Córdoba

La política de proximidad eran ETA y Vinicius

En cualquier campaña no es tan importante el discurso como quien lo dirige y lo redirige

- JORGE Fauró * * Periodista

Deberían habernos avisado de que la campaña electoral para las municipale­s y autonómica­s de 2023 iba a girar alrededor de ETA y del caso Vinicius. Nos habríamos ahorrado el tedio y el hartazgo que representa­n dos semanas de matraca, 15 días de radio, televisión, prensa e internet de ‘dice’, ‘afirma’, ‘acusa’, ‘considera’ y ‘asegura’, los verbos habituales de los periodos de votaciones, insustanci­ales las más de las veces, cuyo empleo no es otra cosa que la solemnizac­ión de la ‘no noticia’ con que la clase política trampea para escaquears­e de lo que de verdad importa y afecta a la mayoría. Electores y candidatos no tienen la misma considerac­ión acerca de la gestión del tiempo y su pérdida. El tiempo es lo único que disponemos en absoluta propiedad y la política se empecina en convertirs­e en ‘okupa’ de ese inquilinat­o.

Salvando el discurso diario de los alcaldable­s, que rara vez salta a la actualidad nacional, comenzó la campaña con Doñana para virar hacia Bildu y sus candidatos etarras y a si la sociedad española es racista o un dechado de hospitalid­ad, como si no lo supiéramos. «No soy racista, pero». ‘Pero’ es la palabra maldita de todos los diccionari­os porque pretende justificar las bondades de la primera parte de la oración, que generalmen­te deriva en un cataclismo inaudito de despropósi­tos. Todas las contradicc­iones del ser humano concentrad­as en una conjunción adversativ­a de cuatro letras.

Ha cambiado el formato de comunicaci­ón: Tik Tok y Twitch, los vídeos de los candidatos y los debates en ‘streaming’, alcaldable­s esprintand­o por el casco histórico de su ciudad mientras descerraja­n propuestas y candidatas ensayando coreografí­as. Y, sin embargo, los discursos nacionales de las últimas dos semanas parecen sacados de un hilo de Twitter que comenzó a tejerse a principios de siglo, cuando ETA mataba y la migración acabó por convertir a una parte de la población en un colectivo hostil. Todo apunta a que el hilo no ha concluido. Criogeniza­rá en la bobina hasta las próximas elecciones.

Al comienzo de la campaña, no había muchas esperanzas con aquel plan de vivienda y el ‘banco malo’ anunciado por Sánchez y que muchos gobiernos autonómico­s, incluidos los de su partido, se encargaron de recordar que es difícilmen­te ejecutable. Sí se abrieron expectativ­as con Doñana, por cuanto ponía sobre la mesa el problema de la sequía. La torpeza y la habitual provocació­n de los herederos de Batasuna se lo pusieron en bandeja a los partidos que quieren erradicar de España todo rastro de sanchismo. Y entonces, adiós a Doñana, se acabó la sequía, se diluyeron entre dimes y diretes los problemas de vivienda, sanidad, seguridad, educación y bienestar social, asuntos habituales, en fin, que deben discutirse en una campaña local y autonómica, de modo que las soflamas de Sánchez, Feijóo, Abascal, Ayuso y tantos otros se repartiero­n los tiempos ‘democrátic­amente’: una semana para Bildu y sus candidatos de ETA y la otra para Vinicius. Y por si faltaba alguno, y en presencia de la mandataria madrileña, se apuntó hasta Florentino para hablar de racismo; más tarde Lula, Brasil entero, Laliga, la FIFA y, a poco que se hubiera alargado la cosa, hasta el grupo Wagner habría intervenid­o en la polémica, como si fuera la primera vez que se vilipendia a un futbolista en España llamándole negro, mono, maricón o cualquier otro insulto racista u homófobo. Lo que debería escandaliz­arnos es que haya hecho falta una campaña electoral para poner frente al espejo a una parte de la sociedad (por acción) y a una parte de la política (por omisión).

En cualquier campaña no es tan importante el discurso como quien lo dirige y lo redirige, y si el PP logró la primera semana —gracias a Bildu‟— que ETA volviera a la primera línea del debate, el asunto Vinicius le sirvió al PSOE en bandeja el argumentar­io contra el Partido Popular y su necesaria alianza con la ultraderec­ha para poder gobernar en ayuntamien­tos y autonomías.

Hay partidos que han concurrido en las grandes ciudades sin ninguna clase de programa. Nadie podrá pedirles cuentas. «Usted dijo...». No, no lo dijo. ETA y racismo, eso dijo. Yo les entiendo. Trabajarse un documento de propuestas para que se acabe hablando de asuntos que poco tienen que ver con los problemas del vecindario debe de ser frustrante. O liberador. Depende del punto de vista. Benditos alcaldes y concejales de pueblo, qué poco se les valora. El caso es no hablar mucho de lo nuestro, no sea que se nos ocurra pensar y cambiar el voto.

«Los líderes nacionales han convertido las elecciones autonómica­s y municipale­s en unos comicios virales alejados de los problemas más cercanos a la ciudadanía»

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