Regionalität schafft Identität
Mal ehrlich: Müssen es wirklich Bananen aus Kambodscha, Knoblauch aus China, Kiwi aus Neuseeland oder Rindfleisch aus Argentinien sein? Viele Lebensmittel, die auf unseren Tellern landen, haben lange Wege hinter sich. Für die Transporte werden viele Millionen Liter Treibstoff verbrannt. Besonders bedenklich, wenn es sich um Lebensmittel handelt, die per Schiff oder dem Flugzeug aus Übersee zu uns gelangen. Wir haben immer mehr den Bezug zur Lebensmittelproduktion verloren, greifen im Supermarkt oft gedankenlos zu den Produkten, nach denen es uns gerade gelüstet. Doch immer mehr Verbraucher wollen wissen, woher ihre Nahrung stammt und bevorzugen saisonale Produkte aus der Region. Viele Gründe sprechen dafür. Landwirtschaftliche Erzeugnisse, die kurze Transportwege haben, sind umweltschonend, schmecken besser, weil sie voll ausreift und erntefrisch verkauft werden. Oft sind sie sogar preisgünstiger als Importware. Und ein weiterer nicht unerheblicher Aspekt: Man beißt nicht in ein anonymes Produkt, sondern in eine Orange, deren Anbauer man im günstigsten Fall sogar persönlich kennt.
Regionalidad crea identidad
Seamos sinceros, ¿de verdad que nos hacen falta plátanos camboyanos, ajos chinos, kiwis neozelandeses o carne de argentina? Muchos de los alimentos que nos comemos han recorrido medio mundo antes de llegar a nuestros platos. En el transporte se queman millones de litros de combustible. Especialmente preocupantes son en este sentido los productos alimenticios que han cruzado los océanos en barco o en avión. Estamos perdiendo cada vez más la percepción real de lo que es un alimento y, a menudo, en el supermercado echamos mano de lo que nos apetece en ese instante sin pensarlo dos veces. Aun así, son cada vez más los consumidores que quieren conocer el origen de sus alimentos y que prefieren productos de su región. Y es que hay muchas razones a favor. Los productos agrícolas que no tienen recorridos largos ayudan a proteger el medio ambiente, saben mejor porque se venden maduros y recién cosechados y encima suelen ser más baratos que los importados. Y hay otro aspecto a tener en cuenta: no nos comemos un producto anónimo sino una naranja de la cual podemos hasta conocer al agricultor que la cosechó.