TESTIMONIO. «Me cargué mi relación de pareja por los celos».
LA PROTAGONISTA DE ESTA HISTORIA ERA UNA MUJER INDEPENDIENTE Y SEGURA DE SÍ MISMA HASTA QUE CONOCIÓ A GAEL, QUE PESE A TENER NOVIA LO DEJÓ TODO POR ELLA. LEJOS DE REFORZARSE, SE VOLVIÓ POSESIVA E INCAPAZ DE CONSERVAR A NADIE A SU LADO.
Conocí a Gael en agosto de 2014 y, por primera vez, a mis 26 años, experimenté eso que llaman un flechazo directo al corazón. Fue en un pueblo de Valencia, donde yo veraneaba con mi familia, y él era de la pandilla de mi prima, que vive allí. Nos presentaron en la playa y enseguida conectamos. Estuvimos charlando durante toda la tarde. Yo noté que los demás nos miraban mucho. No podíamos dejar de hablar y conseguimos una gran complicidad en cuestión de horas casi sin darnos cuenta. Cuando nos despedimos, tuve claro que había sucedido algo especial y se lo conté a mi prima, que me contestó algo que no esperaba: “¡Tiene novia!”. ¡¿Qué?! ¿Cómo era posible? Esa noche quedamos para cenar con más gente y, aunque nos sentamos juntos, yo estaba apagada porque realmente me había gustado. ¿Cómo me podía atraer tanto si apenas le conocía? Cuando terminamos, con un par de copas de más, fuimos a la discoteca y allí me lancé: “Sales con una chica, ¿eh?”. Se sorprendió, pero enseguida reaccionó. Me dijo que ella estaba de vacaciones, que tenían problemas y que de hecho iba a dejarla cuando volviera. Varias horas después estaba despertándome en sus brazos. En su cama, sí.
TRES SON MULTITUD
Pero la (cruda) realidad se encargó de recordarnos que en unos días yo regresaría a mi casa y él se quedaría en el pueblo, claro. Y su novia volvería de vacaciones.
Así fue. Ya en mi ciudad, en los días posteriores, estuvimos enviándonos whatsapps a todas horas. Yo estaba muy ilusionada y me negaba a aceptar la situación. Pero lo peor (que a posteriori pensé que tendría que haber previsto) ocurrió: su chica volvió feliz, él no le contó nada y arreglaron su relación. O sea, que yo me quedaba colgada de un móvil, decepcionada porque finalmente no iba a seguir con él y odiándome por haber participado en una historia de amor a tres bandas.
SEGUNDA OPORTUNIDAD
Al cabo de un año rompieron. Era de esperar, ya que cuando se da una situación de infidelidad es que algo falla en la pareja. Sin embargo, no fue hasta un mes después de su ruptura cuando Gael me llamó: “Hola Mara, aunque imagino que no querrás hablar conmigo y lo entiendo, ¿qué tal estás?”. Me quedé helada. Era septiembre de 2015 y ver sus palabras en la pantalla de mi móvil, después de tanto tiempo, me provocó mariposas en el estómago. “Hola Gael, muy bien, mi prima ya me ha contado, ¿cómo estás tú?”. Fue el inicio de una conversación que me llevó a experimentar, durante dos meses, cosas que nunca había sentido. Recuerdo mi estado emocional, era como si flotara en el aire. ¡Estaba feliz! Pero cuando empezamos a salir en serio, noté una sensación que, de forma inconsciente, acabó convirtiéndose en un patrón. Una noche, él fue al baño después de acostarnos y su teléfono, sobre la mesilla,
«CUANDO NOS ENROLLAMOS, ÉL TENÍA PAREJA. YO TEMÍA QUE LUEGO TAMBIÉN PUDIESE ENGAÑARME A MÍ»
se encendió. No pude resistir la tentación de mirar y vi que era su exnovia la que había escrito. ¡Seguían hablando!
‘HÁBITOS’ TÓXICOS
Vivíamos una relación a distancia. Viajábamos para vernos y adoptamos esa rutina de manera natural. Yo estaba enamorada, pero había cogido una mala costumbre: siempre que podía le cotilleaba el móvil. Me convertí en alguien que nunca había sido: una persona intranquila, insegura y posesiva. Una noche, cuando se quedó dormido, abrí su WhatsApp (algo que hacía a menudo) y empecé a leer sus conversaciones. Muchas eran con chicas, nada comprometido, pero entre ellas, había una de su trabajo con la que hablaba de manera muy continua. Gael se despertó y me pilló. Fue nuestra primera gran discusión. ¿Por qué demonios había invadido yo su intimidad? Para mí también era una incógnita, pero no podía soportar la idea de que hubiera puesto los cuernos a su ex conmigo y que ahora yo estuviera en esa situación, que fuera yo la engañada. Después de esa anécdota, nada fue igual y la distancia no ayudaba, por lo que empecé a pasar más tiempo en su casa de Valencia (yo soy freelance y podía trabajar desde allí) para tratar de reavivar nuestra relación. Pero con el paso del tiempo caí otra vez en la tentación de espiarle, y en esta ocasión sí que leí algo que le comprometía: una serie de mensajes con aquella chica del trabajo. Me puse a llorar. Esa noche discutimos y le dejé. Jamás supe si me fue infiel, y pasado el tiempo prefiero no saberlo. La situación me superó y durante meses me lamenté pensando si habíamos llegado hasta ahí porque él no era capaz de ser fiel o porque yo misma lo había provocado.
LECCIÓN APRENDIDA
Estuvimos juntos dos años y, aunque no me arrepiento de nada (tenía que pasar así y punto), sí que aprendí varias cosas importantes. En primer lugar, no volveré a acostarme con alguien si sé que tiene novia; es una línea que me permití cruzar en aquel momento y que nunca más atravesaré: ante todo, sororidad. Y, en segundo lugar, me he dado cuenta de que es prácticamente imposible tener una relación sana si no te fías de tu pareja. Puede que las sospechas, en este caso, fueran fundadas (de hecho, Gael está saliendo ahora con aquella compañera del curro), pero la confianza es una de las claves para que el amor funcione. De cada novio te llevas algo y yo tengo claro que no volveré a pasar por algo así nunca más. ¡Prometido!».
«NO PODÍA RESISTIRME A LEER SUS ‘WHATSAPPS’ CON OTRAS CHICAS»