Córdoba

Flores, patios y libros

- MANUEL Fernández

A«Aquellas noches de cines de verano con cielos despejados, cerveza, bocadillo de lomo y tiempo para pensar en la belleza»

los patios del Alcázar Viejo («la casa el viejo» en conversaci­ón apretada) íbamos cuando éramos muy jóvenes a ligar, beber de más y sí, al final, contemplar aquellos espacios, en los que habíamos celebrado alguna primera comunión, de otra manera. Pero ya está. Cuando nos poníamos estéticame­nte formales nos íbamos por Agustín Moreno, por la iglesia de Santiago, a ver aquellas casas que reventaban de flores, colindante­s con el Palacio de los Marqueses de Benamejí, actual sede de la Escuela de Artes y Oficios, donde Pío Baroja describe parte de los amores de los protagonis­tas de su novela La feria de los discretos. Y si el romanticis­mo nos subía desde las piernas al corazón nos íbamos, por la Judería, al patio de la casa número 6 de la calle Albucasis donde una chica morena le confería a las macetas, a las flores y a aquella puesta en escena tan esperada de mayo un aire de trascenden­cia tan irreal como mágica que convertía aquel patio en un atractivo del paraíso terrenal.

Ahora, como en aquella época nuestra de juventud, los patios que vuelven a atraer a los turistas son los del Alcázar Viejo, enclave o cercanía de los monumentos más bellos de la ciudad. Un espacio cada vez más lleno de pisos turísticos cuyos habitantes dudamos que cambien de domicilio -país o autonomía- para dedicarse a la notable labor de regar la belleza en Córdoba para disfrute de la comunidad. Nos alejamos algo del Alcázar Viejo para seguir casi el camino del cielo, a la entrada de la clausura del convento de Santa Marta, donde las monjas de la congregaci­ón jerónima cuidan el alma de Córdoba, su patio, que es parte de la portada de la capilla del cenobio, donde mucha gente va a oír misa los domingos, construida por Hernán Ruiz El Viejo. Es el momento de la arquitectu­ra y la jardinería, de la creencia en el más allá y en el presente del más acá, el que está en la belleza de las plantas de los patios, el alma de colores y olores de Córdoba. Detrás de la capilla de Santa Marta abandonamo­s la clausura y descende-*

mos al mundo, un espacio que últimament­e ha transforma­do su silencio de cine por un controlado tardeo donde cobran protagonis­mo las cervezas y la música. Estamos en el cine Fuenseca, los últimos exteriores de una vida de cine, la de Martín Cañuelo, que se nos ha ido en abril para siempre sin que hayamos sacado todavía las entradas para este verano de sus cuatro salas: la del Delicias, la del Coliseo San Andrés, la del Olimpia y el Fuenseca, en el edificio de cuya fuente Martín concedía sus entrevista­s, una especie de tráiler lleno de carteles de cine donde la conversaci­ón se convertía en un traveling que te conducía a todos los sueños en technicolo­r y en blanco y negro.

Ahora que estamos en campaña electoral para elegir el nombre de quién dirigirá la alcaldía, contribuir­ía a mantener el corazón de la ciudad, que está en sus patios, determinar que hay espacios, como los cines de verano -y los 170 años de la taberna La Fuenseca-, que ya forman parte del Patrimonio de la Humanidad que es el casco histórico. Los políticos de esta ciudad no pueden olvidar las noches de verano que construyó Martín Cañuelo, un hombre de Villanueva

de Córdoba que empezó a despuntar en aquellos años del cine Santa Rosa, cuando en Córdoba había festivales de cine. Las noches de cine de verano de Córdoba, con cielos excesivame­nte despejados, trago de cerveza, bocadillo de lomo y tiempo para pensar en la belleza de la creativida­d son un aliciente, junto con la Filmoteca de Andalucía que está en la Judería, para dejar constancia del corazón de Córdoba, que se encuentra aquí además de en sus patios.

También forma parte del corazón de la capital cordobesa la librería La República de las Letras, espacio que siempre ha latido con el sonido de la modernidad, donde el periódico La Voz de Córdoba montó mesas redondas, entre otros con Clavero Arévalo, en sus locales de hostelería. Un refugio para el arte y el pensamient­o este de la plaza de Chirinos que cerrará a final de junio. Esperemos que los jóvenes de ahora no olviden que hasta las flores, el corazón de los patios, necesitan de los libros para sobrevivir. Aunque vayan a ver y beber al Alcázar Viejo.

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A.J. GONZÁLEZ Patios de Córdoba Visitantes en el patio Tinte 9, uno de los ganadores del concurso. ▷
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