Mantones y otras joyas para lucir en mayo
Una exposición en la Posada del Potro y otra en el Bellas Artes, pura esencia de Córdoba
La fiesta de los patios, quintaesencia de la cultura popular cordobesa que cualquier día de estos morirá de éxito, no es solo las visitas a estos reinos de la gitanilla, del frescor y, antes de la fama mundial, del sosiego, ahora reconvertido en largas colas de turistas que montan guardia para conocer un Patrimonio de la Humanidad que se nos ha ido de las manos a los de dentro. Junto a las visitas suelen desplegarse otras propuestas que ensanchan los horizontes del festival y los del mayo cordobés en su conjunto. Algunas llegan por la vía musical, sea flamenco o no, con la presencia este año de estrellas como Luz Casal o Loquillo y otras que vendrán arrastrando masas de seguidores. Pero hay otras ofertas culturales quizá con menos pretensiones, más domésticas por así decir, que calan en el alma de esta ciudad y en cierta forma la definen, por lo que no deberían pasar desapercibidas.
Una de ellas es una exposición singularísima que abrirá todo el mes sus puertas en la Posada del Potro, donde se muestra una imponente colección privada de mantones de manila que entusiasmaría a la mismísima Blanca del Rey, la artista que con más donaire ha revoloteado esta prenda a ritmo de soleá sobre escenarios de todos los continentes. Lo de privada va porque estos mantones, y algunos vestidos que también se exhiben, habían permanecido hasta ahora guardados en un baúl de casa de la artesana que los fue bordando con tanto placer como paciencia. Y es que Josefa Gracia, la autora de estas piezas de seda que son puro arte, nunca se planteó sacar partido económico al
“Los mantones habían permanecido guardados en un baúl de casa de la artesana que los fue bordando con tanto placer como paciencia”
don de sus manos. Lo que no quita para que haya atendido –más por compromiso, por no defraudar a nadie, que por interés comercial- los encargos que le fueron haciendo conocidas figuras de la danza española. Ahora, cumplidos los 80 años –aunque aparenta muchos menos, guapa y moderna que es, con su pelo pintado de azul y sus labios rojos-, Pepi Gracia se ha dejado querer y ha accedido a mostrar unas labores únicas y en muchos casos unidas a recuerdos familiares. Detrás está el empeño personal de la bailaora Rosario Vacas, que aporta también fotografías –junto a las de Toni Blanco y Javier Luque, uno de los cinco hijos de Pepi-. Así que, animada por amigos, la octogenaria se decidió a dar a conocer sus mantones, de los que teje hasta los flecos, que son filigranas en hilo. Lo mismo podría haber expuesto otras muchas artesanías bordadas, todo tipo de pinturas en tela o falsas vidrieras, pues pocas manualidades se le resisten. Desde hace dos décadas imparte enseñanza en el Centro Cívico de la Cruz de Juárez y en el Centro de Mayores de Santa Rosa, y sus alumnas la adoran.
A pocos metros de esta exposición destaca otra muestra y no por sus fondos, porque es minúscula -apenas unas fotos color sepia y varios libros-. Si lo hace es por el cariño hacia su protagonista con que ha sido montada en el Museo de Bellas Artes como complemento al recorrido por el jardín arqueológico que abre al público, sin concursar, en estos días de patios. Se titula ‘Angelita Romero de Torres, el alma del patio de la casa familiar’ y, homenajea con imágenes de su juventud y poemas dedicados por el periodista Ricardo de Montis a la más pequeña de los siete hermanos del pintor, fallecida en 1975 a los 94 años. Una mujer “graciosa y fina” que “siempre tenía un elogio para cada persona” según Rafael Castejón, de temperamento artístico como toda su saga y firme defensora del patrimonio cordobés. La Real Academia de Córdoba se lo premió acogiéndola en 1945, y el museo que ella vio nacer y crecer y que cuidó como el patio de su casa hace ahora justicia a su memoria. Ya ven, dos perfiles de mujer hasta ahora ocultos que son pura esencia de Córdoba.
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