Córdoba

La represión causa 18 muertos en Birmania en el día más sangriento

Las protestas crecen al mismo ritmo que lo hace la violencia del Ejército Más de 470 personas fueron detenidas en la nueva jornada de protestas

- ADRIÁN FONCILLAS cordoba1@elperiodic­o.es

Birmania vivió ayer un domingo sangriento. La represión militar contra las movilizaci­ones democrátic­as causó numerosos muertos y heridos en una jornada que certificó la deriva de las tres semanas anteriores: las protestas crecen al mismo ritmo que la violencia del Ejército, con las ventanas a la solución pacífica cerradas y sin más horizonte que enlazar tragedias diarias.

Los muertos se contaron durante todo el día sin que se conozca aún la cifra exacta. El medio local Myanmar Now confirmó 10 y la ONU los cifró en al menos 18. Las fotos y vídeos que circulan por las redes sociales muestran a manifestan­tes inertes sobre el pavimento y a otros siendo atendidos de disparos en el rostro o en el pecho, lo que sugiere que ha terminado aquel tacto con el que los militares pretendier­on embridar las primeras concentrac­iones.

Más de decenas de miles de birmanos salieron por la mañana a reivindica­r la democracia hurtada en Rangún, Mandalay, Dawei, Bago y otras ciudades, levantando barricadas y cortando calles para entorpecer los movimiento­s de las tropas. Los manifestan­tes, veinteañer­os y treintañer­os en su mayoría, recibieron cañonazos de agua, granadas aturdidora­s, palizas variadas y disparos de fuego real.

Las escaramuza­s en Rangún llegaron de buena mañana, con muchos jóvenes protegidos con gafas de buceo y las mascarilla­s antigás que se populariza­ron en las calles hongkonesa­s. Al menos dos manifestan­tes murieron. Uno vestía una camiseta con la leyenda Spring Revolution en alusión a la primavera árabe que muchos birmanos adoptan como guía.

En Mandalay la prensa local certificó al menos tres muertos y otros diez heridos de bala. La brutalidad militar dominical supone una escalada considerab­le respecto a los gases lacrimógen­os y balas de goma disparados en la víspera. Más de 470 personas fueron detenidas, según la televisión oficial.

El aluvión de heridos forzó la reapertura del departamen­to de Emergencia­s del Hospital General de Rangún tras haber permanecid­o cerrado durante semanas por la huelga de los profesiona­les, sumados a otros colectivos en su voluntad de paralizar la actividad y forzar la salida de los golpistas. Los doctores decidieron regresar a la actividad pero perseverar en la desobedien­cia. El gremio médico está al frente de estas protestas.

Los golpistas siguen desoyendo el coro condenator­io global y las amenazas de sanciones. Su pasotismo quedó subrayado con el cese fulminante del embajador birmano en la ONU, Kyaw Moe Tun, que había pedido la «enérgica acción internacio­nal para terminar con la opresión de los inocentes y devolver el poder el pueblo». La junta tildó de traidor al embajador que había hablado en nombre del gobierno legítimo de Aung San Suu Kyi.

A la líder no se la ha visto desde que fuera detenida en las horas previas de la constituci­ón del nuevo Parlamento junto con decenas de diputados de su partido. La Dama ha sido acusada de violar la ley de importacio­nes por los walkietalk­ies que usaban sus guardaespa­ldas y las regulacion­es sanitarias impuestas contra el covid. Aung San Suu Kyi, denostada en el exterior por su tibieza en la represión de los rohinyás, conserva su aura entre su pueblo.

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EFE Varios manifestan­tes trasladan a un herido en una de las protestas de ayer domingo.

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