«No hay partido que me quiera en sus filas, soy un tipo muy independiente»
Llegó a la dirección de ETEA en 2008, en plena crisis del ladrillo; en 2011, se embarcó en la titánica misión de levantar desde cero la Universidad Loyola Andalucía. En el camino, se cruzaron varios cambios de gobierno, una pandemia, una guerra internacional y una crisis económica que ha puesto boca abajo Europa. Nada de eso le ha restado un ápice del entusiasmo y la templanza que caracterizan a Gabriel Pérez Alcalá, el único rector laico de una universidad jesuita en Europa y el único fundador de una institución como esta. En septiembre, tras cumplir los tres mandatos que la Compañía de Jesús establece como máximo para un rector, dejará el timón de Loyola en manos del catedrático de ingeniería Fabio Gómez-estern. Tiene 62 años, pero no se quiere jubilar, le quedan muchas cosas por hacer. Cuenta que de pequeño, cuando iba de visita con su madre, ella solía advertir: «No os preocupéis con él que se entretiene solo». Sigue igual.
– ¿En qué momento vital le llega el relevo, le apetece dejarlo, está cansado?
– Yo no estoy cansado del cargo ni de trabajar, me sigue apasionando el proyecto de Loyola y aquellos que me conocen saben que tengo cuerda para rato. No es cuestión de cansancio sino de normas, aunque también creo que es bueno que haya limitación de mandatos. A la universidad le va a venir bien este cambio por varias razones. La primera, porque los liderazgos se desgastan y, dentro de la continuidad, hay que introducir savia e ideas nuevas para que haya cierta renovación. Me parece oportuno el cambio generacional. La Universidad está reconocida y se está empezando a consolidar, por eso es bueno que se incorpore una generación más joven, bajar la edad media de los que estamos en primera línea. Además, puedo garantizar que el nuevo rector es mucho mejor que el que se va. Empieza un periodo diferente, es el momento de que la buena Universidad que hemos creado se expanda, de hacerla más sólida y coherente y que tenga más presencia. Yo haría la comparación de este proceso con las figuras históricas del conquistador que va extendiendo dominios, y el hacedor de imperios, que es el que lo administra, lo consolida y lo proyecta en el futuro. Ese será el papel de Fabio Gómez-estern, el de constructor del imperio.
¿Su sustitución por un rector sevillano desplazará el centro de poder de Loyola a Sevilla?
– – Nosotros no vemos la universidad como un ente dividido en dos centros, para nosotros solo hay uno, por eso gran parte del profesorado que da clase en Loyola en Córdoba viene de Sevilla y una parte relevante de los docentes de Empresariales de Sevilla van desde Córdoba. Para nosotros, no existen dos campus, tenemos dos edificios en el mismo campus que están separados por ciento y pico kilómetros. De la alta dirección de la Universidad, una parte vive en Sevilla y otra en Córdoba, y yo he estado viviendo entre Córdoba y Sevilla, como hará Fabio ahora. En todo caso, el peso del campus de Sevilla es indudablemente mayor que el de Córdoba porque tenemos muchos más alumnos, pero la dirección de Loyola no piensa en Córdoba versus Sevilla.
– ¿El resto de su equipo cesará con usted?
– Según los estatutos, con el rector solo cesan vicerrectores y secretario general. Esto no es como la Universidad pública, donde hay una candidatura que sustituye a la anterior. Los demás miembros del equipo: Gerencia, Recursos Internacionales, Recursos Humanos, Marketing y Comunicación, etcétera permanecen, igual que decanos y directores de departamento. El nuevo rector, en diálogo conmigo, evaluará personas y veremos quién es conveniente renovar y quién no y propondrá al patronato los cambios que estime convenientes. Eso se hará en septiembre, pero igual que adelantamos mucho el nombre del nuevo rector, en los próximos meses, empezaremos a hablar de personas que puedan sustituir a aquellos que salgan de sus cargos. En cualquier caso, el relevo no supone un cambio de estrategia de la Universidad ni de los proyectos que están en marcha. Nosotros no hacemos nunca cambios bruscos.
