Córdoba

El Córdoba habla en el campo: es lo que parece

El equipo reincide en su imagen fantasmal y se corona como el peor en la actualidad

- FRANCISCO Merino

Parece que ya está. Si el Córdoba CF tenía algo más que decir, lo hizo en La Línea. Y está mudo. No pudo con un adversario pésimo, una Balompédic­a Linense que transitaba por una crisis bestial y que buscaba puntos para evitar el descenso. Se los ganó ante el desvencija­do grupo de Manuel Mosquera, un técnico atribulado ante unas circunstan­cias demenciale­s: un equipo que fue líder en la primera vuelta es el colista en la segunda. La metamorfos­is sortea todos los análisis lógicos y alimenta la indignació­n del cordobesis­mo, que olisquea el timo.

Del play off ya se puede ir olvidando. El Celta B le saca ocho puntos -más el golaveraje- con nueve por jugarse aún en la Primera Federación. Por detrás le han pasado el Unionistas y el Mérida. Está en mitad de la tabla, viviendo de las rentas que le dejó la etapa de Germán Crespo. A falta de tres partidos certificó matemática­mente la permanenci­a en la categoría, un logro que, visto lo visto, conviene valorar como se merece. Si esto dura un poco más, el club se va a pique... otra vez.

La tómbola del once

Cuando los planes salen se llaman rotaciones. Cuando el rumbo se tuerce se tilda de tómbola. Mosquera tiró de inventiva para componer un once novedoso. Los focos se habían puesto en las vísperas en los flancos de la defensa. De lateral derecho salió un habitual central -Alonso, ante la ausencia obligada de José Ruiz y Carlos Pugay en el ala izquierda había debate sobre si saldría Ekaitz o Calderón. Al final fueron los dos. Ni Simo ni Casas, los estandarte­s jóvenes. Tampoco Carracedo, el extremo al que se le apagó la luz. Sí Marco Camus, cedido por el Racing en el mercado de invierno, y Kike Márquez, empeñado en recobrar su imagen como elemento determinan­te. Mosquera le conoce bien. Como a Willy, que garantiza sangre caliente, algo imprescind­ible en una formación de cadavérico aspecto desde hace meses. Pero no salió nada.

Si el Córdoba buscaba un lugar para redimirse no había uno mejor que el Ciudad de La Línea, un recinto en obras que acoge a un equipo al que esa denominaci­ón le queda excesiva. Van a lo que sale, con una ingenuidad conmovedor­a. Han pasado por el banquillo balono tres entrenador­es y llevaban meses sin un triunfo que echarse a la boca. Se mueven a trompicone­s, con esa fogosidad excesiva de quienes saben que están ante su gente en una etapa dura y les deben algo. Profesiona­lidad, como mínimo. Huelen a descenso. Pero les queda corazón y si tienen que irse, lo van a hacer tirando de vísceras.

En partidos así tratan de lucirse aquellos que pueden tener mercado el curso que viene, como Alhassan Koroma. El sierraleon­és, que tiene en el Córdoba a una de sus víctimas preferidas, se marcó un tiro en parábola ante Carlos Marín que desnudó las carencias defensivas de los blanquiver­des. La Balona se sintió fuerte. La ventaja hizo más valientes a tipos como Omar Perdomo -uno de los protagonis­tas del ascenso cordobesis­ta a Primera RFEF- o Yassin Fekir, hermano de la estrella del Betis. Hay que seguir, aquí o allá. El fútbol es así. Las lágrimas se secan pronto y la rueda sigue girando.

Al Córdoba no se le encendió la luz por más que se desgañitab­a en la banda un Manuel Mosquera que hace lo que buenamente puede en medio de un escenario horroroso. El puñado de seguidores que se apostaba en la grada -siempre hay blanquiver­des, sea donde sea y vaya como vaya el equipotrat­aba de digerir lo que estaba viendo: el desmentido semanal. Todas las promesas se diluyen en cuanto llega la hora de competir.

«Ganad por él»

Durante la última semana se viralizó una imagen del último partido del Córdoba CF en El Arcángel: José Pedrosa «Pepillo», utilero del equipo, llorando en el banquillo y

tapándose la cara con las manos después de la derrota ante el Racing de Ferrol. Los hinchas colgaron de la grada linense esa imagen con una frase: «Hay que ganar, ganad por él». El cordobesis­mo siempre recurre a sus héroes humildes cuando no se siente representa­do por el equipo. Pepillo es un símbolo de resistenci­a. Lo que ha visto ese hombre en el Córdoba le ha endurecido el pellejo, pero no el corazón. No se indigna como hicieron algunos en la llegada de la expedición al estadio, «invitando» a muchos jugadores a irsey lo lleva por dentro, sufriendo al viejo estilo.

En el campo sucedía lo que se podía esperar entre los dos peores equipos a día de hoy en la categoría. Pelotazos, patadas, pifias... El pleito parecía durante muchos momentos una sucesión de gags. En medio del atasco salieron Simo, Casas y De las Cuevas. Los wonder boys y el futbolista que más tiempo lleva de todos en el equipo. Antes lo hizo Javi Flores, el jugador en activo con más partidos defendiend­o el escudo del Córdoba CF. Lo mejorcito que hay, el no va más.

Pero ya no se ve la forma de dar un volantazo. Ni cambiando de hombres, ni de sistema, ni de entrenador, ni de argumentar­io... Hasta el discurso almibarado de Mosquera se tornó amargo como la hiel después de la actuación en La Línea. La mutación más vergonzosa que jamás se haya visto en el Córdoba CF entra en su fase final. Sálvese quien pueda.

La mutación más lamentable entra en su fase final, ya con los objetivos y la vergüenza perdidos

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 ?? ?? Los jugadores del Córdoba, al final del partido ante el sector de seguidores en la grada del estadio.
Los jugadores del Córdoba, al final del partido ante el sector de seguidores en la grada del estadio.
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González Calvo, Juanito y Raúl Cámara, en la grada del Municipal de La Línea durante el partido.
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Willy Ledesma presiona al portero de la Balompédic­a Linense en el transcurso del encuentro de ayer.
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El momento del himno del Córdoba
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ERASMO FENOY / LOF

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