Politik der Gewalt
Als vor einigen Jahren von Politikverdrossenheit die Rede war, kam das meist mit negativen Schwingungen daher, getragen von diesem Alt-68er-Moralgedöns. Heute sagen viele Spanier unverhohlen, sie wollen von der Politik nichts wissen. Man kann ihnen das bei dem traurigen Spektakel in Madrid eigentlich gar nicht verdenken. Man muss sie eigentlich sogar dazu beglückwünschen. Sie bringen mit ihrer Haltung zum Ausdruck, dass sie sich auf dieses niedrige Niveau nicht herablassen wollen. Auf das der plakativen Inszenierungen, mit denen man junge Ausländer in öffentlichen Gebäuden zu Kriminellen abstempelt. Auf dieses MegaphonieGebrüll vom Kampf gegen den Faschismus oder diese Gretchenwahl zwischen Freiheit und Kommunismus. Was soll das im 21. Jahrhundert? Die Wähler haben den Trump in Madrid – die Politik der aggressiven Gestik, der simplen, glasklaren Entweder-oder-Botschaften, des ausgestreckten Zeigefingers mit dem immer ein Gegner gesucht und ins Visier genommen wird. Das ist eine Politik der Gewalt. Man müsste sie eigentlich genauso verurteilen, wie Drohbriefe mit den Gewehrgeschossen, bei denen manch einer sich empörte, während er sich erfreut die Hände rieb. Vorsicht ist durchaus geboten. Auch Trump trat etwas los, was er selbst nicht mehr kontrollieren konnte. Wenn das so weitergeht, läuft auch in Madrid einer mit einem Stiergehörn am Kopf durch den Landtag.
Política de la violencia
Cuando hace algunos años se empezaba a hablar del desencanto de la gente con la política, aquello tenía unas connotaciones negativas, basadas en el moralismo de la generación del 68. Hoy en día muchos españoles dicen sin tapujos, que no quieren saber nada de la política. A raíz del triste espectáculo de Madrid, parece una actitud comprensible. Habría que felicitarles incluso. Con su postura, manifiestan que no están dispuestos a rebajarse a un nivel tan bajo. Carteles con montajes llamativos, en los que jóvenes extranjeros son tildados en edificios públicos como criminales. O con gritos por megafonía llamando a la lucha contra el fascismo o el de la pregunta retórica libertad o comunismo. ¿Acaso no estamos ya en el siglo 21? Los electores tienen un Trump en Madrid – la política de gesto agresivo, de simples pero claros mensajes de blanco o negro, del dedo índice estirado, que siempre busca y señala a un contrincante. Es una política de la violencia. Como tal debería ser denostada, igual que las cartas amenazantes con proyectiles de rifles, con las cuales algunos se indignan, pero a la vez se frotan las manos. Conviene desde luego ser cautos. Trump también inició algo, que luego no pudo controlar. Como esto siga así, en Madrid también acabará paseándose alguien con unos cuernos de toro por el parlamento regional.