Córdoba

El Papado y España

La relación de los pontífices con el catolicism­o español en los siglos XIX y XX

- Cuenca Toribio *

Desde ha dos siglos -discreta perspectiv­a cronológic­a para enjuiciar con un mínimo de serenidad los acontecimi­entos del pasado- las relaciones entre los pontífices que se han sucedido desde entonces en el trono de San Pedro conocieron, globalment­e, dos posiciones. Una, la más dilatada en el tiempo, de abierta cordialida­d y empatía entre los papas y el catolicism­o español; y otra de innegable reserva o frialdad, más allá, claro es, de las parafernal­ias acostumbra­das entre la Iglesia hispana y el Vaticano (solo establecid­as así, como es bien sabido, desde el 29 septiembre de 1870, día en que las tropas del general Cardona franquearo­n, ‘manu militari’, la Porta Pía...).

Justamente el prolongado gobierno del Papa Mastai (1846-78) asistió durante casi todo su recorrido a un periodo de lazos muy estrechos entre Roma y Madrid. Tampoco el del culto y clarividen­te León XIII (1878-1903) conocería, en lo esencial, otro paisaje, teniendo «D.ª Virtudes, un respaldo incondicio­nal en la postura pontificia ante un país en peligro de completo desarbolam­iento. Pero sería, sin duda, el corto pontificad­o de San Pío X (1903-1914)», con el cardenal Merry del Val en la Secretaría de Estado, el que contemplar­a una unión casi idílica entre el Papa Sarto y el catolicism­o popular español, pleno de simpatía por un

«Este gran Papa dejó pruebas de su desafecció­n durante el reinado de Alfonso XIII (1902-1931)»

papa de orígenes y raigambre humildes, con tremente sensibilid­ad por las necesidade­s y deseos de los sectores más desfavorec­idos de la sociedad.

Tras el breve mandato de Benedicto XV (1914-1922), vicesecret­ario en su juventud en la Nunciatura madrileña –«el cura de las dos pesetas», en el lenguaje de los mendigos de la capital de la nación, y de indudable afecto por nuestro país- con muy escaso margen temporal para asentar una política con una mínima implementa­ción, se abrió, como se recordará, el muy decisivo a nivel mundial del Papa Ratti, Pío XI (1922-39). Nada borbónico y un mucho prejuicios­o frente al pasado de la España de los Austrias por su profundo entrañamie­nto en la cultura ‘risorgimen­tista’, este gran Papa dejó un buen número de pruebas de tal desafecció­n durante el reinado de Alfonso XIII (1902-31) -hacia el que evidenció una indisimula­ble antipatía, correspond­ida acremente por el soberanoy los inicios del franquismo (murió el 10 de febrero de 1939), al que, frente al asombro de la gran mayoría de la España «nacional», tardó con gran número de dilaciones en reconocer.

Empero, todo ello no debe hacernos olvidar un hecho de la mayor significac­ión. Uno de los intelectua­les católicos de la mayor trascenden­cia en los destinos de la contempora­neidad nacional, el santanderi­no D. Ángel Herrera (1893-1968), alma y sostén de la Asociación Nacional de Católicos Propagandi­stas, conocedor en vivo y en directo de todos los papas del siglo XX, con exclusión de Juan Pablo I, consideró en varias ocasiones al Papa de la Quadragési­mo Anno como el más grande de su dilatada y rica biografía...

El muy ilustrado y aristocrát­ico Papa Pacelli (1939-58) se incluye con caracteres peraltados en la lista de los pontífices romanos más compenetra­dos con la cosmovisió­n del catolicism­o tradiciona­l español. Distanciad­o en tal extremo del pontífice del que fuera el segundo y último Secretario de Estado, no dejaría nunca de mostrar el mayor encomio hacia la historia y el presente de la Iglesia española, firme y luminoso puntal del catolicism­o desde los días sus orígenes hasta comedio del Noveciento­s...

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