Córdoba

«Mi infancia está bien donde está, no la miro con nostalgia»

Elvira Lindo regresa con una novela de suspense: ‘En la boca del lobo’

- RUBÉN LÓPEZ ZARAGOZA

Elvira Lindo (Cádiz, 1962) estaba escribiend­o otra novela cuando la historia de En la boca del lobo (Seix Barral) se cruzó de sopetón en su camino. Fue un viaje al «territorio» de su infancia (en el pueblo valenciano de Ademuz) el que le dio las claves para contar un relato «que estaba ahí pero no sabía como abordar». «Ese paisaje fue nutriendo una historia que cada vez percibía con más claridad, como si ya existiera y me hubiera estado esperando para ser contada», explica Lindo.

Así, reencontrá­ndose con la memoria emocional de su niñez, la autora arma una novela en la que la infancia vuelve a ser el corazón narrativo de la historia, como ha hecho otras tantas veces (no hay que olvidar que es la madre de Manolito Gafotas). Con estos mimbres, Lindo ha escrito la que para muchos críticos es su mejor obra. «Sé que mucha gente ha dicho que es lo mejor que he escrito. Yo no lo sé, pero lo que sí sé es que esta novela me ha llegado muy adentro». Tan intensa fue su «implicació­n emocional» que terminó el libro con la aflicción que sentía por no volver a convivir con sus personajes: «De hecho aún estoy algo tocada y melancólic­a por dejar todo este mundo atrás».

En la boca del lobo cuenta la historia de Julieta, una niña de once años, que va a pasar las vacaciones junto a su madre a La Sabina, una aldea perdida que le parece el mejor lugar para dejar atrás problemas a los que no sabe poner nombre. Y es que, sin nombrarlo ni verbalizar­lo, Lindo consigue que la problemáti­ca de los abusos sobre vuele la novela. «Podría haber contado lo que ocurre cuando un niño está desamparad­o ante un lobo, pero el lector lo imagina todo, quería que quedara esa inquietud de lo que no se ha dicho», subraya Lindo, que apunta que en realidad En la boca del lobo es una novela de misterio sobre una niña desamparad­a.

De esta forma, la escritora gaditana regresa a la pura ficción creando un territorio literario propio: la despoblada La Sabina y sus bosques. «La primera imagen que se me impuso fue la de una niña y una mujer conversand­o tras encontrars­e en un bosque. Luego empecé a reflexiona­r sobre si hay una parte de nosotros que se queda en los lugares que hemos amado, si hay una especie de fantasmas de nuestra infancia», explica.

Eso sí, la escritora huye de toda nostalgia creando un personaje «muy del presente». «No es mi infancia la que cuento aquí; es la de otra criatura, aunque sí que visito el pasado de la mía. Vuelvo a esa infancia con los ojos del presente», comenta la autora, que reconoce el «aspecto terapéutic­o» de la escritura. «Cuando escribes de la niñez te desprendes un poco de ella. Mi infancia está muy bien donde está; me siento muy afortunada de haber sido tan libre en esos años, pero no la miro con nostalgia».

Lindo ha creado unos personajes que, como ella misma indica, caminan a ciegas en lo oscuro de un bosque real o figurado, internándo­se inocentes en la boca del lobo como les ocurría a los protagonis­tas de los cuentos antiguos. Unos relatos clásicos de evidente influencia en una novela en la que realidad y fábula se dan la mano. «Sí, fue algo totalmente buscado. Quería utilizar ese lenguaje cercano a la poesía y que la naturaleza estuviera muy presente. Además, creo que estamos viviendo una etapa en la que la literatura, en esa corriente de la autoficció­n, mira en exceso a las infancias escabrosas. Creo que a veces se ha llegado a rozar el exhibicion­ismo y no es bueno porque puede acabar habiendo

una competició­n por quién cuenta la historia más escabrosa y dejen de tener interés aquellas infancias que fueron normales y felices y que tantas preciosas narracione­s han generado», explica Lindo, que considera que hay «una corriente de poner encima de la mesa todo lo oscuro». «Esta novela también tiene una parte de oscuridad pero yo quería que esa parte más escabrosa la imaginara el lector. No contarla de manera evidente».

La infancia, sin duda, ha sido un paisaje recurrente en la obra literaria de Lindo. «Creo que es porque me siento atraída por los personajes vulnerable­s y desamparad­os, y también por su capacidad de resistenci­a. No hay seres humanos más fuertes que los niños, que son capaces de encontrar refugio en sus mentes. Yo tengo muy fresco lo que sentía cuando era pequeña y creo que eso me permite analizar a los niños de ahora», comenta la gaditana.

⁄ Lo demostró con creces en la serie de ocho novelas protagoniz­ada por Manolito Gafotas, de la que se siente «muy orgullosa». «Nació como una especie de cuento oral. Yo en esa época hacía muchos personajes en la radio, ponía muchas voces. Ese gustó tanto que me hacían repetirlo hasta que se creó un relato hablado. Ahora ya tiene vida propia», reconoce Lindo, que agradece la popularida­d que le proporcion­ó el personaje, si bien apunta que también generó «cosas en contra». «Quizá me ha costado más luchar contra esa percepción de ser solo una autora de cuentos infantiles, cuando llevo muchos años trabajando en otras cosas».

LA ‘MADRE’ DE MANOLITO GAFOTAS

«Parece que solo las infancias escabrosas tienen importanci­a; hay una corriente de acentuar todo lo oscuro»

«No sé si esta es mi mejor novela, pero mi implicació­n emocional durante el proceso ha sido muy profunda»

 ?? JAIME GALINDO ?? Elvira Lindo, autora de ‘En la boca del lobo’, una novela en la que abraza el suspense y la tradición del cuento clásico.
JAIME GALINDO Elvira Lindo, autora de ‘En la boca del lobo’, una novela en la que abraza el suspense y la tradición del cuento clásico.

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