Un enigmático silbido

En las noches de primavera y verano, cuando por fin la ciudad duerme y los ruidos son cada vez más tenues, si paseamos por cualquiera de nuestros parques o avenidas arboladas, casi con toda seguridad escucharemos unos rítmicos silbidos: -diu, diu, diu…. Cada nota está separada de la anterior y la siguiente por una pausa de duración constante, de dos a cuatro segundos.

Tal ritmicidad nos hará dudar de si es un ser vivo o una máquina automática quien realmente produce el pertinaz sonido.

Por mucho que nos esforcemos por descubrir al responsable entre las ramas del árbol de donde parece proceder el ruido, difícilmente llegaremos a sorprenderlo. Por fin, a la luz de las farolas, se vislumbra el vuelo fugaz de un ave de un tamaño de un mirlo, o un zorzal, que silenciosamente se ha pasado de un árbol a otro, desde donde reanuda su rítmico silbido.

El autillo es el más pequeño de nuestros búhos. Presenta unos pinceles muy prominentes en la cabeza, lo que nos hace imaginarlo como un búho real en miniatura. El plumaje es de color grisáceo, e imita a la perfección el aspecto de los troncos y cortezas de los árboles que frecuenta.

Podremos escuchar al autillo hasta mediados de octubre, ya que con la llegada del otoño emprenden el viaje hacia sus cuarteles de invernada, situados en África tropical. De nuevo, a finales de febrero, se volverán a escuchar los primeros cantos del pequeño y enigmático búho, anunciándonos un año más la llegada de la primavera, y recordándonos, que a pesar de los ruidos y la contaminación, en la ciudad quedan resquicios de vida salvaje.