– ¿Qué planes tiene, volverá a la docencia o es posible que salte a la política como hizo el rector de la UCO, que ahora es consejero de la Junta?
– A partir de septiembre, volveré a mi cátedra a dar clases y a la investigación. Tengo alguna oferta de universidades extranjeras, de Alemania, Austria y EEUU, para hacer pequeñas estancias, que también hacía antes de ser rector. Por lo tanto, nada nuevo. Vuelvo a la situación de 2008 cuando me hice cargo de la dirección de ETEA.
– ¿Ningún partido político le ha lanzado el anzuelo?
– Yo soy muy políticamente incorrecto. No hay ningún partido que me quiera en sus filas porque yo tengo un pasado y mis ideas sobre política económica están escritas y publicadas. Soy un tipo muy independiente. Primero, ellos no me querrían y hacen bien en no quererme y yo no tengo ningún interés, no por el servicio público, eso siempre lo he tenido, pero no un perfil político, ni la capacidad de exposición de los políticos. No creo que sea útil para ellos y tampoco tengo un especial interés. Esto no significa que no me guste la política. Como economista, he tenido mucha relación con las administraciones y tengo amigos en todos los partidos. Y además, ya no cumplo cuota, salvo la de la tercera edad.
– ¿Qué materias va a investigar en esta etapa?
– Volveré a mis temas de antaño, la valoración de políticas públicas. Uno de los temas más llamativos es si el gasto educativo distribuye rentas porque sobre eso hay mitos muy curiosos. Se puede demostrar con datos que el gasto público distribuye rentas si se concentra en los primeros niveles educativos. Otro tema serán las trampas de pobreza como el PER, que perpetuó zonas deprimidas en las que la gente no se formó porque no tenían incentivos para formarse ni para montar empresas, también en el efecto de la distribución del gasto sanitario.
– ¿Piensa jubilarse joven o alargar al máximo sus años en activo?
– No pienso para nada en la jubilación. La Universidad es uno de los ejes de mi vida. Yo lo que quiero a partir de ahora es ser el mejor exrector del mundo.
– ¿Entre las tareas pendientes en Infraestructura está la construcción de un nuevo edificio en el campus de Córdoba?
– Se va a construir en Sevilla, en Córdoba lo que se hará en verano es una profunda remodelación del edificio 3, donde está la biblioteca y la cafetería, donde van temas de Ciencias de la Salud. Ahí habrá una inversión importante, pero hacer un edificio en Córdoba... No son tiempos porque la construcción está carísima, el campus de Córdoba tiene una buena dimensión para los grados que tiene y luego recordemos que Córdoba está empezando a vivir su invierno demográfico y eso afecta a las universidades. La provincia ahora tiene la misma población que en el año 2000 y la de la ciudad también está estancada, no hay más que ver lo que está pasando en los colegios. Esa caída va a llegar a la universidad dentro de nada. En la UCO, llegó a haber más de 20.000 estudiantes y ahora está en unos 15.000. Pensar en que vamos a seguir invirtiendo en el campus de Córdoba con esta perspectiva... Esto no pasa en Málaga o en Sevilla. La crisis del 2008 destrozó empresas muy grandes de Córdoba que anclaban profesionales de media y alta cualificación que no han sido absorbidos por otras empresas y que se han ido. En la década de los 80, pasó igual con el sector industrial del cobre y la joyería. ¿Qué queda entonces para estos trabajadores? La administración pública y tres sectores que absorben poca mano de obra universitaria, la industria agroalimentaria, el turismo y el comercio.
– Se va justo cuando va a ver la luz el nuevo campus sanitario de Loyola, que tanto le ha costado encauzar. ¿Le quedará la espina de
no ser rector el primer curso?
