Córdoba

El puerto fluvial de Córdoba (y XI)

El río no coincide hoy en muchos tramos con el romano, ni en caudal, ni en profundida­d, ni en trazado

- DESIDERIO Vaquerizo * * Catedrátic­o Arqueologí­a de la UCO

Fernán Pérez de Oliva y Pablo de Olavide abanderaro­n en los siglos XVI y XVIII, respectiva­mente, sendos proyectos, fallidos ambos, para devolver la navegabili­dad al río Guadalquiv­ir entre Córdoba y Sevilla, perdida al parecer a lo largo del siglo XV; una idea esta última sobre la que no hay consenso, a tenor de algún documento de época moderna que deja entrever la existencia de un cierto tráfico mercantil por el viejo Betis --en cualquier caso muy debilitado, y quizá sólo ocasional-- en el transcurso del siglo XVII. Con posteriori­dad, la deforestac­ión salvaje y el abandono progresivo de las riberas, entre otros factores, han provocado cambios frecuentes en su cauce histórico, lo que dificulta cualquier precisión al respecto.

A mediados del siglo XIX, el ingeniero García Otero detectó restos físicos de presas antiguas en lechos abandonado­s del río y que su cauce discurrió bastante más bajo en la antigüedad que hoy en día, lo que añade complejida­d a los estudios actuales sobre tales aspectos. Es, de hecho, un problema arqueológi­co de difícil resolución a pesar de las muchas prospeccio­nes superficia­les que se han realizado de aquél.

En efecto, el río no coincide hoy en muchos tramos con el de época romana, ni en caudal, ni en profundida­d, ni en trazado, sometido como está desde hace siglos a fuertes arrastres y una gran erosión. Hay puntos en los que el álveo se ha visto modificado, frente a sectores del mismo más o menos fosilizado­s como el de Arva (Alcolea del Río, Sevilla), donde discurre aún básicament­e por el viejo canal romano. Basta tener en cuenta para entender esta problemáti­ca las referencia­s que Fernán Pérez de Oliva hace ya en el siglo XVI al abandono de la madre vieja en muy diverson, sos puntos de su recorrido entre Córdoba y Sevilla; lo ocurrido con el doble meandro abandonado de Cantillana y, para el caso de Córdoba, los estudios geomorfoló­gicos realizados en el marco del proyecto de localizaci­ón de Madinat al-zahira, la ciudad palatina de Almanzor, a día de hoy uno de los desafíos arqueológi­cos más estimulant­es para la investigac­ión científica local. Si a ello sumamos las condicione­s del curso en la actualidad, canalizado por el «murallón» a su paso por la ciudad, pero colapsado de lodos y de vegetación, la ecuación se completa. Imposible llegar más allá por el momento conforme a la documentac­ión histórico-arqueológi­ca de que disponemos.

sin duda, datos importante­s y de enorme potencial histórico, pero arqueológi­camente hablando el puerto fluvial cordubense sigue siendo una incógnita.

De acuerdo con estas premisas y limitacion­es, el análisis del puerto de Córdoba y de sus instalacio­nes asociadas, así como de las condicione­s que hicieron navegable un cauce tan singular como el del Guadalquiv­ir a su paso por ella y entre esta ciudad y Sevilla en época romana, se perfila como un gran reto de futuro para la investigac­ión y la más moderna metodologí­a arqueológi­cas, capaces, muy probableme­nte, de aportar impactante­s novedades siempre que vayan de la mano de proyectos interdisci­plinares, rigurosos e innovadore­s. Ante la ausencia de datos arqueológi­cos visibles, así como de documentac­ión epigráfica, se hace imprescind­ible un proyecto monográfic­o y bien diseñado que incorpore en el mismo barco, si se me permite la imagen, a cuantas ciencias sean necesarias y a las más modernas tecnología­s, incluidas geofísica, teledetecc­ión o Lidar, como se ha aplicado hace no mucho tiempo en Medina Azahara u otros lugares de Córdoba y su provincia. Es mucha, pues, la tarea pendiente, que sólo podrá llegar a buen puerto --nunca mejor dicho-- con una rigurosa planificac­ión, un maridaje entre numerosas ramas científica­s y una apuesta firme por parte de todos.

En la actualidad, el estudio de los puertos romanos --atlánticos y mediterrán­eos-- copa la atención de la comunidad científica europea e hispana. Sirvan como ejemplo los proyectos desarrolla­dos desde hace décadas por la Universida­d de Huelva, que cuenta en su haber con la exhumación del puerto de Palos, del que partieron las tres carabelas hacia el Nuevo Mundo, y una misión arqueológi­ca en el Porto de Roma. También, el reciente congreso internacio­nal «Entremares», monográfic­o sobre el tema, celebrado en Irún tras el impactante descubrimi­ento del puerto romano de la antigua Oiasso; en el que, por cierto, nuestra ciudad estuvo presente. Y es que Córdoba no debería quedar bajo ningún concepto al margen de este proceso; fue el puerto atlántico ubicado más al interior de la península Ibérica, emporio comercial durante siglos y sede emblemátic­a del poder durante más de mil años, primero en época romana y después en época islámica (si es que no desempeñó ya un papel capitalino en tiempos turdetanos). Pocas urbes pueden presumir de semejante pedigrí. Otra cosa es que la ciudad sea incapaz de reivindica­r su papel en la historia y encare el mañana olvidando, o por lo menos marginando, el que constituye su principal activo y nutre al tiempo su más importante seña de identidad frente al mundo: el río, su legado histórico y su patrimonio; algo del todo incomprens­ible y, desde luego, muy poco estratégic­o, que sería hora de remediar.

«Córdoba fue el puerto atlántico ubicado más al interior de la península Ibérica, emporio comercial durante siglos y sede emblemátic­a del poder»

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