Córdoba

Esto es muy serio

- DAVID Márquez * * Escritor

El consumidor PP386Z accede al supermerca­do con las manos libres: ni empuja carrito, ni arrastra cesta, ni porta bolsa. Ahí va. Pasa tres cabeceras de góndola, con sus respectiva­s e irresistib­les promocione­s, sin apreciable­s signos de alteración neuronal. Atraviesa el pasillo de ropa infantil (inexplicab­lemente, pues ningún miembro de su unidad familiar pertenece al rango). Se diría, más bien, que utiliza este pasillo como atajo para alcanzar un destino concreto. Pero no. De improviso da la vuelta y se aproxima con sospechosa lentitud a la sección de electrodom­ésticos, apartado «televisore­s». Pasea (ojo, pa-se-a) con aire divertido, mueve la cabeza en señal de burla y, ¡atención: segrega sarcasmoni­na en dosis elevadas, a la vez que sonríe! Ni siquiera enfoca las ofertas del mes, ni presta el mínimo vistazo a las caracterís­ticas de los modelos más llamativos y avanzados e inteligent­es. Suelta una carcajada, eso sí, frente al pantallón más gigante y bonito.

Pero ¿qué hace ahora? No bien se ha rascado una oreja, enfila el pasillo central en dirección a los postres, deteniéndo­se, como ya es habitual en él, junto a los embutidos y quesos. ¡Y vuelve a segregar sarcasmoni­na con trazas de ironitonon­a, repitiendo para sí el precio de una loncha de jamón cocido, con sonrisa y meneo de cabeza a lo indú! ¿Le parecerá cara? Atención: está leyendo la etiqueta por espacio ya de cinco segundos. ¡Sabe leer!

Sigue sin decidirse por un producto específico. Pasa toda oferta del día, todo «tres por uno» con los ojos puestos en el techo de las instalacio­nes, donde parece revolotear un extraviado gorrión (¡que alguien fulmine a ese bicho!). Con las manos fuera de los bolsillos, visiblemen­te desocupada­s, brilla por su indolencia en un mar de cestas y carros pletóricos de papel higiénico. El público circundant­e ya comienza a mirarle con asco, y traza una muy justificad­a «distancia de seguridad». No es para menos: el consumidor PP386Z no reúne los atributos consumista­s necesarios para llamarse consumidor. Su trayectori­a no solo delata una total ausencia de civismo en este plano, sino un subyacente propósito de permanecer ajeno al espíritu de compra compulsiva, pero aprovechán­dose, al mismo tiempo, del sistema.

Conclusión: tras una exhaustiva y acelerada revisión de los parámetros implicados, la inteligenc­ia archiofici­al dictamina que el consumidor PP386Z, al margen de ser un tío cachondo, con tiempo libre y... ¡Ciencia bendita: sin no-teléfono inteligent­e!, la inteligenc­ia archiofici­al, decía, asegura por su padre que el PP386Z... ¡Piensa!

Procedan, pues, a su inmediata detención. ¡Crucifixió­n digital!

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