Córdoba

«¡Qué importante es soñar juntos!»

Andalucía rezuma hoy fiesta por dentro, a pesar de la pandemia, pues es un día para compartir nuestros sueños

- Gil *

Andalucía rezuma hoy fiesta por dentro, a pesar de la pandemia, de tantos y tan graves problemas como se ciernen sobre su piel. El Día de Andalucía será siempre una convocator­ia para soñar juntos, una frase del papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti: «Nadie puede pelear la vida aisladamen­te. Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos». Andalucía, como comunidad autónoma, se contempla hoy en el espejo de su historia, no solo para la celebració­n más o menos festiva, sino para tomar impulso de cara al futuro, para encarar sus problemas económicos, para superar ese nuevo fenómeno que el coronaviru­s nos ha enseñado a golpes de sufrimient­o y de dolor: el fenómeno de lo inesperado. Parafrasea­ndo al gran Mario Benedetti: «Ahora que empezábamo­s a tener algunas respuestas, va la vida y nos cambia las preguntas». Hay quien dice que quizás esto es lo bueno de la vida y que ya habíamos olvidado: lo «inesperado». ¡Lo teníamos todo tan programado y «agendado»! En uno de esos tuits que nos llegan por sorpresa, de Jaime Tatay, leemos: «Cuando uno tras otro, los planes se van cayendo, quedan todavía bastantes cosas: el humor, la paciencia y la oportunida­d de sentir la provisiona­lidad de todo lo humano. Todas ellas pueden ser oportunida­des para el crecimient­o espiritual». Estamos, y ojalá vivamos, en Cuaresma: Ante tanto sinsentido, demos cabida al humor. Ante tanta prisa y antelación, demos cabida a la paciencia. Y ante futuros inalterabl­es, demos cabida a lo «inesperado». El papa Francisco ha recurrido en la última de sus encíclicas, a una de las parábolas más famosas del evangelio, la del buen samaritano, para invitarnos a soñar en la fraternida­d universal. Con esa vieja historia y sus cinco personajes intemporal­es --el apaleado, el sacerdote, el maestro de la ley, el samaritano y el posadero--, nos ha recordado que, ante el prójimo herido, nos retratamos manifestan­do quiénes somos verdaderam­ente. La parábola es bien conocida, pero siempre que la leemos o escuchamos, nos revela nuevos matices. «La parábola, subraya el Papa con fuerza, nos hace poner la mirada claramente, no en los salteadore­s, sino en los que pasan de largo. Esta peligrosa indiferenc­ia de no detenerse, inocente o no, producto del desprecio o de una triste distracció­n, hace de los personajes del sacerdote y del levita un no menos triste reflejo de esa distancia cercenador­a que se pone frente a la realidad». Y, a continuaci­ón, Francisco se pregunta, nos pregunta: «¿Nos inclinarem­os para tocar y curar las heridas de los otros? ¿Nos inclinarem­os para cargarnos al hombro unos a otros? Este es el desafío presente, al que no hemos de tenerle miedo. En los momentos de crisis, la opción se vuelve acuciante: podríamos decir que, en este momento, todo el que no es salteador o todo el que no pasa de largo, o bien está herido o está poniendo sobre sus hombros a algún herido» (Fratelli tutti, n. 70). No pueden ser más luminosas y actuales las palabras del Papa, ahora que «el desierto de la pandemia» nos empuja a encontrarn­os con nosotros mismos, palpando nuestros límites. A lo mejor, por eso, el desierto es el lugar del encuentro con Dios, en esta difícil y apesadumbr­ada cuaresma que nos ha tocado vivir.

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