LAS CICATRICES FORMAN PARTE DE TI
Después de la tempestad, llega la calma. Por eso, tras superar un cáncer de mama, Inma (34 años) necesita buscar frente al mar ratos de soledad «para reordenar la cabeza y seguir adelante». Fueron cuatro años de operaciones, tratamientos y dolor, y también de apoyo incondicional de quienes la quieren y de mucha valentía para que la enfermedad no se apodere de su vida cotidiana: «Cuando escuché el diagnóstico, sólo pude decir: “No quiero morirme”. Y, a pesar de que la quimio me sentaba fatal, procuraba seguir con mi rutina: ducha, maquillaje y a la calle. Aunque al verme sin pelo ni pecho me preguntaba si volvería a ser yo, si mis ojos recuperarían su brillo».
Inma sabe que en un minuto te cambia la vida y que ese viaje no deseado pasa factura física y psicológica: «Quedan secuelas, cicatrices que ves, que importan (por más que te digan que es lo de menos) y a las que, al fnal, te acostumbras; también quedan otras invisibles: las emocionales. Sin embargo, hay que afrontarlo sin sentirte derrotada. ¿Cómo voy a agradecer la ayuda de quienes están a mi lado, incluida mi oncóloga? ¡Sólo puedo regalarles mis sonrisas!». Y, de nuevo, el brillo de sus ojos.