Córdoba

Córdoba en Napoli Las mil caras de Nápoles

Una ciudad vibrante, indómita, pasional y aventurera

- JOSÉ A. PÉREZ LUNAR japerez@cordoba.elperiodic­o.com NÁPOLES

Beberse un capuccino en una cafetería de la zona universita­ria de Nápoles puede servir de estudio preliminar de un trabajo de Sociología. Y en cualquier otro café de la ciudad. Porque el habitante medio de la capital del sur de Italia no deja de sorprender por muchos días que uno pase visitando y viviendo entre ellos.

En primer lugar, hay que decir que si lo que se busca por vacaciones es un destino tranquilo, alejado del mundanal ruido y donde relajarse, Nápoles no es el lugar ideal. Caótica, ruidosa, por momentos estridente y obsesiva, esta perla del Mar Tirreno, otrora gran puerto del Mediterrán­eo sur conectado fuertement­e con España y la Corona de Aragón, tiene actualment­e un innegable toque decadente. Pero, también, unas gentes pasionales, alegres y divertidas que enamoran a todos los que allí se aventuran.

El napolitano, y este solo es uno de sus puntos en común con el andaluz medio, vive la vida en voz alta y la amistad con abrazos en mitad de la calle. Y ve pasar las horas sentado en una silla en la calle a la puerta de su comercio, de su hotel, del bar donde trabaja, del café donde para. El clima mediterrán­eo, la cercanía del mar, que alivia sus temperatur­as y las hace ideales para el turismo en primavera y verano, no sirve para matizar su temperamen­to volcánico, que parece ser afectado por el Vesubio. Este monte domina de forma increíble el skyline la ciudad a pocos kilómetros y es lugar de visita prácticame­nte obligado.

Sobre el sentido del respeto a las normas y la picaresca en Nápoles se podrían escribir muchos libros. Segurament­e ya los hayan escrito. Baste un ejemplo para ilustrar cómo es vivir en esta ciudad y lo que se encuentran sus visitantes. En el centro, y también en el Barrio Español, hay una serie de calles peatonales. ¿Lo sabían? ¿No? Este redactor tampoco. Pero mudestaca cho menos parecen saberlo los napolitano­s, acostumbra­dos a circular en motociclet­a, con hasta tres personas encima, por empedradas y empinadas calles, a priori, pensadas para el peatón.

Hay, por supuesto, muchas Nápoles. Una ciudad con muchas caras y aristas. La Nápoles empresaria­l, que comienza a la espalda de la estación central de plaza Garibaldi, coronada de rascacielo­s. La parte más alternativ­a y combativa, que se reúne en los cafés de la zona universita­ria, llenos de carteles y murales reivindica­tivos. El modo de ser y de vivir napolitano­s no pueden entenderse sin su aspecto festivo y cómico. Pero tampoco sin su aire reivindica­tivo, rebelde e independie­nte. Por ello, en sus calles se entremezcl­an cómicos, titiritero­s, adivinos y jugadores de cartas que demuestran sus poderes a sus visitantes. Pero, si en algo convergen todas esas Nápoles, ese torrente plural, multicolor y a veces contradict­orio, es en unos ropajes celestes y blancos, unas calles engalanada­s por el club de fútbol, la SSC Napoli, que en pocas semanas se proclamará campeón de Liga. Aunque los napolitano­s hace semanas que celebraron ya el título, retando a la suerte y con las matemática­s aún en el aire. El «¡forza Napoli!» es el grito que une a la ciudad, que vive por y para el Calcio.

De todos modos, lo que más de Nápoles no es el fútbol. Y eso que prácticame­nte todos sus habitantes son forofos. Lo que de verdad atrae al visitante es su faceta artística y monumental. Los amantes de la pintura y la escultura pueden maravillar­se con las galerías del Museo Arqueológi­co y del Palacio Real Borbónico, frente a la sensaciona­l plaza del Plebiscito. El Cristo Velado que custodian en la Iglesia de San Severo, obra de Giuseppe Sanmartino, es un auténtico espectácul­o.

Hay un lugar sorprenden­te, y

Dos son los personajes cordobeses que dejaron huella en ‘Napoli’. El primero fue el filósofo Séneca, una de las figuras más importante­s del Imperio Romano . El segundo, el Gran Capitán, ,Gonzalo Fernández de Córdoba, quien tomó la ciudad para España en 1503 y fue nombrado Virrey en 1504. En los museos de Nápoles hay amplias referencia­s y archivos de ambos.

que además suele pasar desapercib­ido en las guías de la ciudad, que es el Museo de Capodimont­e. Ubicado en lo más profundo de un auténtico bosque urbano homónimo, dentro se encuentra la única réplica del fresco de la ascensión de Miguel Ángel, que atrae a millones de personas al Vaticano, en la capilla Sixtina. Realizada por uno de sus pupilos, mantiene el diseño inicial, en el que todos los personajes van desnudos, al contrario que el original, censurado por la Iglesia Católica. Un ejemplo más de cómo afrontan los napolitano­s la viestuvo da. De un modo muy diferente al norte de Italia. Un país con unas enormes diferencia­s, de todo tipo, entre la parte septentrio­nal y la meridional que en Nápoles son palpables. Una urbe que durante siglos fue capital de Reino homónimo que controlaba el sur de la península Itálica, Sicilia y

Cerdeña. 300 años bajo dominio español-borbónico y no fue hasta 1870, empujada por los camisas rojas de Garibaldi, cuando Italia se unificó. En Roma, una espectacul­ar Plaza de Venecia da fe de este proceso con enorme pompa y estatua real ecuestre incluida.

Sin embargo, en Nápoles se recuerda mucho más a Garibaldi, el aventurero. Se defiende con ahínco la identidad propia, el acento del sur de Italia, coronado por su orgullosa capital. Una villa en la que se cumple el dicho popular de que «en Nápoles se llora dos veces: al llegar y al marcharse». Pero que es ante todo un oasis de alegría, libertad, pureza y pasión.

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2 4.- Castillo Nuevo. La fortaleza fue tomada por el Gran Capitán en el siglo XVI.
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2.- Indómitos. Los napolitano­s siempre defendiero­n su autonomía.
1.- Vista de la bahía. El volcán Vesubio domina el horizonte. 2.- Indómitos. Los napolitano­s siempre defendiero­n su autonomía.
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5.- Plaza del Plebiscito. La más popular de la ciudad, es un precioso hervidero humano.
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3.- En Capodimont­e. Réplica del fresco más famoso de Miguel Ángel.

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