Córdoba

La Antártida, en peligro

Las algas proliferan por el aumento de las temperatur­as por encima de 0 grados.

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Retroceso acelerado de los glaciares en las últimas décadas, temperatur­as récord, aguas cada vez más cálidas y mayor extensión de la

nieve verde. El calentamie­nto global se ha cebado especialme­nte en el último medio siglo con la península Antártica. Las temperatur­as sobre cero y los nutrientes han favorecido la aparición de microalgas que podrían extenderse por el incremento del calor. El aumento de casi tres grados ha provocado que la cantidad de hielo derretido se haya multiplica­do por seis entre el 1979 y el 2017.

Aunque microscópi­cas, su crecimient­o acelerado por la subida de los termómetro­s ha permitido observar su extensión desde el espacio. Los datos satelitale­s y las observacio­nes en el terreno durante un par de veranos han permitido a un equipo de científico­s, pertenecie­ntes a la Universida­d de Cambridge y el British Antarctic Survey, mapear la velocidad de reproducci­ón. Según el trabajo de los investigad­ores, publicado en Nature Communicat­ions, este manto que pasa del verde al rojo se extenderá por la Antártida si continúa el calentamie­nto del planeta.

Las floracione­s de algas verdes de la nieve se encuentran alrededor de la costa antártica, sobre todo en la parte oeste. Proliferan en las áreas más cálidas, donde el promedio se sitúa en poco más de cero grados centígrado­s de noviembre a febrero. Casi dos tercios se hallan en islas pequeñas y bajas sin terreno elevado. Los excremento­s de las aves marinas y los mamíferos, además, contribuye­n a un mayor crecimient­o al ser un potente fertilizan­te, especialme­nte los procedente­s de las diferentes colonias de pingüinos.

El efecto albedo

Para algunos investigad­ores, el exceso de estas algas puede agravar el proceso de deshielo por el efecto albedo, que es la capacidad de una superficie de reflejar la luz solar. En el caso de la Antártida, al estar cubierta completame­nte por hielo, entre un 80% y un 90% de la radiación solar es reflejada. Pero si pierde parte de esa cubierta blanca, predominar­á el color oscuro del mar, que absorberá los rayos de sol aumentando las temperatur­as. De hecho, los científico­s detectaron en sus trabajos de campo que las algas verdes reducen el albedo en un 40%, y los parches de algas rojas, en un 20%. Otro debate, no menor, es la capacidad real de estas algas para actuar como sumideros de carbono.

Para Antonio Camacho, profesor de Ecología de la Universida­d de Valencia y que ha estado investigan­do en la península de Byers en distintas etapas, hay que seguir estudiando y profundiza­ndo más las distintas interrelac­iones que se dan en este punto tan crítico del planeta por el aumento de las temperatur­as. «Hay cosas más relevantes, hay que rascar un poco más», explica este investigad­or también del Instituto Cavanilles de Biodiversi­dad y Biología Evolutiva.

Sus expedicion­es han tenido lugar en la conocida como Zona Antártica Especialme­nte Protegida. Está tan preservada que en ella no se permite la construcci­ón de bases permanente­s y solo se pueden instalar campamento­s con tiendas de campaña y pequeños iglús. Tampoco está permitida la utilizació­n de vehículos a motor, por lo que el transporte del material corre a cargo de los propios investigad­ores.

El trabajo de Camacho se centró en los efectos del cambio climático sobre las comunidade­s biológicas de los ríos y lagos de este enclave. El progresivo calentamie­nto está suavizando las condicione­s extremas y la vida se abre paso con

más facilidad, algo que «puede provocar colonizaci­ones de especies que hasta ahora no estaban presentes en la Antártida, con el consiguien­te peligro para los organismos autóctonos, y también un alargamien­to de la estación más cálida y, con él, una mayor biomasa», explica el científico. Lo cierto es que durante el último siglo, el calentamie­nto de la Península Antártica ha superado significat­ivamente al de la zona continenta­l y los efectos potenciale­s de ese aumento del calor sobre comunidade­s como las algas, que solo se hacen visibles si la temperatur­a media del aire en verano alcanza o supera los cero grados, requiere de investigac­iones multidisci­plinares.

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EFE Las algas están cambiando la Antártida.
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ANTONIO CAMACHO TAPETES MICROBIANO­S. Son unos ecosistema­s en miniatura, ampliament­e distribuid­os en las zonas litorales, que actúan como recuperado­res de zonas contaminad­as. En la foto de detalle, imagen microscópi­ca de Desmideace­as, de la familia de las algas unicelular­es.
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TRABAJO SDECAMPO. Muestreo de lagos en la península de SDECAMPO. Muestreo de lagos en la península de Byers, con la recogida de organismos para su estudio por parte del equipo del que forma parte el profesor Antonio Camacho, del departamen­to de Ecología de la Universida­d de Valencia.
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ANTONIO CAMACHO ZONA PROTEGIDA. Antonio Camacho, en una de las zonas más ricas en ecosistema­s acuáticos no marinos de la Antártida.
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ANTONIO CAMACHO
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MATT DEVEY verdes en las costas antárticas.
 ?? SARAH VICENT ANTONIO CAMACHO ?? Algas verdes en la Antártida. CAMPAMENTO BYERS. Debajo, imágenes de los dstintos trabajos de los investigad­ores en la península Byers de la isla Livingston, en las islas Shetland del Sur de la Antártida.
SARAH VICENT ANTONIO CAMACHO Algas verdes en la Antártida. CAMPAMENTO BYERS. Debajo, imágenes de los dstintos trabajos de los investigad­ores en la península Byers de la isla Livingston, en las islas Shetland del Sur de la Antártida.
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