India Martínez conquista al Gran Teatro como Lorca
El público vibra con una creación multidisciplinar única y con el debut de la cordobesa
El público del Gran Teatro se hizo uno, reflejo de la luz de Lorca en una expresión artística que, gracias al ingenio de Carlos Saura y a la dramaturgia de Natalio Grueso, sobre las tablas conquistó a un teatro abarrotado. Esta vez, Lorca por Saura pudo disfrutarse en la ciudad de una protagonista muy especial.
India Martínez, en su estreno como actriz, pone voz al poeta granadino y estremeció ayer a los espectadores desde el primer instante en que, sobre el escenario, alzó la voz para expresar la inigualable sensibilidad de Federico García Lorca y dar a la música, al flamenco, el lugar que se merece, que Saura considera que merece. Y, para ello, la cantante cordobesa -ya se encargó el maestro de reafirmarloes la persona idónea. Quedó demostrado sobre el escenario. Y Córdoba supo verlo, como también respondió a los guiños de la cantante a su tierra.
La obra -el espectáculo, mejor dicho- sale de los límites del teatro, si alguna vez los tuvo, para rehuir cualquier definición que no sea «arte». Porque, durante el
transcurso de su puesto en escena, Lorca por Saura combina cine, música, pintura, danza y fotografía, huella única de su creador. El elenco, que lo completan Alberto
Amarilla, interpretando indistintamente a los amigos del poeta (Buñuel, Dalí, Gardel y Falla, entre otros), y Saturna Barrio, en el papel de las mujeres de la vida de
Lorca. Una vida que la obra recorre de principio a fin, mostrando el lado más humano y brillante de una existencia que, un trágico final, tiñó de tragedia.
El rojo con el que India Martínez, vestida de capa, inunda el escenario es el color de ese final que, para nada, hace virar el espectáculo a la desdicha. Por el contrario, hasta en la pena sabe la cantante desenvolverse para dejar buena fe de la esencia y pureza de Federico García Lorca.
El Gran Teatro vivió momentos emotivos, fue palmero y coro de interpretaciones como el Verde que te quiero verde, enmudeció con la España más cruel, vibró con el quejío de una época e, incluso, se vació en carcajadas. Porque la obra ofrece de todo al espectador, en una interacción constante para que el teatro se mueva en una misma dirección, de la mano de sublimes intérpretes que supieron trasladar la magia que Saura quiso dar a esta obra. Su puesta en escena, sin duda, es un merecido honor a Lorca y a la trayectoria del fallecido maestro Carlos Saura.