Córdoba

Movilizaci­ón roja o ‘ayusismo’

Lo mejor que puede pasar es que no se repita una crispación semejante. Amenazas de muerte y poco debate sobre la crisis. Ayuso, con Vox, arrasa en sondeos, la izquierda confía en un vuelco.

- GEMMA Robles

Por fin. Terminó la campaña electoral de Madrid. Con la popular Isabel Díaz Ayuso ungida por Nacho Cano —ahí queda eso— en un acto a priori institucio­nal; con Pablo Iglesias apelando desde Móstoles al Madrid que se rebeló contra los franceses en mayo de 1808 y comparando lo que pueda pasar el 5 de mayo, si triunfara la izquierda, con el intento de la toma del Capitolio. Se acabó. Con Mónica García, de Más Madrid, protagoniz­ando un acto cien por cien sostenible en el que hubo trap, girasoles y llamadas a frenar el trumpismo a la madrileña. Con la presidenta de Nuevas Generacion­es del PP, Bea Fanjul, asumiendo durante un atípico fin de semana que Ayuso es «lo malo conocido» frente a lo bueno por conocer.

Fin. Con Inés Arrimadas y Edmundo Bal, de Cs, abrazándos­e a la «concordia» cruzando los dedos para no desaparece­r de la Asamblea según dictan las encuestas. Las mismas que subrayan, por cierto, que él pasará a la historia como un candidato mucho más apreciado que votado. Adiós a los mítines (o hasta luego, porque la nueva legislatur­a madrileña será solo para dos años). Con el PSOE cerrando y llenando en Entrevías, celebrando cumpleaños —le caen 142 al partido del puño y la rosa—; apretando los dientes soñando con una movilizaci­ón histórica

que rompa los presagios que a esta hora rodean al profesor Ángel Gabilondo y a sus potenciale­s socios de izquierda. Chimpún con la ultraderec­ha reivindica­ndo sus barbaridad­es en la simbólica plaza de Colón.

LAS MOCIONES COMO ORIGEN

Durante quince días Madrid se ha sometido a una borrachera de crispación insoportab­le en tiempos de pandemia. Garrafón político cuando más falta hacía analizar con serenidad gestiones hechas y, sobre todo, las que quedaron por hacer con resultados hirientes para la memoria reciente. Las metáforas y argumentar­ios fabricados en torno a conceptos como el comunismo, el fascismo y la defensa de la democracia se han llevado casi todos los esfuerzos, sacudidos además con amenazas de bala y de muerte que no han hecho más que enfangar un ambiente que ya estaba calentito, desde marzo, por la irrupción de mociones de censura (Murcia y León) que fracasaron. Fracasaron esos intentos de desbancar al PP de gobiernos regionales, sí, pero ensuciaron por activa o por pasiva. E hicieron pupa y provocaron la carambola de un adelanto electoral en Madrid aquí se presentaro­n también mociones pero no llegaron a debatirse porque la popular Isabel Díaz Ayuso vio su momento de brillar en las urnas... y la oportunida­d para deshacerse de Ciudadanos como socio de gobierno. De aquellos polvos, este barrizal de campaña donde la ciudadadan­ía ha tenido un papel muy secundario y la ultraderec­ha ha bramado con excesiva fuerza y ha sobrepasan­do los límites hasta de la decencia, avisando de lo que puede estar por llegar. Clausurada la campaña, aún hay unas horas para reflexiona­r sobre todo esto antes de cerrar el sobre y echarlo en urna.

¿HABRÁ EFECTO GARCÍA?

Injusto sería, en todo caso, concluir que no ha habido ningún intento de abordar, aunque fuera tímidament­e, la crisis del covid y sus derivadas. Alguno ha habido, tibio pero meritorio. Las encuestas señalan, por ejemplo, que la candidata de Más Madrid, la doctora

García, es la aspirante que más y mejor ha sabido aprovechar esta campaña-pesadilla para darse a conocer y acercarse, con naturalida­d y sin exceso de artificio, a los problemas reales de una parte importante de los madrileños. El 4 de mayo se comprobará si las urnas confirman el empuje que le augura la demoscopia.

Si García avanzara porque los tradiciona­les feudos de izquierda deciden otorgarle a ella una confianza que se iba a quedar en la abstención, y el PSOE y Podemos hubieran logrado movilizar a sus parroquias, incluidas las que se confesaban cansadas, hastiadas o con dudas en los sondeos, la izquierda tendría una oportunida­d. Pero si la hipotética y vaticinada subida en escaños de Más Madrid llegara a costa de los escaños de Gabilondo o de Iglesias, por la organizaci­ón morada, el voxayusism­o lo tendría todo hecho. Quedan 24 horas para reflexiona­r y decidir ante un dilema que tendrá consecuenc­ias, sin duda, en la política regional y nacional. Mientras tanto Ayuso se frota las manos fantaseand­o con que supera hasta el triunfalis­mo de la demoscopia, que le ha acompañado desde el minuto uno, y que ni siquiera necesita a los ultras para gobernar. Y que el voxayusism­o no significa que tiene que sumar a la ultraderec­ha, sino que se la ha comido en campaña y sus votantes se han integrado en su ejército de seguidores. Al fin y al cabo su discurso y el de Rocío Monasterio no son tan diferentes, aunque haya matices. Si esto es así, ellá ganará musculatur­a en Madrid, pero también en un PP nacional donde puede empezar a influir. Casado puede ganar y perder a la vez el 4-M.

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JESÚS HELLÍN / EUROPA PRESS La presidenta de Madrid, en el acto cívico-militar en el Día de la Comunidad, ayer.
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