– En absoluto, no hay nada personal ni espina por eso. Es cierto que en 2015 ya soñé con ello y que no se ha conseguido hasta 2023. Este ha sido para mí uno de los grandes temas, pero no es el único que se queda a medias, pero uno no puede pensar en esos términos o no se despegaría de los cargos. La vida continúa y estoy muy contento de que bajo mi mandato se haya logrado obtener los títulos de Ciencias de la Salud. Me habría gustado conseguirlos mucho antes, como me habría gustado que no hubiera pandemia y otras cosas. Estoy muy esperanzado, hemos tenido mucho éxito con las pruebas de la semana pasada y en cuanto lleguen los permisos, se pondrá todo en marcha.
«No quiero jubilarme, yo lo que quiero ahora es ser el mejor exrector del mundo»
«Si una universidad solamente se fija en las salidas laborales, pierde su sentido»
– Dice que no le quedan espinas. ¿Qué balance hace del camino recorrido?
– Efectivamente, no me quedan espinas. Al contrario, doy gracias a la providencia y la Compañía de
Jesús porque me permitieron a mí y a mi equipo soñar una Universidad y nos han apoyado hasta ponerla en pie. Me llevo lo global, el haber podido empezar con el sueño de una universidad moderna, internacional, flexible, más anglosajona que española y con haber podido ponerla en marcha y crear casi 450 puestos de trabajo. Nos vamos satisfechos. Todo proceso tiene errores y a mí me habría gustado cometer menos, pero me quedo con el deber cumplido y con el honor que se me hizo al permitirme montar Loyola, no miro atrás para ver si hay cosas que hubiera hecho de otra forma. Soy un hombre optimista y vital y miro al futuro, el pasado no me interesa.
Otra de las grandes apuestas de Loyola ha sido la comunicación, con una facultad vinculada a las artes que llega en un momento complicado en los medios. ¿La comunicación tiene futuro?
– – Radicalmente, sí. Nosotros queríamos ser una universidad completa y eso implica que nada de lo que define al ser humano, a la sociedad y su cultura puede estar fuera de la reflexión y la enseñanza, haya más o menos gente. Por eso tenemos una facultad de Teología en Granada, vamos a tener ciencias de la Salud, lo sano; Derecho, lo justo; Ingeniería, lo útil, y Ciencias, lo cierto. Reflexionamos sobre todo y por eso había que incorporar la reflexión sobre lo bello, lo digital y lo comunicativo. Hemos mezclado arte y comunicación porque el arte no deja de ser un lenguaje comunicativo y la cultura se hace a través de la comunicación y el arte.
– Yo me refería a las salidas laborales.
– Si una Universidad solo se fija en las salidas laborales pierde su sentido. Ese hincapié que hacemos en España en que todo lo universitario tiene que tener salida profesional es un error porque empobrece el debate intelectual y universitario y a la sociedad intelectualmente. Nos empobrece de tal manera que aquí no tenemos filósofos ni hay artistas que estén dentro de la Universidad. En España, no llamamos intelectuales a los profesores universitarios, algo impensable en Alemania, Francia, Reino Unido o Estados Unidos, donde los intelectuales están dentro de la Universidad. Aquí llamamos intelectual a cualquier actor.
– Pero los nuevos universitarios tendrán que trabajar.
– El problema es que no se han hecho bien los análisis. La gente piensa que en los últimos cinco años los sectores que más han crecido y van a crecer son los sanitarios y no es cierto. El mayor crecimiento se ha dado en las artes. La producción artística, música, series y todo lo que tiene que ver con el entretenimiento es una parte creciente del PIB mundial y de la economía desarrollada. En la pandemia creció tanto como lo sanitario. El siguiente sector con más proyección es el digital y el tercero, el sanitario. Por eso, Loyola amplía las tres ramas: arte, digital y salud. Ahí va a haber actividad. Lo que no sabemos es qué profesiones habrá. Así como las sanitarias tienen profesiones reguladas, en lo digital, cada vez hay más variedad y entre el loco informático autodidacta y el ingeniero informático, hay miles de profesiones diferentes, en lo artístico y lo comunicativo igual. La comunicación no es solo el periodismo, también Instagramers, Tiktokers... Todo eso está saliendo fuera porque las universidades no se han preocupado de reflexionar sobre la comunicación sino de mantener unas profesiones determinadas. Estoy convencido de que habrá muchas profesiones vinculadas a la comunicación en un mundo con tanta información. También se van a necesitar más comunicadores fiables que creen opinión cimentada sobre hechos ciertos en cuanto se aclare un poco el caos actual.
