Ein fragwürdiges Spiel
Es gibt keinen Begriff, den Spaniens Regierungschef Mariano Rajoy im Katalonien-Konflikt mehr strapaziert als Verfassung. Strapaziert wohlgemerkt. Denn mit den Grundpfeilern einer demokratischen Verfassung nimmt es Rajoy nicht so genau. Jedenfalls dann nicht, wenn es darum geht, einen unliebsamen politischen Gegner wie Carles Puigdemont zu verhindern. Die Verfassungsbeschwerde gegen die Entscheidung des katalanischen Parlamentspräsidenten, den abgesetzten Ministerpräsidenten erneut als Kandidaten für das Amt des Regierungschefs zu ernennen, ist ein Angriff auf das passive Wahlrecht. Jeder gewählte Abgeordnete hat das verfassungsmäßig garantierte Recht, als Kandidat für das hohe Amt aufgestellt zu werden. Und sei die Kandidatur wie im Falle des im Ausland weilenden Puigdemont noch so unsinnig. Dass das Verfassungsgericht dieses Spiel Rajoys mitgespielt und das Papier, auf dem die Beschwerde formuliert ist, dem Urheber nicht um die Ohren gehauen hat, ist mehr als fragwürdig. Hier macht sich die Hüterin der Verfassung zum Komplizen der Politik. Das darf nicht sein. Es spielt keine Rolle, dass die Entscheidung, ein Kandidat Puigdemont müsse bei seiner möglichen Wahl persönlich im Parlament anwesend sein, nur logisch ist. Um das aber festzustellen, hätte es keiner Verfassungsbeschwerde bedurft.
Un juego dudoso
No hay ningún otro término que haya sido más desgastado por Mariano Rajoy en el transcurso del conflicto catalán que el de Constitución. Digo desgastado, entiéndase bien. Y es que, Rajoy no es precisamente lo que se dice riguroso en su manejo de los fundamentos de la Constitución democrática. Al menos no lo es cuando se trata de anular a un molesto adversario político como lo es Carles Puigdemont. El recurso de amparo constitucional en contra de la decisión del presidente del parlamento catalán de nombrar nuevamente al presidente destituido como candidato para el cargo de jefe de gobierno, va frontalmente en contra del derecho a voto pasivo. La Constitución garantiza el derecho de cualquier parlamentario a ser nombrado candidato para el más alto cargo, por muy absurda que pueda ser la candidatura como cuando, en el caso Puigdemont, la persona en cuestión se encuentra en el extranjero. Que el Tribunal Constitucional le haya seguido la jugada a Rajoy en vez de denegarle rotundamente la recepción de tal recurso, es más que cuestionable. Cabe sospechar que, en este caso, los guardianes de la Constitución se han mutado a cómplices de la política. Y eso, no puede ser. Tampoco importa que tenga su lógica la decisión de que el candidato Puigdemont deba hacer acto de presencia para su posible elección en el parlament. Para tal constatación, no habría hecho falta un recurso constitucional.