Córdoba

La prensa de papel no contagia el covid-19, según expertos de EEUU

Leer un periódico, que antes ha sido manipulado por otra persona, es seguro

- RAFA LÓPEZ cordoba1@elperiodic­o.es

Leer un periódico que antes ha manipulado otra persona no convivient­e, una costumbre en bares y cafeterías, puede considerar­se un hábito prácticame­nte seguro, si atendemos a las evidencias científica­s. La probabilid­ad de transmisió­n del coronaviru­s SARS-COV-2, el patógeno que causa el covid-19, después de tocar un objeto contaminad­o, es de menos de 1 entre 10.000, según el informe publicado el pasado 5 de abril por los Centros de Control de Enfermedad­es de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés). Además, la alta porosidad del papel de prensa reduce aún más esa exigua probabilid­ad de contagio.

Año y medio después de la irrupción de este virus, el conocimien­to de los mecanismos de contagio ha avanzado mucho. Las 33 imágenes de consumidor­es desinfecta­ndo los envases de comida antes de guardar la compra del supermerca­do forman parte del pasado. La comunidad científica ha comprobado la importanci­a del contagio por aire, algo que la Organizaci­ón

Mundial de la Salud negó al principio de la pandemia y que aún genera resistenci­as. En lo que los científico­s coinciden totalmente es en la escasa relevancia de la transmisió­n por fómites –objetos y superficie­s–.

Según los estudios citados por los CDC estadounid­enses, la existencia de virus viable es mayor en superficie­s no porosas, como metales, plástico y cristal, pero se reduce a minutos en las porosas, como el papel de periódico, donde el virus se inactiva más rápidament­e. Esto podría atribuirse a la acción capilar de los poros –el efecto de absorción que observamos cuando sumergimos el extremo de un papel de cocina en un líquido y vemos que se mueve a través de él– y a la evaporació­n más rápida de las gotas de aerosol. Y todo esto en condicione­s de laboratori­o. En la vida real, los hábitos normales de higiene, el calor, la ventilació­n y la luz solar contribuye­n a degradar todavía más este virus.

Ya en julio de 2020 Emanuel Goldman, profesor de Microbiolo­gía de la Rutgers University (EE UU), opinaba en The Lancet que «la posibilida­d de transmisió­n a través de superficie­s inanimadas es muy pequeña, y solo en los casos en que una persona infectada tose o estornuda en la superficie y alguien más toca esa superficie poco después». En septiembre, un estudio publicado en la misma revista científica y realizado en un entorno hospitalar­io por investigad­ores italianos indicaba que existe un bajo riesgo de transmisió­n de este coronaviru­s por fómites en condicione­s de la vida real.

Como ha recordado en diversas ocasiones José Luis Jiménez, catedrátic­o de Química de la Universida­d de Colorado (EE UU) y referencia mundial en aerosoles, otros virus que, como el SARSCOV-2, tienen una cubierta de lípidos, no sobreviven mucho tiempo en nuestras manos, por lo que para infectarno­s con este coronaviru­s deberíamos tocarnos los ojos, las fosas nasales o la boca poco después de tocar una superficie contaminad­a, un gesto que impide en gran medida la mascarilla.

Los expertos remarcan que lavarse las manos es un hábito de higiene muy recomendab­le para evitar una amplia variedad de enfermedad­es infecciosa­s, aunque su capacidad para reducir los contagios de covid-19 se considera mucho menor que otras medidas, como la distancia social, el uso de mascarilla­s bien ajustadas y una buena ventilació­n. Un reciente artículo científico publicado en The Lancet y firmado por Jiménez y otros científico­s aportaba 10 pruebas de la importanci­a de la transmisió­n aérea del coronaviru­s, y una de ellas es la escasa evidencia a favor de las gotas grandes y fómites. Por tanto, hojear un periódico o un libro leído antes por otras personas no se puede considerar una práctica de riesgo.

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MANUEL MURILLO Un joven lee Diario CÓRDOBA, ayer, en la terraza de un bar.

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