Se está tramitando la incorporación de nuevas universidades privadas en Andalucía. ¿Cree que hay sitio para más?
– –A mí me parece que el debate universitario en España es increíblemente superficial y aburrido. Ese debate se planteó en el siglo XIX y se volvió a abrir en la época de Franco, cuando solo se admitieron cuatro universidades privadas y porque la Iglesia presionó. Dicho esto, ¿caben más? Depende. Si mañana viniera Harvard para montar un campus, seríamos estúpidos si dijéramos que no. Si viniera el MIT, también privada, igual. Yo siempre comparo el sistema universitario andaluz con el de Massachusetts, un estado con 7 millones y pico de habitantes y 44 universidades, entre públicas y privadas, universidades de primerísimo nivel donde hay más de 30 premios Nobel dando clase. La renta media per cápita es tres veces la andaluza. De lo que se trata es de atraer a universidades punteras porque así, seguro que no tendríamos la descapitalización de gente joven que estamos teniendo y atraeríamos un volumen de inversiones y empresas que no atraemos. Igual habría que revisar si la política universitaria de los últimos 40 años ha sido la adecuada para atraer eso. A lo mejor el debate no es si universidades públicas o privadas, si muchas o pocas, sino si tenemos universidades de calidad y qué exigencias de inversión, presencia en el territorio, calidad académica, internacionalización e investigación ponemos a las universidades para instalarse aquí.
– Hay profesores de Loyola que se van a la pública en cuanto pueden. ¿Tienen previstas medidas para estabilizar al personal?
– La estabilidad de Loyola, en términos de contrato, es mayor que en cualquier universidad pública. Más allá de los salarios, la carrera universitaria es mejor también porque no tienes que competir de la misma forma, quitándole la plaza a alguien para ser titular porque cumpliendo una serie de requisitos, se adquiere. Respecto a que se van, solo es cierto en algunas carreras como Psicología, aunque en un pequeño porcentaje del total. Esto no ocurre en Empresariales, Economía pura ni en Ingeniería, donde los profesores llaman a nuestra puerta. Las dificultades para reclutar docentes en algunas carreras como Derecho o Informática las tenemos todos, pero no tenemos una salida masiva de profesorado y la mayoría de los casos que se dan es porque hay personas con vocación de una estructura universitaria diferente a la nuestra, que aspiran a ser funcionarios en una Universidad pública. Eso lo acepto y lo comprendo. En cualquier caso, para las 40 plazas de Ciencias de la Salud, hemos tenido más de 180 peticiones, muchos profesores de la pública que se quieren venir a Loyola y en Ingeniería, igual.
«El debate no es si públicas o privadas, se trata de atraer a las universidades más punteras»
«Los profesores que se van de Loyola no se van por el sueldo que es muy competitivo»
– ¿Los sueldos de los docentes
de Loyola son competitivos?
– Sí lo son. Los profesores que se han ido no se van por el sueldo, que es muy competitivo, sobre todo, para los buenos investigadores. El salario base es similar al de la pública y los complementos son superiores. Además, hay incentivos anuales de investigación que, si publicas, se suman. Por eso, los buenos docentes e investigadores tienen una progresión profesional importante y anualmente puedes ganar más dinero. El otro día, un profesor de la Universidad de Sevilla me preguntó esto y cuando le expliqué, me dijo que ganaría mucho más con nosotros. El problema es que hay un mito porque las universidades privadas chiringuitos de Madrid pagan mucho menos. Hay dos convenios colectivos y eso mucha gente no lo sabe. Navarra, Comillas, Deusto, Loyola, Ramón Llull tenemos tablas salariales diferentes, muy por encima del convenio.