Inteligencia artificial generativa
Las máquinas comprenden el lenguaje y son capaces de crear a todos los niveles
Apenas sin darnos cuenta, en miles de gestiones cotidianas que debemos realizar, vamos cambiando nuestros usos a los requisitos que los avances de la técnica nos impone. Ya sea la robotización o el desarrollo de los programadores. Desaparecieron los expendedores de gasolina primero, luego están en vías de hacerlo los cajeros de los supermercados --inexistentes ya en muchos países donde te autoliquidas con el lector de códigos y tu tarjeta--, o para cualquier gestión con tu banco o con la Administración ya sólo necesitamos de una clave informática, de una firma digital para un trámite que antes realizabas con el funcionario de turno. Cuando reclamas a una compañía ya lo haces, en la mayoría de los casos, a través de una operadora automática que prefija las respuestas. Y los algoritmos, desde todo lo que miramos y consultamos por internet, ya nos conocen mejor que nosotros mismos y nos ofrecen aquello que parece andamos buscando. Todo lo cual nos ofrece posibilidades infinitas de conocimiento y de comodidad. Pero no es tan fácil, y desde luego, nada ingenuo. Detrás existe un inmenso negocio, donde el usuario solo es una pieza más a la que convencer, condicionar, sugerir, reducir o influir para que termine consumiendo o pensando lo que desean otros, que se llevan los beneficios y están detrás del negocio.
Ahora, todo ello, ofrece un salto cualitativo con la llamada inteligencia artificial generativa. Ya no se trata de que las personas utilicemos las máquinas para facilitar nuestro bienestar, ni de que las máquinas reemplacen a las personas en los trabajos físicos o mecánicos. La novedad es que hemos desarrollado una tecnología donde las máquinas comprenden el lenguaje y son capaces de crear a todos los niveles. Con unos parámetros que les introduzcas, igual te hacen un examen de grado, que te escriben una tesis doctoral inédita, que realizan una escultura perfecta, te componen la canción del verano, o una serie de televisión. Hace poco, ante la credulidad de los lectores, la revista alemana ‘Die Aktuelle’ publicó una entrevista falsa con el célebre piloto Michael Schumacher generada por inteligencia artificial, que su familia denunció.
Me pregunto: ¿Se puede imaginar una civilización donde nuestras emociones y sentimientos, las historias que leemos y casi todo lo que escuchamos esté interferido y sea producto artificial, sujeto a los intereses particulares de sus creadores? ¿Cómo será esa cultura del mañana? ¿Dónde estarán los centros de decisión y de ejercicio del poder?
Tan cierta es la amenaza que mientras andamos ufanos en nuestras preocupaciones cotidianas o reivindicando nuestra «cultura de los patios» con todo lo que conlleva, 1.125 ingenieros, informáticos y líderes mundiales de potentes empresas como Apple, a través de un reciente manifiesto pedían una moratoria para el desarrollo de los programas de inteligencia artificial hasta que no se tenga una regulación internacional que exija unos principios éticos y normas democráticas que pongan todo el desarrollo de la tecnología al servicio de la persona. El filósofo israelí Yuval Noah Harari, autor de obras como ‘Sapiens’, ‘Homo deus’ o ‘21 lecciones para el siglo XXI’, también firmó dicho manifiesto y nos advierte que no se trata de difundir contenidos, sino que esta es «la primera tecnología de la historia que crea historias». El filósofo Noam Chomsky también muestra su escepticismo ante esta inteligencia artificial generativa que sin límite ni regulación va produciendo tanto verdades como falsedades, respaldando decisiones éticas y no éticas por igual, ajena a toda clase de consecuencias. Hay países que, de forma aislada están prohibiendo el uso de estos motores de ‘apps’ como CHATGPT , que operan en base a la recolección de numerosos datos, lo que resulta insuficiente en un mundo sin fronteras. Estamos en un escenario desregulado, donde emergen poderosas herramientas de control de la humanidad en todas sus manifestaciones, que nos lleva hacia preocupantes e inciertos horizontes.
«Estamos en un escenario desregulado, donde emergen poderosas herramientas de control de la humanidad en todas sus manifestaciones»