El sol aviva la llama de la fiesta en El Arenal
Las bullas vuelven al recinto ferial en una jornada radiante, marcada por las altas temperaturas y donde los coros rocieros, los caballistas y los carruajes fueron los principales protagonistas
Hasta 200 caballistas fueron avisados por la mañana de que se levantaba la suspensión del concurso
La jornada del jueves estuvo marcada por la irrupción de un icono clásico de la cultura cordobesa: el abanico. «Hoy no va a hacer el fresquito del otro día. Va a hacer calorcito». Con estas palabras recibía una mujer en la portada a un grupo de amigos antes de adentrarse en el recinto ferial. El calor, a veces sofocante cuando no había ni rastro de brisa, hizo que los vendedores ambulantes cambiaran de estrategia. Las flores y el tabaco dieron paso a las botellas de agua y los abanicos.
En un día donde no cayó nada de agua en las casetas, paradójicamente fue el día en el que el líquido elemento tuvo un mayor protagonismo. Posiblemente el único día en el que muchas agotaron existencias. «¿Me das tres botellas de agua?», preguntaba un niño a un camarero. «Son seis euros», contestó entre la desconfianza y la prevención. Otra niña pidió una botella grande. «Lo siento, sólo vendemos pequeñas», fue la respuesta seca. «¿Pero pequeña, cuánto es?», respondió la adolescente ante la expectativa de un tamaño insuficiente para calmar su sed.
Y es que a las 14.30 horas el termómetro marcaba 34 grados centígrados y la temperatura iba en aumento. Aparte del calor, los coros rocieros y los caballistas fueron el otro gran atractivo de la jornada. Eso sí, a diferencia de otros días, pocas agrupaciones recorrieron las calles con sus cantes. Buscaron mejor el resguardo al fresquito de las casetas.
CARRUAJES Y CABALLOS
Quienes sí se pasearon, aunque con un poco de retraso, fueron los carruajes, jinetes y amazonas por las calles del recinto ferial. La amenaza de lluvia que obligó a suspender el Día del Caballo dio paso a las pri
sas de la mañana de ayer para llamar a todos los colectivos para informar de que se levantaba la suspensión. Al final, fuentes del citado concurso ecuestre, informaron de que fueron entre 30 y 40 los carruajes los que confirmaron su participación en el certamen, así como unos 200 caballistas.
Tampoco se vio a tanta gente por las calles desde el mediodía, pero por una sencilla razón. La jornada volvió a estar marcada por los actos privados y las cenas de empresa en las casetas, muchas de ellas cerradas al público general. El aire acondicionado fijó a familias y compañeros de trabajo en estos recintos.
La calle del Infierno vivió tras la resaca del Día de los Niños otra gran jornada. «Os montáis en la rana loca, mamá y yo en la noria, y luego nos vamos a alguna caseta a bailar sevillanas», decía un padre. «Sevillanas, qué rollo. ¿No podemos quedarnos aquí todo el rato», respondió uno de los vástagos. El calor hace menos mella en los fanáticos de las atracciones.
Quienes sudaron poco fueron los miles de feriantes que al caer la noche acudieron atraídos por el ritmo de las discocasetas para tomar el relevo de una nueva jornada pletórica en El Arenal.