Entre la poesía y otras visiones de la historia
Roca Barea mira a Zugarramurdi y la Fundación Gala repasa sus versos
LBen Clark y Cristian Alcazar debatieron con el público sobre las dificultades de publicar en el mundo editorial
a organización de la 48º Feria del Libro de Córdoba ha querido dibujar una edición con predominancia del ensayo y donde las ficciones motivasen el debate. De ahí la participación de nombres como Elvira Roca Barea, autora de controvertidos títulos como Imperiofobia y la leyenda negra y quien ayer presentó en Córdoba su última obra, Las brujas y el inquisidor, ganadora este año del Premio Primavera de Novela.
Desde Dostoievski a Umberto Eco, la introducción en la cultura popular sobre el arquetipo del inquisidor malvado y cruel ha estado distorsionada. Al menos eso propone la novela de Roca Barea, donde toma relevancia Alonso de Salazar, una figura poco apreciada por la historia hasta el punto de casi haberla trasladado al anonimato dentro del caso de brujería de la aldea navarra de Zugarramurdi. Este inquisidor, en cambio, hizo uso de la razón para poner paz en uno de los momentos de histeria colectiva más sonados en la España del siglo XVII, cuando las guerras de religión y los conflictos políticos llevaron a una masiva caza de brujas en Europa.
«Hemos aplastado la palabra ‘inquisidor’ con connotaciones malvadas, pero no se tiene en cuenta que en aquella época eran los propios aldeanos quienes se acusaban unos a otros de brujería», comentó la autora. «Alonso de Salazar fue una figura clave ya que, en lugar de creer a los testigos, buscó evidencias reales para convencer a la Inquisición y, a partir de ahí, se produce un cambio legislativo por el que se dejan de cursar las denuncias por brujería», explicó. Para la autora, que ha querido crear «un puzle» para que el lector «se haga una idea de lo que realmente ocurrió en Zugarramurdi», la idea comenzó durante unas vacaciones familiares en caravana por Navarra y tras leer los estudios del antropólogo Caro Baroja. Ayer incitó a pensar «si lo que ocurrió en esa aldea fue únicamente un caso de brujería o hubo otros factores», señaló.
Un planteamiento muy diferente al del periodista Ernest Callís, galardonado con el último
Premio de Novela Rural de la Diputación de Córdoba por su novela Negrito, donde se aborda un pasado familiar esclavizador, y que el autor presentó junto a la delegada de Cultura, Salud Navajas.
Pero si hubo un nombre con presencia en la jornada de ayer fue el de Antonio Gala, autor del prefacio de Islas Errantes, la antología nacida de la colaboración con la fundación Huerta de San Vicente, editada por Juancaballos de poesía, con prólogo de Antonio Molina y que recoge los veinte años de producción poética en la Fundación Gala. El escritor Ben Clark trasladó al público la idiosincrasia
de un volumen que refleja «la soledad del creador, pero también su necesidad de conectar con el público», de ahí un título extraído de una cita de Gala. Por otro lado, Cristian Alcaraz recitó algunos de sus versos antes de abrir un coloquio con el público, donde se debatieron las dificultades de acceder a los espacios de publicación.
Así se dio en esencia una jornada donde no faltaron, como es habitual, los encuentros de autores con el público juvenil, como hizo Gustavo Martín Garzo con El país de los niños perdidos, un día después de presentar su novela.