Ucrania, polvorín de Europa
Moscú y Kiev libran desde hace siete años un conflicto con 13.000 muertos
Un conflicto armado que involucra a Rusia y Ucrania, dos grandes estados europeos; la primera anexión de un territorio o modificación de fronteras por medio de la fuerza militar que se produce en el continente europeo desde la Segunda Guerra Mundial; una contienda que ha provocado terribles dramas humanos, como el derribo de un avión malasio de pasajeros por un proyectil tierra-aire disparado desde posiciones de las milicias respaldadas por el Kremlin. Desde hace ya siete años, las autoridades de Kiev y Moscú libran un enfrentamiento con un gran potencial desestabilizador, repleto de treguas respetadas solo a medias. Aunque los contendientes han logrado limitar el número de bajas, la escalada militar de las últimas semanas demuestra la facilidad con la que un incidente podría desencadenar una crisis internacional de consecuencias imprevisibles.
La revolución de Maidán
El origen del conflicto reside en el viraje radical en la política exterior de Ucrania que implicó la revolución de Maidán en el invierno del 2013. Después de meses de protestas, el primer ministro del país, el prorruso Vïktor Yanukóvich, se vio obligado a abandonar el país y a huir a Rusia,
instalándose en Kiev un Ejecutivo nacionalista que de inmediato proclamó su aspiración de integrar a Ucrania en la OTAN y la Unión Europea. Consciente de haber perdido toda capacidad de influencia en el país vecino, el Kremlin reaccionó instigando una revuelta en los territorios del este del país habitado por población rusófona, e incluso se anexionó la península de Crimea, donde mantenía una base naval desde los tiempos de la desintegración de la URSS.
Goteo constante de bajas
Las armas nunca han callado del todo en las líneas del frente en la región minera del Donbás, pese a las numerosas treguas y altos el fuego pactados e incumplidos. El último de ellos, acordado en julio del pasado año en el marco del denominado Grupo Trilateral, que congrega a representantes de Ucrania, Rusia y la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), parecía correr mejor suerte que los anteriores hasta que se produjo la última escalada. Hasta febrero del pasado año, según la Organización de Naciones Unidas, el conflicto había causado alrededor de 13.000 fallecidos, de los que casi 3.400 eran civiles.
En septiembre del 2014, representantes rusos, ucranianos y de las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Luhansk firmaron un acuerdo de 12 pun
▷ tos denominado Protocolo de Minsk para poner fin a las hostilidades, que incluyen, entre otros, la aplicación de un alto el fuego, la aprobación de una ley especial que descentralice el poder y la monitorización internacional de la frontera ruso-ucraniana, por donde entran combatientes y apoyo logístico destinado a las milicias prorrusas enfrentadas a Kiev y proporcionado por el poderoso vecino ruso. Solo ha podido aplicarse, y a medias, un alto el fuego que ha reducido, aunque no detenido, el nivel de hostilidades.
Las autoridades de Kiev reclaman el ingreso del país en la OTAN, con mucha mayor insistencia incluso que una eventual entrada en la Unión Europea, y demandan a los aliados occidentales señales de firmeza que disuadan a Moscú de seguir azuzando el conflicto a voluntad a través de sus aliados, las milicias prorrusas que controlan las dos regiones separatistas del Donbás.
La reciente escalada militar y verbal ha servido para que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, proponga a la Alianza Atlántica incluir a su país en el denominado Plan de Acción de Membresía, una suerte de antesala a la plena integración, que incluye asesoramiento militar.
Influencia rusa
Gran parte del territorio de las regiones de Donetsk y Luhansk se hallan en manos de milicias prokremlin. Pese a que se trata de territorios que no han sido anexionados por Moscú, sí es cierto que la influencia rusa es abrumadora. La moneda es el rublo ruso y Moscú ha repartido pasaportes que los convierten en ciudadanos de la Federación Rusa.
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