El historiador en su laberinto (y 3)
Es comprensible la atención a determinadas etapas, pero su contextualización es indispensable
Si cronológicamente, primera y esencial premisa del relato histórico, la confusión y el caos están generosamente servidos en el plan aplicado en la asignatura de Historia Contemporánea en la enseñanza de Segundo Grado, temáticamente no tienen, por desgracia, menor presencia.
Llevados de un loable celo por exaltar los principios democráticos sobre la Constitución felizmente vigente y, por ende, la misma convivencia nacional, los autores del Plan han privilegiado con buen criterio el estudio y análisis de los acontecimientos y épocas en los que la libertad y su fruto más serondo y codiciado, la democracia, gozó en el transcurrir hispano de más roborante salud. De ahí, conforme ya se apuntara en el precedente artículo, que hicieran surgir nada menos que la propia identidad española de las bienaventuradas Cortes de Cádiz y continuaran su orientación y camino legisladores con la ininterrumpida exaltación de los periodos de plenificante parlamentarismo del XIX hispano. Tan comprensible y, hasta si se quiere, encomiable atención a dichas etapas sin la contextualización indispensable sitúa a unas alumnas y alumnos sin el menor bagaje cultural e historiográfico para comprender en su perspectiva y dimensión adecuadas los hechos y episodios estudiados.
Pues, en efecto, sin alusión alguna a las estructuras de la sociedad feudal --(cuya existencia en la Edad Media española fue objeto, como bien se recordará, del más vivo y enconado debate por la plana mayor de la historiografía hispana de ha medio siglos atrás)-- o de la estamental que la reemplazara, resulta por entero inabordable un análisis medianamente acribioso de las vicisitudes democráticas en su accidentado recorrido decimonónico.
Con el mismo telón de fondo y planteamiento metodológico, ahondar en el alumnado de la enseñanza secundaria el conocimiento de la lenta implantación de la sociedad de masas en la conturbada España de la primera mitad de la centuria pasada es, en verdad, una tarea titánica, al alcance de muy corto número tanto de los alumnos como de sus beneméritos profesores --término gramatical por supuesto inclusivo--.
Sin rechazo ni recelo algunos a las felices innovaciones y a los aires de una nueva época pedagógica, familiaricemos a las más recientes generaciones con los hitos sobresalientes del muy dilatado y no pocas veces áureo pretérito del pueblo español y ayudémoslos con el ejemplo y lectura de los clásicos a la comunión con aquellas de sus acciones que enriquecieron a través de los siglos en grado superlativo la sufrida condición humana.
«Familiaricemos a las más recientes generaciones con los hitos sobresalientes del muy dilatado y no pocas veces áureo pretérito del pueblo español»