Los primeros reencuentros
La mayoría de los centros con residentes y trabajadores con las dos dosis de vacuna puestas organizarán visitas a partir de este lunes, pero ayer ya hubo algunas salidas
El 14 de febrero fue un día muy especial para las personas mayores y los familiares de estas que tuvieron la ocasión de reencontrarse después de meses sin contacto físico. La Junta permite desde el sábado visitas y salidas en las residencias en las que se han administrado las dos dosis de la vacuna y en las que ha transcurrido una semana como mínimo desde la última. Aunque la mayoría de los centros han optado por esperar y organizar visitas a partir de este lunes, en algunos, como Orpea Córdoba Centro, ayer se permitieron las salidas. Uno de los ingresados que disfrutó de nuevo de la libertad es José María Criado, un hombre de 93 años que no podía ocultar la felicidad que sentía de volver a estar en la calle con los suyos. «Estoy muy bien, contentísimo, esto es una esclavitud, algo que escapa a la propia voluntad», señalaba en alusión a todo lo padecido por culpa del covid, contento «por estar con la familia, la única familia que tengo». Y es que la vida de estos mayores sin poder tener, aunque sea por unos minutos, la compañía de sus familiares no es fácil.
Para José María todo ha sido más complicado aún si se tiene en cuenta que fue uno de los residentes que se contagió con el coronavirus e, incluso, estuvo hospitalizado, aunque logró superar la enfermedad. Ahora, pasado aquel susto e inmunizado, «está como un roble» y hasta «se fuma una cajetilla diaria de Ducados», señala su sobrino, José María Criado, muy satisfecho también por reencontrarse con su tío, con el que han mantenido contacto por videoconferencia pero con el que llevan sin estar «ocho meses». «Para ellos ha sido todo muy difícil, con el confinamiento han perdido las referencias», explicaba. Tras compartir un rato de sol y una cerveza con su familia, José María Criado regresó a la residencia para comer. «Más adelante comeremos con él, pero hay que ir poco a poco», aseguraba su sobrino.
«¿Ya podemos salir?»
Carmen Laín recogió por la mañana de la residencia Orpea Córdoba Centro a su madre, Asunción Guelbenzu, para dar un paseo con ella y tomar un café. Al verla, lo primero que le preguntó fue: «¿Ya podemos salir? ¿quién lo ha dicho?». Y es que, después de tanto tiempo conviviendo con el covid y con las medidas de prevención, la incertidumbre y el miedo es lo más normal. «Estaba muy contenta de ver a su nieta, a su yerno y a mí, ahora puede salir a la calle siempre que quiera, así que vamos a aprovechar», aseguraba Carmen, que indicaba que «cuando llevaba diez minutos en la calle, parecía que la habían regado».
Asunción tiene 93 años y hasta ahora es una de las residentes que se ha librado del virus. Su hija confiesa que el reencuentro ha sido «muy emocionante» porque el aislamiento «ha sido una situación muy dura para ellos a pesar de las videollamadas». En su caso ha costado incluso más, ya que viven una al lado de la otra. «Mi madre es muy callejera», comenta Carmen, que relata que antes se veían a diario y «pasar todos los días delante de la residencia y no vernos ha sido muy difícil». Madre e hija no están juntas desde antes de Navidad, por lo que «tenía mucha ganas de vernos», explica Carmen. Para ellos, con la vacuna y las entradas y salidas se abre una puerta de esperanza.
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«Pasar todos los días delante de la residencia y no vernos ha sido muy difícil», indica Carmen