Córdoba

Enredos legales para parar un tren

- LOLA de Toro *

Regresaba hace unos días desde una localidad madrileña hacia Córdoba y en mi traslado en cercanías hasta Atocha, -con tiempo más que suficiente para tomar un café en la estación-, me entretuve en ir leyendo una revista jurídica que recogía todos los inconvenie­ntes del caos normativo para una buena y necesaria salud empresaria­l.

Recogía el artículo el análisis del que fue mi profesor Federico Durán, y decía que el coste que supondría adaptarse a los planes de igualdad, a los de diversidad, a los de protección de datos, a la próxima ley de protección al denunciant­e, etc., podría tener justificac­ión en grandes empresas pero no en un país con mayoría de micropymes, afirmando que ello daría al traste con la creación de empleo y con la deseable reducción de la tasa de desemplead­os.

Hasta tal punto alcanza la incertidum­bre legislativ­a que un compañero laboralist­a destapó en redes cómo, desde el 28 de febrero, la Ley sobre Infraccion­es y Sanciones del Orden Social cuenta en uno de sus artículos, con dos redaccione­s diferentes y ambas válidas. Ese día se publican en el BOE la Ley de Empleo y la Ley Trans y las dos modificaba­n ese artículo, cada una a su manera. Según la Ley de Empleo, a los aspirantes a un empleo no se les puede solicitar datos relativos a su salud, prohibició­n que no recoge la modificaci­ón del mismo precepto que hace la ley emanada de Igualdad.

Iba yo ensimismad­a en dicho embrollo jurídico cuando comprobé que mi cercanías se detenía en Chamartín y no en Atocha, -estaba la línea en obras-. Al hacer transbordo, llegué a Atocha con la hora justa de no perder el AVE. Lo cogí, pero el equivocado. Salté dentro en el coche 8 porque al 23 no llegaba por el andén y cuando seguí caminando por dentro me percaté de que el tren acababa en el coche 12 y que había cogido el directo a Sevilla sin parada en Córdoba.

Agradeceré eternament­e al supervisor, Sr. Caballero, a la azafata y al maquinista, que movieron todos los hilos habidos y por haber hasta conseguir autorizaci­ón para detener el tren unos escasos segundos para permitir mi bajada en Córdoba. Me quitaron cualquier duda sobre si merece la pena viajar con Renfe o con otras compañías de bajo coste y, además, por unos segundos, me hicieron sentirme con la importanci­a, o con el despiste suficiente, como para parar un tren.

* Abogada especialis­ta en Derecho del Trabajo y Seguridad Social

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