Córdoba

Andalucía, un modelo

Se vuelve a poder hablar de política con menos aspereza

- JOAQUÍN Pérez Azaústre * * Escritor

Uno imagina que las cosas siempre han sido duras y difíciles, pero piensa también que debió de haber un tiempo de humo disipado en las nocturnida­des, con esas cafeteras que jamás descansaba­n, en que la gente estaba decidida a gastarse los codos sólo para entenderse. Sé que existe una narrativa posiblemen­te plana de la Transición, sin contemplar sus grietas y matices, que se ha ido construyen­do desde que sucedió; pero tampoco podemos ignorar que los tiempos recientes han contribuid­o a refundar el mito. Aunque, durante algunos años, pareció lo contrario: había demasiadas voces incendiari­as que habían resuelto impugnarla, como si se buscase convencern­os de que sólo el presente -es decir, ellos- podía proporcion­arnos dignidad política. A partir de las cenizas del 15-M había llegado algo que después hemos llamado adanismo, aunque también venía a reventarlo todo. El riesgo no ha terminado, con discursos exculpator­ios o relativist­as para el terrorismo vasco. Sin embargo, en la formulació­n de una narración, además de la verdad, tienen también su impronta unas sensacione­s ambientale­s que nos hacen creer, y hasta sentir, que un tiempo puede ser mejor que otro. Siempre que alguien pretende convencert­e de que todo lo pasado fue peor, y que sólo con él comenzará lo bueno, te está tendiendo una trampa. Porque, para empezar, también te está privando de tu propio relato personal, del de tus propios padres, de eso que entonces se llamaba pueblo -’Habla, pueblo, habla’- y que sigue existiendo, aunque quizá con algo menos de convencimi­ento y más fragmentac­ión. Necesitamo­s el pasado tanto como el presente, y nos urge cuidar nuestro futuro en los pasos que damos mientras escribo este artículo. Creo que ahora, a pesar de Doñana y su tensión como tendido eléctrico de nuestra actualidad, Andalucía ha sido pionera en liberarnos de un calambre que amenazaba con devorarlo todo. No digo que en Andalucía no haya polémicas ni que andemos nadando por el mar de la Tranquilid­ad, ni tampoco que no puedan coexistir una cierta dureza entre las pugnas con la naturalida­d de ejercer plenamente nuestra democracia. En España hemos vivido, últimament­e, algunos momentos estelares en la historia de la crispación; pero desde el cambio de Gobierno en Andalucía se vuelve a poder hablar de política con menos aspereza, y eso se proyecta y se convierte en otro modelo de enfrentars­e y debatir. Es decir: desde unas posiciones que pueden ser legítimame­nte antagónica­s, pero que siempre deben aspirar a entenderse para ir en paralelo con la normalidad de vivir. Si eso es lo mejor que se rebela de la novela en marcha de la Transición, pero pensando en hoy, es bueno traerlo hasta el presente y volver a vivirlo.

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