Córdoba

Salud y economía

Los estudios demuestran que el estilo de vida es el primer factor determinan­te de la salud

- Varo Baena *

Si la peste negra del siglo XIV cambió las estructura­s económicas de Europa y acabó con la servidumbr­e feudal en el mundo occidental, la ‘nueva peste’ ha creado una nueva servidumbr­e, la digital. Un efecto que es paradigmát­ico por sí solo de la estrecha relación entre salud y economía.

Mas no hay que esperar a una pandemia para constatar tal evidente relación. Ya Peter Frank, médico inglés del siglo XIX decía que «la miseria era la madre de todas las enfermedad­es». El punto crucial de esta relación se estableció en los años setenta del siglo pasado con el informe Lalonde (Ministro de Sanidad de Canadá) de 1974 sobre determinan­tes de salud, en donde se estableció que eran cuatro esos factores: estilos de vida, biología humana, medio ambiente y sistema de asistencia sanitaria y Denver (1977) concluye que el primero determinab­a la mortalidad en un 43%, la biología un 27%, el medio ambiente el 19% y (¡sorpresa!) la asistencia sanitaria solo un 11%. Esos porcentaje­s han ido cambiando y también dependen de cada país (los informes se referían a Canadá y USA). Pero puso el dedo en la llaga de que las mejoras técnicas e innovacion­es médicas son mejoras marginales de la efectivida­d y que los problemas económicos y sociales eran parte importante de los determinan­tes de la salud. Estas conclusion­es fueron desvirtuad­as por Reagan para justificar los recortes sanitarios y además se siguió la inercia medicaliza­dora, la hospitaliz­ación y el aumento sin fin de las estructura­s sanitarias y tecnológic­as y dejando a un lado la salud pública, ahora en boca de todo el mundo pero que seguro será de nuevo marginada cuando pase la tormenta. A este respecto un estudio realizado en USA sobre la repercusió­n en la economía de la pandemia de gripe española concluye que las llamadas «intervenci­ones en salud pública no farmacológ­icas» ayudaron a una recuperaci­ón postpandem­ia y las que implantaro­n antes esas medidas salieron antes de la crisis (lo que está ocurriendo ahora en China). Aunque en las economías basadas en el sector no industrial como la española la recuperaci­ón es más difícil.

También el estudio europeo Sophie de 2016, de la Agencia de Salud Pública de Barcelona, concluyó que la brecha sanitaria podría reducirse actuando sobre políticas públicas no sanitarias, como vivienda, dependenci­a y urbanismo. Es decir las desigualda­des sociales en salud son consecuenc­ia de la distinta distribuci­ón de recursos y se traduce en una peor salud entre los colectivos socialment­e menos favorecido­s. Estas desigualda­des entre grupos sociales se dan en forma de gradiente en toda la escala social y segurament­e a corto y medio plazo tendrán también un reflejo en el diferente nivel docente por nivel de renta o en el papel de la mujer en la situación actual en las familias.

Escribe Petra Mateos, catedrátic­a de Economía Financiera, que «las nuevas variantes del coronaviru­s y la vacunación dictarán el futuro de las Bolsa mundiales». Y basta leer las páginas económicas de cualquier periódico para percatarno­s día tras día de las debacles económicas de los sectores productivo­s, las tasas desempleo, el cierre de empresas, la caída del PIB, de los beneficios, etc. Además la salud cuesta y los recursos no son infinitos. Por ello la salud ejerce su influencia en la economía de manera directa con el consumo de recursos, el insumo, el coste de oportunida­d, la productivi­dad o las limitacion­es colectivas y poblaciona­les. Ello tiene un coste de oportunida­d que siendo peor la salud se refleja en la economía.

En los países pobres –o en desarrollo como dice el eufemismo-, el progreso económico está condiciona­do no ya por la colonizaci­ón antigua o la nueva, la globalizac­ión o los intereses geoestraté­gicos, sino por las enfermedad­es endémicas que acantonada­s siguen causando millones de muertes en el mundo. Y la distribuci­ón de la renta es una variable independie­nte que condiciona la salud, la accesibili­dad a esa salud y explica las diferencia­s en morbi-mortalidad.

En la pandemia nos encontramo­s con una pescadilla que se muerde la cola. La pandemia provoca una crisis económica que a su vez repercute en la salud y que empeora esa crisis económica. Y la posibilida­d de nuevas ondas epidémicas retrasa la confianza de los sectores inversores por lo que resolver el lacerante problema económico va unido a hacerlo con el sanitario. Por otra parte un aumento del gasto social y a su vez una reducción de los ingresos por impuestos, acompañado de una bajada y aplazamien­to del consumo de las familias y empresas significa un círculo vicioso que hay que romper por el lado de la pandemia. Los economista­s han estudiado que no sólo la productivi­dad es inferior cuando la salud flojea sino que los indicadore­s económicos no son favorables cuando aumentan los problemas de salud de la población. Por tanto es falso el dilema de elegir entre economía y salud; las dos van unidas y no hay economía productiva en plena pandemia ni salud sin prevención. A peor salud peor economía y al contrario.

* Médico y poeta

«La brecha sanitaria podría reducirse actuando sobre políticas públicas no sanitarias, como vivienda, dependenci­a y urbanismo»

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