HOBBY, POR FAVOR
Huerto, yoga, ‘gym’, bricolaje, cocina, música, lectura, videojuegos... cualquier afición es buena para una tarde de otoño. Y no hacer nada también...
El ser humano, desde que el mundo es mundo, siempre ha tenido una necesidad imperiosa de ocupar su tiempo libre. Por eso los primeros habitantes de Altamira se liaron a pintar bisontes y cazadores en las paredes, por llenar el aburrimiento de los días de lluvia. Y, sin ellos saberlo, inventaron lo que hoy conocemos como hobbies. Así eran los Homo sapiens, los influencers del Paleolítico superior. Luego los romanos lo llevaron hasta el extremo tirando a cristianos a los leones solo por el jiji jaja. Pero es que los romanos eran muy suyos.
El caso es que actualmente uno puede enrolarse en casi cualquier cosa que le apetezca para llenar su tiempo de ocio, desde el macramé hasta la cría de gallinas ponedoras, así que A. y yo hemos pasado unos días buscando nuestro hobby perfecto para el otoño. Ella empezó por tener un minihuerto en el balcón, cosa que me extrañó, ya que su experiencia en horticultura se resumía en haber asesinado un cactus por demasiado riego. Después de mucha agua y abono natural, nuestra cosecha se resumió en un solitario tomate cherry, que, eso sí, sabía a tomate tomate.
Yo opté por la música y mi gran tarea pendiente: la guitarra. Lo tenía todo preparado: mi púa, mucha motivación y unos videotutoriales en YouTube de un señor argentino que aseguraba que «con unos sencillos acordes, vos os convertiréis en un guitar hero» . Comencé por
Cumpleaños feliz, pero al momento me lancé a tocar alguna de Pereza, míticas de fucker. Pero mis dedos son como los de Los Simpsons, así que no llegaba a algunos acordes y no pasaba del tin... tin. Por eso fui tan poco
fucker en el césped de la universidad.
Los dos juntos nos metimos a probar algo muy de moda: el
mindfulness o... la meditación de toda la vida, vamos. Una app nos iba susurrando pensamientos para dejar la mente libre. Yo lo hice tan bien y la dejé tan libre que me dormí durante varias lecciones y me desperté ya en el nivel avanzado de mindfulnismo. A. meditó y alcanzó la paz interior, pero yo básicamente me eché una siesta de pijama y orinal.
Otra de las cosas que intenté fue emular los vídeos de bricolaje que se ven a menudo en Facebook. Parecen fáciles, se hacen en cinco minutos y son cosas que quedan monis. Me atreví con un cabecero de cama estilo rústico creado con unas ramas de árboles, un poco de pintura blanca y unas cuerdas de rafia. Ni que decir tiene que he dormido en el sofá durante una semana y que los palos han acabado en la basura. Me he dado cuenta de que A. no valora el ambiente rural y no le gusta pincharse la cabeza con ramas.
Así que los dos volvimos a lo que mejor sabemos hacer: cocinar y tomarnos un pincho mientras cantamos a todo volumen sin tener ni idea. Ese es mi hobby favorito.