Meinung Die Macht der Lobbys
Zucker + leere Kohlenhydrate = ungesund. Obst + Gemüse = gesund. Die Formeln einer gesunden Ernährung, wir kennen sie eigentlich alle. Und trotzdem ist die Zahl übergewichtiger und fettleibiger Kinder nicht nur in Spanien, sondern auch in Deutschland und dem Rest Europas besorgniserregend. Schuld daran ist auch die Macht und Profitgier der Lebensmittelkonzerne. Sie pumpen nicht nur Millionen in Werbespots, die uns das Blaue vom Himmel lügen. Ihre Lobby wusste es auch zu verhindern, dass das Europäische Parlament 2010 die Ampel-Etikettierung einführte, die Lebensmittel auf den ersten Blick als gesund oder schädlich kennzeichnen. Natürlich sind die Studien und Programme der Länder zur Eindämmung des Problems eine wichtige Investition, um zu verhindern, dass die Behandlungskosten für Krankheiten, die durch Übergewicht ausgelöst werden, in der nahen Zukunft explodieren. Vor allem aber muss die Politik mehr Druck auf die Lebensmittelindustrie machen: weniger versteckte Zuckerstoffe, eine bessere Kennzeichnung und keine Werbelügen. Von selbst kommen die Konzerne bestimmt nicht auf die Idee. Azúcar + hidratos de carbono = no saludable. Fruta + verdura = saludable. Las fórmulas de una alimentación equilibrada, en el fondo, todos las conocemos. Y aun así, la cantidad de niños obesos, no sólo en España, sino también en Alemania y en el resto de Europa, es muy preocupante. La culpa de ello, también la tienen las grandes multinacionales alimentarias con su poder manipulativo y su afán de lucro. No sólo porque gastan millones en publicidad para mentirnos descaradamente, también porque fue su lobby el que supo evitar que el Parlamento Europeo introdujera el etiquetado de semáforo que hubiera permitido distinguir a primera vista los alimentos saludables de los que no lo son. Claro que los estudios y distintos programas nacionales dirigidos a controlar el problema son una inversión importante para evitar la explosión de los gastos de tratamiento de enfermadades causadas por la obesidad. No obstante, y ante todo, la política debe aumentar la presión sobre la industria alimentaria: menos azúcares escondidos, mejor etiquetado y menos publicidad engañosa. Voluntariamente, seguro que no lo hará.