Manos expertas y jóvenes se dejan la piel para que la fiesta de los Patios perviva
Más longevas vivían dedicadas al patio La cantera ☰ compagina la labor con el trabajo y la escasez de tiempo libre
La Fiesta de los Patios de Córdoba ha ido creciendo a la par que los ritmos de vida se han acelerado y ha avanzado la sociedad. La tradicional imagen de la cuidadora de los patios ha ido envejeciendo y, ahora, encontrar jóvenes al cuidado de las macetas cada vez es más difícil. Manos expertas, octogenarias, y jóvenes, con ganas de aprender a mimar las flores, conviven en un festival Patrimonio de la Humanidad con un único objetivo: mantener la tradición para que la fiesta perviva y la ciudad luzca durante el mes de mayo.
Ana Muñoz se define como «la decana» de los Patios. A sus 86 años, sigue presentando a concurso su patio, situado en la calle Tinte, número 9. Desde niña se ha dedicado al cuidado de las flores «trasplantando macetas de rodillas, como me enseñó mi abuela», cuenta con orgullo. Desde 1975 no ha dejado de mimar las flores que adornan cada rincón de su patio, repleto de macetas azules con geranios y gitanillas. «Esto lo he hecho yo sola muchos años. Me tiraba dos meses trabajando hasta las tantas de la noche», dice. Ahora, Rafaela Molina, su cuidadora, le ayuda en la labor para que el patio se mantenga. Según ella, «la gente joven no toma interés en estas cosas» y «llegará el día que se acabará la tradición». Ani, como la conocen todos, ha combinado el cuidado de los patios y su casa con otras tradiciones cordobesas como los coros, en los que sigue participando. Su rincón especial en el patio son sus macetas en miniatura. Tapones de botellas, de rotuladores y el hueco más pequeño son para ella perfectos para que florezca cualquier planta. «Mi abuela me decía que tengo el dedo verde», comentó.
Ana de Austria, de San Basilio 22, también ha dedicado su vida al cuidado de las flores y sus macetas, color verde, «no hay otras en Córdoba como estas», dice la cuidadora más longeva de la ciudad. A sus casi 88 años, no pasa un día que no se levante temprano para quitar las hojas secas y mantenerlas impecables. Al igual que su tocaya, asegura, «tiene mano para las flores» y este es el único secreto para que sus macetas luzcan radiantes y coloridas. Hasta ahora, aunque con ayuda, se dedica prácticamente sola al cuidado de las flores. Desde que llegó a esta casa, siendo aún de su suegra y una casa de vecinos, no ha dejado de poner todo tipo de flores a las que mima «como si fueran mis hijos, porque las cuido igual». Toda su vida ha estado dedicada a este patio y dice que «aunque sea a gatas, mientras pueda lo pongo». Esta
pasión se la ha transmitido a sus hijos y nietos, aunque estos no cree que sigan concursando por el trabajo que supone y la falta de tiempo, al estar trabajando. «Ellos no pueden, esto necesita mucha dedicación», dice De Austria, quien confesó que «este año no querían que lo pusiese, pero esta es la ilusión mía» y a ella no le pesa «porque si lo haces con gusto no tiene trabajo».
La misma pasión, aunque algo menos de tiempo, es la que tienen otros cuidadores jóvenes como Santiago Hernández, abogado de profesión y el cuidador más joven de Córdoba. A sus 28 años dedica parte de su tiempo de ocio al cuidado de su patio, en Zarco 13. Hernández ve complicado que las generaciones venideras se dediquen a la fiesta por la dificultad que supone. Además de la falta de tiempo, sostiene, «acceder a una casa del Casco Histórico es muy complicado». En cuanto a la dedicación, el joven ha hecho referencia a un dicho popular de las abuelas para demostrar el tiempo que requieren. «Decían que las flores son señoras a las que atender». Estas no entienden de horarios laborales, vacaciones o viajes. Y esto, asegura Santiago, a día de hoy no es posible. «El modo de vida ha cambiado mucho, ellas estaban todo el día metidas en casa», recordó. No obstante, él se las ingenia para sacar hueco entre trabajo, vacaciones y ocio y mimar sus macetas, pues es una de sus pasiones. «Hay que luchar por que lo poco que queda no desaparezca». Otro inconveniente que encuentra es el factor económico. Según cuenta Hernández, un estudio realizado por la Asociación de cuidadores de Patios Claveles y Gitanillas determinó que un patio mediano consumía de 6.000 a 8.000 euros al año y las ayudas por participar en el concurso, según el mismo, rondan entre los 2.600 y 4.000 euros. Para los jóvenes, de por sí, es difícil acceder a estas viviendas por el coste que suponen. Si a esto le sumas este gasto, es complicado, a no ser que el patio sea familiar, explica este cuidador.
Ignacio Álvarez, otro joven al cuidado de los Patios, empezó con 24 años a dedicarse al cuidado de los patios en su casa, ubicada en San Basilio 14. Esta labor la combinaba, al principio, con todo tipo de trabajos, pasando por la hostelería y un estudio de arquitectura, hasta que decidió girar su vida profesional al turismo y los Patios y abrir todo el año. Alrededor de este enclave tiene, además, tres tiendas y un alojamiento. Junto con su mujer, Carmen, y ahora su pequeño, mantienen el patio los 365 días del año, atrayendo al turismo y haciendo que la ciudad luzca. Esto, para Ignacio, «es complicado de compaginar porque el patio no entiende de horarios» y requiere una pautas para regarlo, «no puede ser cuando haya un hueco libre», explica. Ahí es donde
Los propietarios coinciden en la dedicación temporal que requieren estos enclaves
Lo económico es otro problema para que hijos y nietos tomen el relevo para seguir concursando
hallan la dificultad los jóvenes, y donde tienen su punto fuerte los más longevos. El económico también es un motivo de peso, para las cuidadoras mayores es un capricho y no escatiman ni miran precios. Los jóvenes se enfrentan a facturas, horarios, dificultades de acceso al Casco Histórico y un tiempo libre, con multitud de opciones donde elegir, que tienen que dividir.