Córdoba

Feria de Córdoba

-

ria del 92. Entre las golosinas figuraba la manzana acaramelad­a que los niños «tirarán a los dos metros». El sábado desembarca­ban en la feria los cordobeses de los pueblos y llegaban las bullas. Y es que, en expresión de Rafael Valenzuela, «una feria no es feria sin bullas, sin empujones y sin estridenci­as sonoras».

Leonardo Rodríguez conversó con algunos feriantes veteranos, como la churrera Luisa Rodríguez La Sevillana, veterana en la Puerta de Gallegos, que cobraba mil pesetas por una rueda de churros; la turronera lucentina Asunción López, quien le confesaba que «la mujer compra más porque es más golosa»; Joaquín Palacios, feriante de La Casa de los Espejos, que llevaba más de cuarenta años viniendo a Córdoba; y el feriante cordobés José Gálvez, que presentaba la novedad del Canguro. «La de Córdoba es una de las mejores ferias, pero la más cara en el terreno», se quejaba José María Borrel después de pagar casi millón y medio de pesetas por la parcela de una pista infantil. La lluvia aguó la feria algunos días, especialme­nte el martes 25, en que no dejó de llover en toda la mañana. Esas lluvias obligaron a las casetas a tender toldos para proteger al personal, pero acabaron creando un bochornoso efecto invernader­o.

La última feria de la Victoria coincidió con la campaña de unas elecciones generales convocadas para el 6 de junio, así que junto a las noticias feriales el periódico publicaba anuncios y reseñas de mítines, entre ellos uno del PSOE («vota futuro») encabezado por Alfonso Guerra en el desapareci­do Polideport­ivo de la Juventud. En plena feria Julio Anguita sobresaltó a muchos cordobeses al sufrir en Barcelona una angina de pecho cuando participab­a en la campaña electoral, que obligó a su hospitaliz­ación.

Despedida de la Victoria

La feria del 93 fue histórica por ser la última en la Victoria. Muchos cordobeses no acababan de creérselo porque desde hacía décadas se venía hablando del traslado. Se barajaron incluso terrenos, como Poniente o Tejavana, estos cerca de San Carlos, que en plena Transición fueron adquiridos por el Ayuntamien­to con este fin, aunque finalmente se dedicaron a vivero municipal. Muchos cordobeses valoraban la centralida­d urbana de la Feria pero al mismo tiempo eran consciente­s de que estrangula­ba la ciudad y originaba problemas de seguridad, por no hablar del destrozo que sufrían los jardines. Una lectora lamentaba en una carta al director que habían quemado una adelfa para instalar la montaña rusa, mero botón de muestra del disgusto generaliza­do que causaban los daños a los jardines para instalar algunas casetas, que se intentaba corregir exigiendo fianzas como garantía. En un editorial este periódico reconocía que el emplazamie­nto de la feria era «inadecuado para la convivenci­a», pues causaba «molestias al vecindario, obligado a soportar día y noche el fragor de la fiesta», y constituía un «bárbaro atentado contra los jardines del lugar» y un «peligro público por el caos circulator­io» que originaba en pleno centro, así que apostaba por el traslado.

En su recepción a cofradías, peñistas y carnavaler­os -así, todos juntos-, el alcalde, Herminio Trigo, les confesó: «Me acordaré toda la vida del lujo de tener la feria en la Victoria, pero con el cambio de sitio Córdoba va a ganar. Será una feria mejor que ésta si nos lo proponemos». Reveló Trigo que había sido partidario del traslado en el 93, «pero la comisión de seguimient­o, cuyas indicacion­es medito y sigo, me recomendó que no». Por su parte, el responsabl­e municipal de la última Feria en La Victoria, el teniente de alcalde Francisco Paños, aseguró que «cerramos una época y se abre otra con muchos interrogan­tes pero también con mucha ilusión colectiva».

El 31 de mayo este diario tituló en primera que «miles de cordobeses despidiero­n durante el fin de semana la última feria en la Victoria», junto a una fotografía de A. J. Gonzá

La rivalidad entre Finito y Chiquilín animó el ciclo taurino pero el trofeo Manolete quedó desierto «Me acordaré toda la vida del lujo de tener la feria en la Victoria, pero con el cambio Córdoba va a ganar», dijo Herminio Trigo

lez que mostraba un paseo abarrotado, mientras el cronista social Leonardo Rodríguez resumió que «la feria se extinguió feliz y satisfecha». El periodista Francisco Sicilia comparaba los últimos fuegos artificial­es con «millones de lágrimas motivadas por una despedida». Era la última feria de la «era victoriana». Pero «en la Victoria quedará energía», aseguraba el pintor Juan Cantabrana. Y desde su pedestal el Duque de Rivas «será el símbolo perpetuo de las ensoñacion­es de miles de cordobeses que fueron cumpliendo años con cada edición de la feria en los jardines de la Victoria», como podía leerse en una columna sin firma. Y es que la del 94 sería ya otra feria, apellidada de El Arenal.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain