza me agarro a ello, ese es mi momento de felicidad, o pararme a leer un libro. No
«La enfermedad me ha resituado, ha venido a curarme de la vida que llevaba antes»
«Con lo que ha pasado, la obra cobra más sentido. Entiendo que la gente esté crispada»
podemos fijarnos solo en las malas noticias», apunta.
Cree que el miedo, la frustración y la falta de afecto pueden llevar al odio. «Detrás de esa emoción hay muchas carencias y en una época como esta es más difícil hacer un trabajo de empatía con el otro». Descalificar y odiar es más rápido. «Odiar es de cobardes», dice en su espectáculo.
Una situación, la descalificación, que ha vivido en primera persona, como cuando presentó la gala de los Goya, una ceremonia de la que ha sido conductor en tres ocasiones. En 2018 cedió el testigo a Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla como maestros de ceremonias de la noche del cine español, un año en el que no solo decidió no presentarla, sino que ni siquiera asistió para evitar la presión. Aunque entonces reconocía que, tras un hacer repaso a esos tres años, había recibido muchas más alegrías que disgustos y no descartó nunca volver a ponerse al frente de esa gala.