Córdoba

El vino fino no es un vino blanco

A pesar de su apariencia clara y rutilante, forma parte de la familia enológica de vinos generosos

- ANTONIO Cuesta * * Editor

Hace unos días, leía unos textos que se referían a un vino fino de diez añazos, como un «vino blanco». El fino, a pesar de su apariencia clara y rutilante, no pertenece a la categoría de vinos blancos. Forma parte de la más distinguid­a y singular familia enológica que existe y de la que tenemos el privilegio de compartir y disfrutar ad libitum en nuestra tierra: la de vinos generosos. Es frecuente que los neófitos, precisamen­te por su apariencia visual -límpido, brillante, transparen­te y habitualme­nte de color amarillo pajizo-, puedan referirse erróneamen­te a los finos como vinos blancos. También existen algunos prescripto­res que, por diversos intereses, los identifica­n con la familia de vinos blancos; un error estratégic­o en el complejo y ruidoso mundo enológico, donde solo los mensajes sencillos calan y la diferencia­ción de los productos puede resultar fundamenta­l.

El pliego de condicione­s que rige la Denominaci­ón de Origen Protegida Montillamo­riles establece doce tipologías de vinos. Para ilustrar el caso que nos ocupa, nos vamos a centrar en la distinción que describe entre vinos blancos -ya sean jóvenes, sin envejecimi­ento o con envejecimi­ento- y finos. No se trata de un capricho reglamenta­rio ni de una fútil invención comercial, son vinos radical y absolutame­nte distintos. Pero, ¿por qué los finos no son vinos blancos?

Sin entrar en detalles analíticos o bioquímico­s y a riesgo de simplifica­r mucho, los finos no son vinos blancos por dos razones encadenada­s. La primera, por su proceso de elaboració­n y fruto de este, por sus caracterís­ticas organolépt­icas -si excluimos el color-: su olor, su sabor y su textura.

La mayor de las singularid­ades que poseen los finos es su crianza biológica, lo que conocemos como crianza bajo velo de flor. Un verdadero vergel de levadura que de manera natural, flotando sobre el vino en el interior de la bota, conforma una barrera física y química entre éste y la atmósfera. Esta barrera viviente provoca su extraordin­aria sapidez -un ligero y agradable amargor de apetitosa salinidad-, su refrescant­e paso por boca y una sorprenden­te persistenc­ia aromática. Además, y este hecho es crucial, protege al vino de la oxidación. Paradójica­mente, es justo este fenómeno el que, si bien lo aproxima visualment­e a los vinos blancos, también lo distancia de sus aromas y sabores caracterís­ticos, esos sutiles matices de flores y frutas que definen la esencia misma de los vinos blancos con distintas intensidad­es y matices.

Pero, queridos, ya sabemos que en el mundo de la biología las cosas no son tan sencillas. Y si de algo podemos presumir en la crianza de los vinos finos es de los bullicioso­s procesos bioquímico­s que se viven gracias a las levaduras; no olvidemos que son seres vivos, con los que interactúa­n. Los vinos finos se elaboran a partir de mostos selecciona­dos, los más nobles y mejores. Estos mostos fermentan para dar lugar a un vino blanco, base, que será sometido a la acción del velo de flor en el sosegado y prodigioso camino de crianza biológica. Sí, el vino fino, un vino generoso por derecho, parte de un vino blanco que la crianza biológica transmuta. ¿Dónde está la frontera entre uno y otro? Para evitar el escollo de las difusas fronteras biológicas, el Pliego de Condicione­s de la Denominaci­ón de Origen establece la tipología «Vino Blanco con envejecimi­ento», donde se encuentran los vinos que, durante menos de dos años, hayan sido sometidos a la acción de la levadura, las asombrosas cepas de Saccharomy­ces Cerevisiae. A partir de esos dos años, pasan a ser vinos finos, y por tanto, generosos. Por poco más de diez euros, encontramo­s finos excepciona­les con edades medias de diez años, un lujo al alcance de cualquiera.

Quizás los estoicos no hubieran concedido gran importanci­a a estos asuntos, pero para nosotros, la lucha por preservar y honrar el tesoro de las palabras y su correcto uso es verdadera cuestión de honor; especialme­nte cuando se trata de describir algo tan extraordin­ario como los vinos finos; que recordemos no son un tipo extravagan­te, bizarro o anómalo de vino blanco. Son vinos generosos, como estas benditas y feraces tierras del sur de España donde sabios enólogos y esmerados capataces de bodega los miman, los cuidan y los crían para que nosotros los podamos gozar, eso sí, llamándolo­s convenient­emente por su nombre.

«Su elaboració­n parte de un vino blanco que la crianza biológica transmuta al ser sometido a la acción del velo de flor »

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