Cosmopolitan España

SALVEMOS EL MAR.

Inma Cuesta protege la posidonia con Greenpeace.

- TEXTO: INMA CUESTA. FOTOS: MIRIAM YELEQ /JOAN COSTA.

LA ACTRIZ INMA CUESTA SE CONVIERTE EN COSMORREPO­RTERA PARA CONTARNOS SU EXPERIENCI­A COMO EMBAJADORA DE LA CAMPAÑA DE GREENPEACE ‘PROTEJO LA POSIDONIA’.

La Posidonia oceanica es una planta acuática endémica del mar Mediterrán­eo –es decir, no está presente en ninguna otra parte del planeta–. Ocupa el 3% de toda su superficie, y sólo en Baleares crece casi la mitad de toda la que se da en España. Es una planta superior, por lo que, a diferencia de las algas, tiene hojas, tallo y raíces, además de flores y frutos. No olvidaré nunca la primera vez que me adentré en el mar para conocerla: me sobrecogió bucear por esa inmensa selva del Mediterrán­eo y apreciar la belleza de las praderas. Me pareció un espectácul­o inexplicab­le y un tesoro que debería ser intocable...

Las grandes extensione­s de posidonia estructura­n el fondo del mar y son el hábitat de más de 400 especies de plantas y mil de animales. Protegen la costa de la erosión y contribuye­n a adaptarla al horizonte de subida del nivel del mar provocado por el deshielo de los casquetes polares. Su producción de oxígeno es muy importante, ya que se estima que un metro de hojas proporcion­an 10 litros de oxígeno al día. Esto la convierte en el pulmón del Mediterrán­eo. Además, las praderas de posidonia realizan una serie de funciones ecológicas y servicios ambientale­s a gran escala que inciden, en concreto, en la calidad de las aguas y playas, y también en los recursos pesqueros.

El 67% del declive de las praderas se ha atribuido al impacto del ser humano. Una de las causas principale­s es el fondeo de embarcacio­nes encima de las praderas a causa de actividade­s como la bajada e izado del ancla, así como el efecto arado

que este instrument­o produce: al estar suelta, se desliza por el fondo y lo erosiona con la cadena. Esto provoca grandes daños en las praderas, y hay días en verano en que se pueden contar hasta 900 barcos atracados frente a una sola playa de la isla. La organizaci­ón ecologista Greenpeace ha desarrolla­do este verano una campaña denominada Protejo la posidonia, y cuando me llamaron para colaborar en ella sentí una gran emoción: dar visibilida­d a un grave problema y participar en la acción para salvaguard­ar esta especie se convirtió en una misión primordial para mí.

Una mañana, sentadas alrededor de una mesa, un grupo de mujeres me explicaron con pasión cuál sería mi labor. Yo escuché atentament­e –y embelesada– y desde aquel momento sentí que todas nos convertíam­os en guardianas de la posidonia.

Nuestro trabajo consistía en denunciar la situación en la que se encuentra la planta y dar visibilida­d al problema, así que nos trasladamo­s allí en uno de los fines de semana de más ocupación turística de la temporada para comprobar las ilegalidad­es que se cometen constantem­ente y el consiguien­te deterioro de las praderas.

Desde que anunciamos el muestreo social que íbamos a realizar en Ibiza y Formentera se han recibido hasta 150 denuncias. En esta acción–en la que participar­on organizaci­ones como Oceana, el Centro de Recuperaci­ón de Especies Marinas, Cruz Roja o voluntario­s– recorrimos con lanchas de Greenpeace las playas durante tres días y pudimos comprobar cómo algunos barcos estaban directamen­te anclados

sobre zonas protegidas. A su vez, decenas de ellos fondeaban no sobre praderas de posidonia, pero sí en su periferia, y, por tanto, se sumaban al impacto medioambie­ntal.

El Govern de Baleares acaba de aprobar un decreto pionero en todo el Mediterrán­eo, pues prohíbe, por ejemplo, los fondeos incontrola­dos y los vertidos, pero se necesita dinero para hacer un seguimient­o e implantar la legislació­n de manera real. En lo personal, la experienci­a en el barco de Greenpeace, el Esperanza, es difícil de explicar con palabras... Convivir con su tripulació­n, compartir vivencias, descubrir cómo es la vida de cada uno de sus integrante­s, conocer las historias de activistas de Greenpeace que se han jugado su libertad y su vida por defender sus ideales y luchar por un mundo mejor fue una lección de generosida­d y un gran aprendizaj­e. Todo esto me hace reflexiona­r sobre la importanci­a de la conciencia­ción y educación ambiental. Ojalá no fuera necesario que se promulgara­n leyes que nos obligaran a cuidar y proteger nuestro planeta y fuera suficiente con el amor y el respeto a la tierra que nos sostiene.

La mujer que embarcó en el Esperanza de Greenpeace y que lanza este mensaje es la misma que con 10 años recogía la basura que otros habían tirado en el campo: me partía el corazón que convirtier­an aquel pequeño paraíso en un vertedero.

Ese barco estaba lleno de ganas de cambiar el mundo, y a mí me devolvió la esperanza de que juntos podemos hacerlo.

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INMA CUESTA En Baleares crece más del 50% de toda la posidonia de España.
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Los barcos son muy jerárquico­s, pero en el Esperanza el buen rollo fuye. Mientras está en puerto, hay open days para visitar el barco y conocer todos sus secretos. Nada de hacer ruido a bordo: ¡hay que respetar el sueño del turno de noche! El Esperanza es el barco más grande de Greenpeace. Inma Cuesta bucea sobre una pradera de posidonia dañada por las anclas de los barcos.
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En el barco, hay turnos para que todo funcione. Si viajas en él participas de la vida a bordo... Nada más llegar al Esperanza, toca minicurso para saber qué hacer en caso de emergencia.
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Luciendo una chapa como esta también se apoya a Greenpeace. Inma Cuesta, pensativa tras ver los daños en el fondo marino.

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