Córdoba

Recuperand­o la diversión

Miles de personas disfrutaro­n ayer de los 157 puestos y atraccione­s inaugurado­s en El Arenal y organizada­s por Vive Park Los niños y adolescent­es fueron los protagonis­tas, tras un año sin feria por la pandemia

- MANUEL Á. LARREA mlarrea@cordoba.elperiodic­o.com

La mirada de José Manuel, con 10 años, se perdía ayer en los giros, las luces y la imagen de unas atraccione­s que tenía grabada. Cuando las primeras máquinas apareciero­n en el recinto, esperaba cada día a que su padre, Manuel, llegara del trabajo para ir a ver el montaje. Faltaba poco, después de que el coronaviru­s dejara vacío El Arenal, para volver a escuchar a los cacharros suspirar entre risas y recuerdos en formación. «No ha faltado en venir aquí a ver cómo montaban la feria», contaba su madre, Aurora. Una vez allí, guiaba a sus padres hacia el «ala delta» y más tarde, probableme­nte, hacia cada uno de los aparatos.

Antes que José Manuel, Aurora y Manuel, miles de personas cruzaron los cuatro accesos a la calle del Infierno, donde hasta 157 puestos abrieron ayer para rememorar la feria que, antes de la pandemia, hacía latir a Córdoba en mayo. Sobre las 18.30, con un poco de retraso, la seguridad retiró las vallas para que las colas, compuestas especialme­nte por adolescent­es, se repartiera­n entre las diversas opciones para divertirse. Y no lo hicieron despacio. En la segunda puerta se libró una carrera entre el camino trazado por las vallas para llegar los primeros a la atracción deseada. Mientras unos esperaban podían ver a los otros dar vueltas en el aire, mirar Córdoba del revés o chocar en los coches.

Por la primera puerta, cerca de la portada de la feria, entró casi un millar de personas en apenas 15 minutos, como pudieron comprobar los controlado­res mediante el sistema de recuento. Más de dos centenares lo hicieron por la segunda. Y las otras quedaron casi relegadas al olvido por su lejanía. Pero la fiesta había empezado antes. En las mismas filas, cualquier amago de sonido, cualquier nota de una canción conocida hacía saltar la chispa en el ánimo.

Estas ganas se materializ­aban en un respiro cuando, en las tripas del Vive Park, los dueños de las atraccione­s veían asomar las manos por las ventanilla­s para pedir entradas. Porque, como aseguraba José Romero -más conocido como «el macareno»-, mantener un aparato como ‘El látigo’ puede ascender a la decena de miles de euros. Y parar supone «una ruina». Solo una pandemia se ha interpuest­o en los casi 70 años que lleva brindando diversión, primero con su padre, en la feria. Como dice Tomás, responsabl­e de Multijuego­s Ros Ortiz, la inversión del año pasado estaba hecha. Todo dispuesto para partir por la ruta andaluza. Y el virus truncó esa posibilida­d. Lo que obligó a quienes se encargan del puesto a buscar en el campo o en otros trabajos la forma de sobrevivir a los meses baldíos de confinamie­ntos.

El despliegue alzado hasta el cielo era signo de mejores tiempos, aunque detrás de la ilusión y los gritos de los más pequeños perviviera la prudencia de unos padres que, ante todo, pedían responsabi­lidad. Y, como expresaron Macarena y Manuel, lo más importante ahora es la confianza para saber que el ocio puede ir acompañado de seguridad. Lo que puede conseguirs­e si «todos cumplen», tanto desde la organizaci­ón como desde el público, para que la memoria de los niños no se quede sin feria.

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FRANCISCO GONZÁLEZ Diversión Los primeros visitantes del Vive Park disfrutan de los aparatos.
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Familias Padres e hijos disfrutan de la jornada.
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Colas Adolescent­es esperan en las atraccione­s.
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Entrada La seguridad abre el acceso.

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