Madrid, Florentino Pérez, es el líder de la docena de clubs que se han enfrentado a la UEFA
El presidente del Real
El mundo está a punto de presenciar un partido de fútbol sin pelota. No se sabe cuánto durará, tal vez sean 90 días o 900, así que se anuncia un evento engorroso y feo, puramente político, con el deporte por excusa. El anuncio de la creación de la Superliga ha agitado el planeta Tierra por lo que supone de ruptura en el marco mental establecido de lo que es el deporte federado y el valor que tienen las victorias y las consecuencias que desencadenan las derrotas. El invento de la Superliga, por si alguien lo desconociera, consiste en la creación de una competición que impulsan 12 clubs de fútbol europeo que disputarán entre ellos, más tres equipos con los que habían hablado y parece que se echen atrás –solo parece- y cinco más a los que invitarían. De invento nada. En Estados Unidos, donde han levantado la ceja al escuchar el ruido, funcionan con ligas cerradas, sin ascensos ni descensos. Un deporte profesional que es puro entretenimiento.
Esos 12 clubs de fútbol a los que ya llaman disidentes, separatistas, sediciosos -¿les suena?- son tres equipos españoles (FC Barcelona, Real Madrid y Atlético de Madrid), seis ingleses (Liverpool, Manchester United, Arsenal, Manchester City, y Tottenham Hotspur) y tres italianos (Juventus, AC Milan e Inter de Milán). Los tres que no han firmado el documento son los alemanes Bayern Múnich y Borussia Dortmund y el francés París Saint Germain.
Se repartirían en dos grupos de diez para jugar una liguilla a ida y vuelta; los tres primeros se clasificarían para los cuartos de final y las dos plazas restantes se las jugarían el cuarto y quinto de cada grupo. Harían dos eliminatorias y una final para coronar al