La eterna alegría de los coros
Cerca de una treintena de formaciones musicales llenan de colorido las calles de la ciudad y del recinto ferial Jóvenes y mayores mantienen viva una de las tradiciones más arraigadas de la fiesta cordobesa
Los coros rocieros pusieron ayer la banda sonora a la Feria con 26 agrupaciones derrochando arte y talento por las calles de la ciudad en el tradicional pasacalles y, posteriormente, en el carrusel de actuaciones que se celebró en la Caseta Municipal.
La Torre de La Calahorra fue el punto de encuentro de la marcha con destino al Arenal. Un recorrido corto pero que el calor hizo interminable para muchas de las integrantes. «Venimos caldeando», señaló nada más llegar Rocío Martínez, miembro del
Coro Paz y Esperanza. «No hay derecho a que este año ni agua nos hayan dado para el camino. No nos han puesto a los voluntarios de la Cruz Roja para darnos una botellita de agua, que ya tenemos una edad y hace mucha calor», se quejó Rosa María Rodríguez.
Toñi, del coro del Centro Cívico Fátima, apuntó que «muchas nos hemos puesto el traje de manga larga pensando que haría fresco». Pero no fue así. Hasta 34 grados marcó el termómetro cuando llegaron al recinto ferial.
A las 14.00 horas, el pelotón de coros que recorría las calles se convirtió en una ‘serpiente multicolor’ ante las puertas de la Caseta
Municipal, donde sus miembros formaron una interminable cola a la espera de ser nombrados por megafonía para ir entrando en la zona de recepciones, donde se celebró la jornada de convivencia.
Relevo generacional
La alegría fue la nota predominante. «Aquí no hay rivalidad entre nosotros, todo es buen ambiente», indicó Amalia Marín, portavoz del coro Sol y Luna. Una agrupación que este año cumple la mayoría de edad.
Y con la cara radiante de felicidad esperó Manuel Gracia, integrante del La Alegría del Reina Sofía, el momento de subir al escenade rio de la Caseta Municipal para hacer lo que más les gusta. «Este coro nació de antiguos empleados del hospital, que nos juntábamos en una habitación y cantábamos para alegrarnos el día». Y ahora lo siguen haciendo, 15 años después, pero para un público más amplio.
El relevo generacional es algo que afecta a casi todos los coros rocieros. «A la gente joven no le atrae este mundo, que sólo nos trae un ‘gastaero’ de dinero y muchos ‘berrinches’», indicó la rociera Amalia Marín.
Aún así, siempre hay gente como el joven Ángel Dobao, que ayer acompañó con su guitarra a las mujeres del coro La Morenita Córdoba. «Me da mucha alegría ver lo contentas y lo bien que se lo pasan en cada actuación. Son energía pura. Y una lección de vida para todos, sobre todo para los jóvenes», reconoció. «Tú también nos das mucha vida y nos haces muy felices», le correspondió una de las integrantes. Una auténtica familia unida por el cante rociero.