La soledad del deportista
Los seres humanos somos animales de costumbres y hemos pasado de ser usuarios fieles de centros deportivos a ser autónomos en una práctica saludable que se traslada al exterior, por la ciudad o el campo
El deporte al aire libre no se libra de las restricciones para combatir el covid. A pesar de ello, son muchos los que, ante la imposibilidad de seguir la rutina en gimnasios o instalaciones deportivas ceñidos a horarios menos amplios y aforos restringidos, optan por la vía rápida: salir a ejercitarse en el exterior. Tal fue el caso de Toñi Martón, una abogada acostumbrada y aficionada a jugar al pádel semanalmente que también iba al gimnasio a practicar yoga y spinning. Explica que cuando acabó el confinamiento y se pudo empezar a salir, optó por dar grandes paseos, primero en compañía de su perro y más tarde, cuando se pudo, acompañada de algún familiar. «Yo creo que, salvo que tuviera algún tipo de lesión que me hiciera necesitar un entrenamiento especial, no voy a volver al gimnasio», dice convencida. Ahora se ha acostumbrado a hacer ejercicios a su aire, sola y cuando le viene bien porque, además, admite que estos meses le han cambiado mucho, tanto que ahora se agobia solo de pensar en hacer ejercicio en un recinto cerrado y rodeada de gente. Cree que es una suerte vivir en Córdoba, con la sierra a un paso y con un clima que permite disfrutar la mayor parte del tiempo del exterior.
Gonzalo Morales acudía a un entrenador personal antes de la pandemia. En la hora que le correspondía, o estaba solo o compartía espacio con otra persona más, a lo sumo. Un cambio de hábito, como pasar del transporte público al privado para llevar a sus hijos al colegio, le llevó en parte a abandonar su rutina. «Ahora que conocemos un poco más el virus no volvería a entrenar en interior. No tanto por el contagio en sí sino porque creo que es más saludable el deporte al aire libre, hay menos posibilidad de contagio, no obstante». Además, como se puede salir menos y las actividades también están limitadas, para Gonzalo salir a correr al campo el fin de semana, y por ciudad a diario, se ha convertido «en mi momento de relajación y desconexión». Madrugador por costumbre, cuando salía a correr no se cruzaba con nadie en su trayecto pero desde que el horario también ha sido acotado, «si en un momento dado no llevas las mascarilla, que no es mi caso porque siempre la llevo, la gente se te queda mirando e incluso se
Son muchos los que, tras el confinamiento, optan por no volver al gimnasio y hacer deporte al aire libre
Javier Macías practicando su mayor afición deportiva, el ciclismo.
aparta». Cree que dependiendo de la hora y la concurrencia de más deportistas, el uso de ésta debería ser un poco más laxo. Asegura que al no existir carreras, el deporte se ha vuelto un poco más monótono, carente de metas u objetivos. Y es que parece que esta situación lo acaba arrastrando todo al monocromo.
La tranquilidad de los espacios abiertos se ha notado, además de en las calles y los circuitos urbanos o por el campo, en las escuelas de atletismo. Así lo explica el director del Club Los Califas, Antonio Bravo Bueno, que mantiene sus clases en las instalaciones deportivas municipales de El Fontanar. «La escuela tuvo una etapa en la que alumnos que eran fijos dejaron de asistir ante el miedo de los padres. Pero poco a poco esto se ha ido recuperando porque los entrenamientos son al aire libre y contamos con mucho espacio. La demanda se ha situado en valores parecidos al año pasado y en algunas edades, de 8 a 10 años, las matriculas se han superado».
Un caso similar se ha dado en el Club de Golf. Al tratarse de una disciplina que se practica al aire libre, tanto las altas de socios como de la actividad en cancha de prácticas, han experimentado un notable aumento. Francisco Javier Fernández Gómez, gerente del club, asegura que «tres de cada cinco personas que comenzaron a practicar alguna actividad deportiva tras la desescalada se decantó por espacios al aire libre y los campos de golf han sido uno de los principales beneficiarios de este nuevo hábito» .
Javier Macías es de Bilbao y como buen vasco, valga el tópico, es un gran aficionado al ciclismo. Habitualmente sale unas tres veces por semana y suele hacer rutas de unas dos horas y media o tres. Normalmente va solo pero ahora más que nunca porque «da un poco de respeto cuando te cruzas con grupos numerosos, la mayoría sin mascarilla, yo incluido», afirma. En este sentido el covid ha modificado su rutina de intentar salir con alguien. En pleno confinamiento vendió su bicicleta con la intención de hacerse con otra con mejor equipamiento pero «fue acabarse el encierro y me resultó complicadísimo adquirir una nueva, las que quedaban disponibles eran todas de gama alta. Se dio un boom de aficionados al ciclismo, fue un problema», comenta. En las primeras salidas permitidas durante la primera etapa de confinamiento Javier optó por salir a correr o andar, «la cuestión era salir de casa un rato y, aunque con mascarilla, sentir aire fresco en la cara». Al final, confiesa, consiguió su ansiada bicicleta a través de internet importada desde China.
Ángel Ramírez es un apasionado del trail, carrera por montaña. Antes de la pandemia era usuario del centro deportivo Aira pero con el cierre se hizo con el material necesario para seguir ejercitándose. «Después de mi experiencia y de tener en casa la facilidad para realizar mis entrenos por ahora no me planteo volver a un gimnasio», explica. Y es que todo es cuestión de adaptarse, «cuando me tocan ejercicios de fuerza hago un circuito de escaleras que hay, muy bueno, en el parque de Miraflores» comenta. Según Ángel es imposible correr con las mascarilla, sobre todo cuando suben las pulsaciones, pero admite que es una necesaria, de momento.
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