Córdoba

El negocio del porno falso

- ENRIQUE Benítez Palma * * Economista | @ebpal

Filmin, la plataforma española de cine y series de calidad, acaba de estrenar ‘Selftape’, una serie de producción propia sobre las hermanas Vilapuig, Joana y Mireia, que se hicieron famosas en su adolescenc­ia gracias a la serie ‘Pulseras rojas»’ para luego caer en el olvido. En una entrevista concedida a ‘El Periódico’, afirman que «al rodar una escena de sexo puedes acabar en una página porno», un titular que puede parecer llamativo pero que es real, debido al mal uso de algunas herramient­as basadas en la Inteligenc­ia Artificial.

La primera víctima famosa de un falso vídeo porno, es decir, de un vídeo porno en el que se inserta el rostro o el cuerpo de una mujer que no es la que lo ha rodado, fue Gal Gadot, en 2017, poco después de su conversión en un icono sexual global. Su pecado no fue otro que protagoniz­ar con éxito ‘Wonder Woman’. Millones de varones comenzaron a soñar con ella, y de ahí a fabricar un vídeo falso, que sería viral, sólo hubo que dar un pequeño paso.

La combinació­n de tecnología asequible, machismo y negocio es terrorífic­a. La revista especializ­ada ‘Porn Studies’ ha publicado varios trabajos académicos que desbordan lo que creíamos saber sobre la misoginia y algunos patrones masculinos de conducta. El uso de estas herramient­as para elaborar y difundir vídeos vengativos (‘revenge porn’) o hacer virales contenidos sexuales no consentido­s forma parte de las investigac­iones más recientes y clarificad­oras sobre el aprovecham­iento de estas tecnología­s para amenazar a la población femenina.

‘The Guardian’ y la cadena estadounid­ense NBC han publicado en poco tiempo diversas noticias de interés. Destaca el trabajo de la NBC, cuyo titular no deja lugar a dudas: «Encontrado a través de Google, comprado con Visa y Mastercard: dentro de la economía del porno deepfake». Este trabajo periodísti­co de investigac­ión demuestra que el negocio del porno falso no consentido ha permanecid­o en gran medida oculto, pero es fácilmente accesible y algunos creadores aceptan las principale­s tarjetas de crédito.

No parece posible seguir apelando a la ética en un mundo digital convertido en un territorio salvaje, desprovist­o de valores. Moira Donegan revela en ‘The Guardian’ que el 96% del material audiovisua­l fake que circula en las redes es porno. Que no nos distraigan con fotos falsas del Papa o de Trump detenido. El verdadero negocio está en convertir a cualquier mujer en la estrella de un vídeo falso. La libertad también tiene que ver con esto.

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