SILENCIO, SE RUEDA
Recuerdo, siendo niña, una mañana de sol, sentada frente al mar con mi abuela, cuando, de pronto, se giró hacia mí y me dijo: «Tú no hablas mucho, ¿no? Dicen que los silenciosos son o muy tontos, y no dicen nada porque no tienen nada que decir, o muy listos, y preferen callar para luego sacar sus propias conclusiones... ¿Tú qué opinas?». Yo callé. Por si acaso.
Según estudios científcos, el silencio es necesario para optimizar la regeneración cerebral y desintegrar el estrés. Pero encontrarlo hoy en la ciudad es tan improbable como que Melania siga enamorada. El ruido del tráfco, la radio del taxi, la música del súper, el soniquete del móvil y las televisiones encendidas lo aniquilan alegremente. Para conseguir un poquito de por favor sin necesidad de pagar un retiro en el Tíbet los hay que apuestan por «la cura de silencio en casa». El método es sencillo y barato: avisas con antelación a amigos y familiares de tu próximo aislamiento temporal, desconectas los gadgets tecnológicos, haces acopio de comida reconfortante (y a ser posible ecológica), te aburres un montón y te hinchas a leer libros ligeritos que no causen ninguna angustia. Suena bien, y quienes lo han probado afrman que tiene efectos curativos.
LOS HAY QUE APUESTAN POR LA CURA DE SILENCIO EN CASA. EL MÉTODO ES SENCILLO Y BARATO