Tuve un lío con mi profesor
¿TE HAS SENTIDO ATRAÍDA POR ALGUNO DE TUS PROFESORES? ¿HAS FANTASEADO CON TENER UNA AVENTURA CON ALGUNO DE ELLOS? NO ESTÁS SOLA. RECOPILAMOS LAS HISTORIAS DE MUJERES QUE SE LIARON CON SUS MAESTROS... ¿FÍSICA O QUÍMICA?
Las aventuras entre profesores y alumnas son un clásico de la vida estudiantil. Si no te ha pasado a ti, seguro que conoces a más de una amiga que se ha enrollado con alguno de sus profes, manteniendo el secreto y viviendo una experiencia única que merece la pena ser contada. Estos cuatro testimonios dan fe de ello.
Blanca, 25 años DERECHO A UN MENSAJE
«En cuarto de carrera tuvimos como profesor de Derecho Mercantil a un atractivo abogado de 40 años de uno de los despachos más prestigiosos de Madrid. Enseguida me gustaron sus clases: me fascinaba su forma de explicar. Justo antes de Navidad a los alumnos nos propuso tomarnos un café de despedida. Aquella tarde, estuvimos todo el tiempo charlando y, aunque el resto también participaba en la conversación, me di cuenta de que cuando hablaba se dirigía siempre a mí. Antes de irme, le comenté que estaba en el proceso de selección de su despacho y se ofreció a ayudarme a preparar la entrevista. Quedamos a comer a los pocos días y la química no dejó de aumentar entre nosotros. Después de tontear por mensajes durante más de una semana, me invitó a cenar. Una cosa llevó a la otra, y al final acabamos acostándonos. Para mí, fue una noche increíble. Sin embargo, después de aquello, no volví a saber nada de él. Esperé a que me llamase o me mandase algún mensaje, pero nunca lo hizo. Le volví a ver después de las vacaciones, cuando nos cruzamos por el pasillo de la universidad, y ni siquiera me dirigió la mirada. En aquel momento me morí de vergüenza. Menos mal que ya no seguía siendo mi profesor y no tendría que volver a sus clases».
Julia, 29 años UNIDOS POR EL INGLÉS
«Hace un par de años, tuve que apuntarme a una academia para preparar un examen de inglés. Mi profesor era un chico australiano, superguapo y no mucho mayor que yo, que acababa de llegar a España. Enseguida congeniamos y la chispa prendió rápidamente. Un día, al salir de clase, me propuso irnos a tomar una cerveza juntos. Fue una tarde inolvidable en la que hablamos de mogollón de cosas muy íntimas.
«DURANTE LAS CLASES, ENSEGUIDA CONGENIAMOS Y LA CHISPA PRENDIÓ RÁPIDAMENTE ENTRE NOSOTROS»
Desde aquel día empezamos a quedar cada vez más, siempre manteniéndolo en secreto. Unos meses después, por problemas personales, tuvo que volver a Australia con su familia. Seguimos en contacto durante un tiempo, pero luego decidimos dejarlo».
Camila, 31 años AMOR POR LAS MATES
«Cuando estaba en el colegio, me encantaba mi profe de matemáticas. Era muy sexy y divertido. Sus clases eran las mejores. Siempre tuve muy buen rollo con él, y sabía perfectamente que era su alumna favorita, aunque nunca llegamos a tener nada: yo era una enana. Unos años después, cuando ya estaba en la universidad, me lo encontré por la calle. Estuvimos hablando y riéndonos durante un rato, y antes de despedirnos me pidió mi dirección de e-mail. Nos mandamos millones de correos antes de que me invitara a cenar. Yo estaba de los nervios. Aquella noche no nos liamos, pero sí la siguiente vez que nos vimos. Desde entonces ya han pasado ocho años, y ahora estamos felizmente casados y con dos hijos de por medio. Cuando mis padres se enteraron de que salía con él, y de la gran diferencia de edad que nos separaba, se enfadaron una barbaridad conmigo. Pero pronto se dieron cuenta de que aquello no era un capricho, sino una relación de verdad».
Alejandra, 28 años EL ARTE DEL ENGAÑO
«Cuando estuve de Erasmus en Florencia, conecté muy bien con mi profesor de escultura. Era el típico italiano pibón, del que te enamoras nada más verle. Al principio, tan solo éramos colegas, y nos dedicábamos a charlar por los pasillos de la universidad. Sin embargo, no tardamos en quedar a cenar, siempre en sitios con poca gente. Una noche, me llevó a casa y, después de varios besos en el portal, le invité a subir a mi piso. Nos estuvimos viendo durante semanas, hasta que una tarde vi cómo su mujer y su hija pasaban a recogerle en coche después de las clases. Me quedé a cuadros: no sabía que estaba casado. Cuando le planté cara, tuvo el morro de decirme que se estaba divorciando y que quería seguir viéndome. Obviamente no le creí. Estuve llorando sin parar hasta que una noche en un bar conocí a otro chico y volví a ilusionarme...».