Córdoba

Violencia y libertad de expresión

- García-calabrés Cobo *

no quiere decir que sea un derecho absoluto y que esté por encima de todo y todos. Así lo recoge la sentencia de la Audiencia Nacional que lo condenó, la sentencia del Tribunal Supremo que lo ratificó y la doctrina constante y pacífica de nuestro Tribunal Constituci­onal, en armonía con el resto de interpreta­ciones de países democrátic­os de nuestro entorno. Al igual que la libertad de informació­n está limitada, de un lado por la veracidad ó el interés público, cómo con la protección de los secretos oficiales así declarados por un Estado, o con los secretos sumariales de un procedimie­nto judicial, o con la intimidad o la propia imagen de los individuos; la libertad de expresión no se puede utilizar para ofender ni injuriar gratuitame­nte el honor de las personas, ni para propagar el odio contra pueblos o colectivos, ni para incitar a la violencia ni ofender a las máximas institucio­nes o los símbolos del Estado que son de todos. Lo contrario, sería la ley de selva.

Hasél, condenado anteriorme­nte por agredir a un testigo de un juicio, y a un periodista de TV3 en una rueda de prensa en el Rectorado de la Universida­d de Lérida, no es precisamen­te un adalid de la libertad de expresión. En el año 2014 ya fue condenado también por enaltecimi­ento del terrorismo con la rima de sus canciones: «¡Merece que explote el coche de Patxi López!» entre otras parecidas. Por lo que teniendo en suspenso condenas penales anteriores, de nuevo vuelve a reincidir enaltecien­do al terrorismo y ofendiendo a la Corona, imputando incluso delitos de homicidio al actual Jefe del Estado, lo que ha provocado su ingreso en prisión. La libertad ideológica o artística debe de ponderarse cuando colisiona con otros derechos fundamenta­les igual de defendible­s. Hasél no está en prisión por lo que piensa, ni por lo que dice, sino por lo que hace, según sentencia, de forma reiterada: agredir, injuriar, enaltecer el odio y la violencia, y atentar contra las institucio­nes del Estado. Sorprende el manifiesto de algunos representa­ntes del mundo de la cultura, que se quedan en la espuma de los titulares, mezclando conceptos y libertades pero omitiendo otros derechos que también deben ser respetados y protegidos. Ahí está, además, el vandalismo que el odio alimenta.

En mi opinión, no debemos confundir la crítica libre de un país democrátic­o que todos asumimos sin mordazas posibles, con la incitación a la violencia o con la justificac­ión de los asesinatos. La misma repulsa ética y legal que nos produce a la sociedad quienes lo puedan hacer desde el mundo de los extremismo­s, nos crea quienes lo hacen justifican­do la barbarie desde el mundo de la creación o la cultura. La vida, la justicia, la dignidad, la igualdad, el pluralismo y el respeto a la ley, que nace de un parlamento democrátic­o y que se ajusta a criterios constituci­onales, son las bases de la convivenci­a y de la paz social. Nada menos. No las rompamos.

«No debemos confudir la crítica libre con la incitación a la violencia o la justificac­ión de los asesinatos»

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