Auf die Freundschaft
In Orihuela fallen mir drei Parallelstraßen auf. Die Calle Miguel Hernández mit dem Haus des Dichters, die Calle Ramón Sijé, und dahinter ein Gässchen, die Calle de la Paz. Paz, Frieden. Wie einer der kleinen Hoffnungsschimmer aus Hernández’ letzten Werken. Doch mal realistisch: Auch die so tiefe Freundschaft zwischen Hernández und Sijé verhinderte den Lauf der Zeit nicht. Wäre Sijés Tod nicht gewesen, wären der Rechte und der Linke wohl gegeneinander in den Bruderkrieg gezogen. Auch so brillanten Köpfen machte ihr Zeitgeist weis, das Schwert sei doch mächtiger als die Feder. „Traurig, traurig“, schrieb Hernández. Traurig auch, dass jener Zeitgeist nicht so tot ist, wie man lange dachte. Umso mehr empfiehlt es sich heute, Freundschaften zu pflegen. Und zwar gerade die schwierigen, gegensätzlichen. Ob sie einen erneuten Ausbruch des Hasses verhindern können? Vielleicht nicht. Aber auch im schlimmsten Fall werden sie, wie Hernández’ „Elegía“für den toten Freund, die Nachwelt dazu inspirieren, endlich eine gescheite Welt zu gestalten. Stefan Wieczorek En Orihuela, tres calles paralelas me llaman la atención: La Calle Miguel Hernández con la casa del poeta, la Calle Ramón Sijé, y detrás, una callejuela, la de la Paz. Como uno de los destellos de esperanza de las últimas obras de Hernández. Pero vamos a ser realistas: la gran amistad entre Sijé y Hernández tampoco pudo impedir el rumbo de las cosas. Si no hubiera sido por la muerte de Sijé, el de la derecha y el de izquierdas probablemente se hubieran enfrentado en la guerra fraticida. Incluso a mentes tan brillantes el espíritu de la época les hacía creer que la espada es más poderosa que la pluma. „Triste, triste“, escribía Hernández. Triste tambien, que aquel espíritu no parece estar tan muerto como creíamos. Tanto más, conviene cuidar las amistades, y precisamente las difíciles, contrapuestas. ¿Que si podrían evitar un nuevo brote de odio? Quizá no. Pero, aún en el peor de los casos podrán, como Hernández con su „Elegía“para el difunto amigo, inspirar a la posteridad para que, de una vez, forme un mundo más sensato.