Cosmopolitan España

LA VIDA SECRETA DE LAS AZAFATAS.

SEXO, PELIGRO, ACCIÓN… SI NO LEES ESTE REPORTAJE NO SABRÁS NUNCA QUÉ PASA A 35.000 PIES DE ALTURA. ¿PREPARADA PARA UNA EXPERIENCI­A DE VÉRTIGO?

- TEXTO: LIZZIE POOK. FOTOS: ANTONIO PETRONZIO.

Sexo, peligro, acción… Qué pasa a 35.000 pies de altura.

La primera clase suele ser la menos ruidosa, pero aquel día había una pareja que estaba totalmente borracha. Se quitaron toda la ropa y empezaron a correr desnudos por los pasillos del avión», cuenta Mandy Smith, ex azafata de la compañía británica Virgin Airways. Según ella, casi nunca se suelen presenciar situacione­s tan escandalos­as en estos asientos, aunque las anécdotas y los momentos comprometi­dos o de emergencia son más frecuentes de lo que pensamos. Y es que mientras tú, feliz o nerviosa, te abrochas el cinturón pensando en las vacaciones, las mujeres (y también hombres, que cada vez hay más) que te cuidan durante tu travesía por el cielo han hecho una ficha completa a los viajeros. Esto de forma impercepti­ble, al tiempo que indican dónde están las salidas de emergencia y atienden las llamadas más insólitas. Ellas lo ven todo. Hasta lo que no te gustaría que vieran. Y, es más, cuando se sube la escalerill­a y se cierran las puertas, muchas no sólo dejan de lado su dieta hipocalóri­ca, sino también sus inhibicion­es y, en ocasiones, hasta la decencia (¡literal!). Lo descubrirá­s si te animas a leer Cabin Fever (ed. Thistle Publishing), el libro que escribió Mandy contando sus experienci­as (un must en tu readlist) con historias divertidís­imas y otras horribles. Así que si siempre has querido saber qué pasa detrás de esa cortina que separa los asientos first class y los de turista, te lo contamos ya mismo.

Segurament­e habrás oído la leyenda urbana que dice que si vas superarreg­lada en el check-in, conseguirá­s un cambio a una clase superior durante tu viaje. Mentira. Puedes ir de lo más elegante, pero los empleados de las aerolíneas siempre te tendrán calada. ¿Entonces, en qué se fijan? En tus joyas. «Los diamantes delatan a la mujer y el reloj al hombre. Estos complement­os te pueden decir si se trata de alguien rico o no. Pero da igual que vaya en pijama», confiesa la experta. Y añade que las personas que suelen ir en primera son las que resultan más fáciles de trato: «Han esperado el despegue con todas las comodidade­s y ya han comido en el lounge del club, así que sólo quieren subir al avión y descansar en sus mullidos sillones. A un primerizo se le reconoce al instante, ya que pedirá el menú íntegro». Luego están los pasajeros con los que las azafatas prefieren no tener nada que ver. Para ella, los clientes de la categoría

business (la intermedia entre turista o económica y primera) son los peores: «Los de la clase más alta están en silencio y se van a dormir, mientras que estos suelen emborracha­rse. Sólo quieren copas gratis y creen que el hecho de comprar unos asientos un poco más caros les da el derecho a actuar de una forma grosera». Este tipo de actitudes rara vez quedan impunes, aunque no con sanciones sino con respuestas no reguladas que pocas tripulacio­nes admitirían. «Una vez, un pasajero de

business fue muy maleducado con el personal, menospreci­ando a los empleados y comportánd­ose de manera nada respetuosa –confiesa Hayley Loft, de 32 años, que actualment­e trabaja en una aerolínea conocida–. Cuando llegó el desayuno, el manager preparó la comida, pero mojó su tortilla en el agua residual (una especie de recipiente de líquidos donde echamos todo lo que sobra, el alcohol, la comida y el café).

Y se lo sirvió con una sonrisa enorme (¡puaj!) ». Pero la situación puede llegar a ser incluso más grave. «Ha habido empleados a los que han arrastrado por el pasillo del avión», dice Mandy indignada. Y, con frecuencia, los que se comportan con mala educación y ofenden de esa forma no son los que han comprado los billetes más baratos. «Es inevitable si han tomado demasiadas copas –el vino es letal– o si han mezclado sus pastillas para dormir con el alcohol», añade. ¿Y qué hay de los famosos? Las celebs a menudo llegan escoltadas en coches privados, son atendidas en registros sólo para ellas y acompañada­s a sus asientos, sea la hora que sea. Y la tripulació­n de cabina está aleccionad­a para mantener siempre la calma, hasta con los pasajeros más conocidos, pero eso, según la exazafata, no siempre funciona. «Durante un vuelo a Los Ángeles, una compañera, Laura, y yo oímos un ruido en el armario de los abrigos. Ella me miró perpleja porque lo había dejado cerrado un rato antes.

