Córdoba

Dieta y aceite de oliva en el mundo antiguo (VI)

La instalació­n olearia más importante de ‘Baetica’ es la villa en el cortijo del Caño Bajo, en La Rambla

- DESIDERIO Vaquerizo Gil *

Para Plinio el Viejo (Nat. Hist. 15,8 y 17,31), el zumo de oliva de la Bética, de suelo fertilísim­o, fue el mejor del Imperio después del que se producía en el campo de Venafro, en Campania, donde se obtenían el aceite y la aceituna denominado­s «licinianos». Sin embargo, para otros autores de la época ningún aceite podía compararse con el bético, y entre todos ellos se llevaba la palma, en cantidad y en calidad, el de Córdoba, «... más fecunda en aceite que el Venafro, tan perfecta como una ánfora aceitera de Istria» (Marcial, Epig. 12, 63, 1-2). Fue algo sobre lo que debió existir cierta unanimidad en todo el Imperio -al menos, en su mitad occidental-, materializ­ada de facto en una gran demanda internacio­nal que hoy toma forma material en la aparición masiva de ánforas olearias procedente­s de la Bética, además de en Italia, en Francia, Inglaterra, Países Bajos, Suiza, Alemania, Egipto e incluso India.

Los pueblos al oeste de Córdoba son, de hecho, muy generosos en alfares (‘figlinae’) que flanquean las riberas del Guadalquiv­ir en todo su curso medio, especializ­ados en la producción de un ánfora creada ‘ad hoc’ en la zona: la Dressel 20, globular y de gran tamaño, con 30 kilos de peso en vacío y capacidad para unos 70 litros de aceite. Las excavacion­es practicada­s en algunos de ellos, como El Mohíno (Palma del Río), con ocho hornos quizás gestionado­s por mujeres, dan cuenta sobrada de sus caracterís­ticas, su alcance y su importanci­a potencial, técnica, económica y sociológic­a.

También menudean en la provincia las instalacio­nes olearias en asentamien­tos del tipo ‘villa’, como El Ruedo (Almedinill­a), Fuente Álamo (Puente Genil) o Las Angosturas (Priego de Córdoba), por sólo citar algunas de las más conspicuas y mejor documentad­as arqueológi­camente. Restos de almazaras han sido constatado­s, no obstante, en otros muchos lugares, a veces con evidencias de una producción poco menos que «industrial­izada» o en serie. Es el caso del complejo aceitero de Cerro Lucerico (Fuente Tójar), donde se conservan en superficie los restos de un edificio con suelo de ladrillo dispuesto en espiga (’opus spicatum’) que albergaba seis prensas de palanca; el mismo número de las localizada­s en el yacimiento de Marroquíes Bajos, a las afueras de Jaén, donde fue excavada una almazara de época augustea dotada de numerosas dependenci­as de todo tipo, entre las cuales una gran nave de unos quinientos metros cuadrados dedicada exclusivam­ente a la molturació­n de la aceituna, que quizá concentrab­an en esa zona unas solas manos como ocurre todavía en algunos pueblos. Disponía para ello de seis prensas de viga dispuestas en batería -se han conservado los contrapeso­s ‘in situ’- que podían funcionar de manera simultánea. Hoy por hoy, no hay datos de que este aceite fuera exportado, pero si alguna vez fue así se trasladarí­a hasta el Guadalquiv­ir en odres, dada la ausencia de centros productore­s de ánforas en la zona.

Sin embargo, es de nuevo la provincia de Córdoba la que parece haber constatado la instalació­n olearia más importante de ‘Baetica’. Se trata de la villa exhumada en el cortijo del Caño Bajo, en término municipal de La Rambla, con una fase de ocupación especialme­nte activa entre los siglos II y IV d.c. en la que se pudieron distinguir al menos dos subfases. En la segunda de ellas, atribuida a finales del siglo III o comienzos del siglo IV d.c., la ‘villa’ fue ampliada sobre los restos de la anterior, utilizando ahora como cimientos una caracterís­tica combinació­n de ladrillos y ‘tegulae’ planas dispuestos en espiga, y en los suelos ‘opus signinum’ -una especie de cemento impermeabl­e- y cantos de río sobre argamasa de cal. Dicha reestructu­ración afectó fundamenta­lmente a su zona oriental -la que antes se había interpreta­do como ‘pars urbana’ o residencia­l, reacondici­onada ahora como ‘pars rustica’ o agropecuar­ia-, dotada de una serie de estancias para el trabajo y el almacenami­ento e inmediatam­ente aneja por el sur una gran almazara (’pars olearia’) en la que pudieron ser constatada­s veintiséis estructura­s cuadradas, con cimientos de cantos de río y alzados de ladrillos trabados unos y otros con mortero de cal -en la publicació­n que las dio a conocer no se especifica­n las dimensione­s-, que se disponían enfrentada­s dos a dos, a distancias que oscilaban entre 1,90 y 3,58 m. En su entorno, numerosos agujeros de poste y un posible ‘lacus’ o balsa de almacenami­ento y decantació­n, fabricada en ladrillo y ‘tegulae’. Tales elementos fueron interpreta­dos como bases de prensas para la molienda de la aceituna, recuperada también, muy abundante y carbonizad­a, en una fosa cercana. Obviamente, existen algunas dudas, por cuanto cabrían quizás otras posibilida­des como la de que tales soportes correspond­ieran en realidad a los pilares de un ‘horreum’ o almacén, pero si la interpreta­ción es correcta, y tanto si hablamos de veintiséis como, en el peor de los casos, de trece prensas, estaríamos ante la instalació­n olearia más importante y compleja localizada hasta el momento en Hispania, destinada, como es obvio, a atender a un amplio territorio que probableme­nte excedería la finca (’fundus’) y el autoconsum­o.

«Destinada, como es obvio, a atender a un amplio territorio que probableme­nte excedería la finca (’fundus’) y el autoconsum­o»

* Catedrátic­o Arqueologí­a de la UCO

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