Cuatro segundas vidas
Entretejid@s une la moda sostenible con la inserción sociolaboral
Una prenda usada o desgastada y, en apariencia, pasada de moda puede ser arreglada para lucir como nueva antes de empezar a vivir una segunda vida. Así funciona la economía circular en la moda sostenible y también sirve de metáfora para explicar el cambio de rumbo de cuatro mujeres en riesgo de exclusión social quienes, gracias al proyecto Entretejid@s de la Fundación Prolibertas, han obtenido un impulso para seguir adelante con unas vidas complicadas.
La iniciativa, llevada a cabo gracias a la colaboración de la Fundación La Caixa, se presentó ayer en la tienda de ropa vintage de la calle María Cristina, 8, donde las contratadas por el programa llevan a cabo, con el asesoramiento de las monitoras de Prolibertas, un proceso socioeducativo de reparación de las prendas, así como su venta al público.
El itinerario comienza en el centro social Casa Libertad, donde se realiza la recogida de las prendas donadas, así como su clasificación para la organización de mercadillos solidarios, como el que tendrá lugar el próximo 3 de junio en la calle Sagunto. También se facilita el reparto de ropa a colectivos vulnerables en el comedor social Trinitarios. El último paso es el trabajo en la tienda del centro, donde se llevan a cabo las labores de higienización, planchado y reparación de las prendas, sin olvidar la importancia de la decoración, el escaparatismo y la venta al público. De este modo, se pone a disposición de la ciudad un punto de venta sostenible, al mismo tiempo que se proporciona una experiencia profesional a mujeres en riesgo de exclusión para impulsar su autonomía y contribuir a su inserción laboral.
Al igual que a los complementos, las prendas, los accesorios, todos puestos a punto con mimo, el proyecto ha dado una nueva vida a mujeres como Claudia Peña, una colombiana de 34 años que vino a España con su marido y sus dos hijas huyendo de los conflictos de su país. Sufre de tiroides, esclerodermia y lupus y, aunque podía permitirse a duras penas el alquiler de un piso para vivir con su familia, a menudo recurría a la ayuda del comedor de los Trinitarios para poder salir adelante. La «falta de oportunidades» a su alrededor casi fue motivo de desesperación. Pero «yo pedía todo el rato que me incluyesen en cualquier
posibilidad de trabajar porque necesitaba sentirme útil», asegura. «Prolibertas me ofreció la oportunidad de comenzar aquí». Con la guía de Elena Martín, la monitora, ha aprendido a coser, hacer remaches o arreglar prendas, entre otras labores, y se siente una más al estar a cargo de la atención del
público. «Me siento mucho más segura conmigo misma», comenta. Es una sensación que también comparten sus compañeras Pastora Gómez, sin hogar desde hace 16 años, y María Moreno, residente de la casa de Cáritas. Para ellas, se abre ahora un nuevo camino.