LAS RELACIONES SEXUALES EN LOS AVIONES SON MÁS FRECUENTES DE LO QUE IMAGINAS, TANTO ENTRE TRABAJADOR­ES COMO ENTRE LOS PASAJEROS

Así que se acercó y empujó. La puerta se abrió de golpe y allí nos dimos de bruces con la estrella de Austin Powers, el actor Verne Troyer, agarrando furiosamen­te su chaqueta de cuero con el puño. ¡Resultó que Laura lo había encerrado! Por suerte, cinco minutos más tarde, estaba riéndose y contando su aventura a otros pasajeros en el bar». Pero lo cierto es que mientras que la mayoría de los clientes de los mejores pasajes bebe sus copas de champán tranquilam­ente y prefiere descansar, las celebritie­s a menudo son problemáti­cas. «En un vuelo de una compañera, una cantante de un grupo femenino se emborrachó tanto, que una azafata se vio obligada a abrir el baño desde fuera, levantarla del suelo, subirle las bragas y acompañarl­a a su asiento», dice Hayley.

Aunque si crees que las travesuras de los pasajeros son inaceptabl­es, las de la tripulació­n a veces resultan peores y sí, esto lo hacen mientras te preguntan amablement­e si quieres pollo o pescado. «¿Un ejemplo? Nuestros azafatos contaban con un sistema de puntos de colores que se anotaban según se acostaran con uno o otro miembro del personal», confiesa Mandy. Era una práctica machista más propia de películas de los años sesenta tipo Aterriza como puedas que del siglo XXI, un tiempo en el que, no obstante, la exazafata destaca que las relaciones sexuales siguen siendo habituales: «Algunas personas del equipo a veces se escondían en el servicio de la clase turista para echar un quiqui. Se trata del baño más grande del Airbus A340». Según Jenny Cole, una azafata de 28 años que trabaja en una aerolínea europea, los empleados incluso se retan: «Un chico y una chica que eran pareja y con los que coincidí durante una escala empezaron a jugar mientras tomaban unas copas. Y así hasta que subieron el desafío…». Quedaron en que al día siguiente buscarían la forma de hacer algo escandalos­o delante de los clientes sin que ellos se dieran cuenta. ¡Y vaya si lo hicieron: aquello fue todo un cóctel de sexo y adrenalina!». Pero no queda ahí la cosa... «Una vez –revela Mandy– vi a un hombre que se lo estaba pasando muy bien debajo de su manta. Estaba convencido de que en la oscuridad no nos dábamos cuenta de nada, pero no era así y, de forma discreta, se lo hicimos notar». Porque antes de censurar abiertamen­te las conductas que no se pueden permitir o montar un escándalo, es mejor recurrir a la diplomacia.

Las azafatas también deben afrontar momentos realmente difíciles. De hecho, ellas trabajan con los pies en el cielo y son nuestra única ayuda en las situacione­s de vida o muerte. «En uno de mis viajes, pasamos por unas fuertes turbulenci­as cuando estábamos volando sobre el Atlántico y la alarma del aseo sonó. Nos dijeron que se trataba de algo serio. Oímos un llanto y, cuando abrimos la puerta del baño, vimos a una mujer cubierta de sangre. Estaba balanceánd­ose hacia delante y atrás, y gimoteando como un animal herido. Había tenido un aborto espontáneo. Fue una experienci­a muy impactante para mí», confiesa Mandy. Otras veces pasa que alguien no llega a desembarca­r. «Si un pasajero fallece, hay pocas cosas que podamos hacer», comenta Samantha Frank, que tiene 25 años y trabaja en una aerolínea internacio­nal. «Tenemos que dejar el cuerpo en una fila vacía y abrocharlo con el cinturón de seguridad. Y si esto no es posible, se queda en su asiento. No

podemos cubrirlo con una manta, ya que llamaría más la atención. Debe parecer dormido. Técnicamen­te, un pasajero no puede morirse en un vuelo, ni puede pronunciar­se la palabra “muerto” por un azafato hasta que el avión aterrice».

Pero esto no es lo más grave que puede suceder en el aire. «Lo peor es que se detecte un fuego. A mí me ocurrió volando hacia Miami –dice la ex empleada de Virgin Airways–. La luz del motor se encendió e inmediatam­ente supe que algo malo estaba pasando. Entonces el manager se acercó al equipo y nos pidió que nos reuniéramo­s en la cocina dos, el código que se utiliza cuando hay un problema de magnitud». Para enfrentars­e a situacione­s como esta, recuerda que lo más importante es haber prestado atención al vídeo sobre las medidas de seguridad que te ponen al despegar. «Así sabrás que, si las mascarilla­s de oxígeno se despliegan, debes mantener la calma y colocarte una inmediatam­ente», recomienda Samantha. «Aunque el oxígeno dure sólo 15 minutos, este tiempo es suficiente para llegar a una altura segura, y sólo dispones de 30 segundos para ponértela antes de quedarte inconscien­te. Además, cuando te dicen que lo hagas antes de ayudar a otras personas, incluso a niños, debes hacer caso». Ya sabes, nada más acomodarte en tu asiento, antes de abrocharte el cinturón, echa un vistazo alrededor y si la pareja de la fila E desaparece largo rato o la tortilla sabe rara recuerda que en un avión ocurren más cosas de las que ves a simple vista.

SI UNA PERSONA FALLECE EN EL AVIÓN, TIENE QUE SEGUIR SENTADA, COMO SI ESTUVIERA DORMIDA. TÉCNICAMEN­TE UN PASAJERO NO PUEDE MORIR

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